Mi patrona...

0.2

Carlos afirmo con la cabeza, y el Señor Wung se fue a su oficina, caminando lentamente, con una sonrisa de sabiduría. Sabiendo que esos dos estaban metidos en un lio gigante. Pues el diario de la mañana se relataba todo lo ocurrido y el señor Wung ya lo había leído un par de veces, escrutando lo que la prensa decía, comparando con lo que él veía. Carlos entro en la cocina de la posada, esperando encontrar algo de comer, pero no había nada, incluso la nevera estaba vacía. Asi que se puso unas botas deportivas y salió a la calle a comprar algunas cosas. La lista estaba hecha por completo.  Huevos, carne, leche, queso y demás víveres. Sin olvidar alguna golosina para Any por consecuencia para Vanessa también.

Un pequeño mercadillo estaba a la esquina de la posada y pudo abastecerse de todo lo que necesitaba, volvió con rapidez a la posada para preparar el desayuno para su amada Any. Cocino todo en su perfecto punto, una pizpas de sal por allí y una buena sazón que bailaba al son de la música pop de china las más populares en la radio que escuchaba.  Cocino todo y en una bandeja puso dos platos y dos vasos, subió con parsimonia las escaleras empinadas y abrió la puerta —El desayuno está listo— Dijo con gran potencia vocal, Any ya estaba despierta jugando con Vanessa, ella voltearon a mirar al hombre. —¡Papi!— Grito Vanessa a todo pulmón. Any estuvo a Vanessa para que no brincara encima de él. Carlos aludido se acercó y puso la bandeja en la cama. —Coman chicas— Dijo con autoridad. —Gracias Cariño— Any estaba con una sonrisa de punta a punta y un poco sonrojada.

Pasaron dos horas más, y Carlos mando a vestir a Any,  ella obediente hizo caso a la orden del abogado, poniéndose unos jeans ajustados y una camisa negra. Vanessa también estaba vestida para salir, Any no sabía a donde iban. Carlos vestido para salir llego con un morral y dos tiques, Ella inclino la cabeza porque no sabía a donde iban. —¿Lista cariño?— Pregunto el abogado. —Si bebe— Los dos salieron de la habitación de las manos agarradas a la pequeña Vanessa, —Esta iba brincado— con la felicidad al máximo la pareja ponía rumbo a un nuevo paraje que  iban a recordar el resto de sus vidas, ya sea un plan de Carlos o una encrucijada del destino. Wung esperaba en la recepción, y se despidió de ellos —Cuídense los espero por la noche—  Carlos se despidió alzando la mano, y Any le giño el ojo al señor. Mas tarde dejaron a la pequeña con una canguro que la cuidaría en cualquier situación, Carlos le dio una maleta colosal a la chica, mientras que Any casi lloraba incapaz de separarse de su pequeña hija.

Después de despedirse como mil veces de la pequeña Vanessa tomaron rumbos a las montañas del pueblo, Carlos iba con paso rápido, mientras que Any tardaba más para caminar, pero ambos agarrados de las manos como quinceañeros. Carlos buscaba una camioneta que los iba a llevar hasta el punto más próximo de la muralla casi cruzando la frontera con su país vecino. Buscaba a un experto guía Llamado Xia An, un hombre de cabello castaño, alto de estatura promedio bien parecido, y con una experiencia gigante en cuidar personas y guiarles en expediciones por la muralla. Carlos iba buscando la camioneta de Xia An para dar inicio a la pequeña aventura que tendría con Any

            —Hey aquí estoy. —Gritaba el chico Xia desde su camioneta esperando a los muchachos que iban a ir con él a la muralla. Ondeaba sus brazos de una lado a otro para que se acercaran con rapidez.

            —ya llegamos Xia An. Vámonos a la muralla.

            —¡Uy! pero vienes bien acompañado abogado ella es una hermosura es tu novia.

            —Si es mi novia y mucho cuidado con lo que dices niño.

            —Perdóneme usted amigo, pero debemos subir ahora en la camioneta nos presentaremos, me avisaron que viene una tormenta así que es mejor que no nos tardemos mucho allí arriba. Dijo con el pecho afuera, y una sonrisa de oreja a oreja.

Any dudaba en la actitud del chico, no se veía alguien con experiencia en guiar expediciones, apenas tendría algunos veinte y tres años de edad y su confianza con la gente desconocida lo hacía algo muy desconfiable. Carlos sonreía como un niño y por primera vez que estaban juntos Any dudaba del juicio de su abogado. Ella siempre se mantuvo un paso atrás de Carlos. Por si algo ocurría ella pudiera salir ilesa en el peor de los casos, pero tampoco iba  a echar a perder la expedición por una que otra patraña suya, ni por la alerta de tormentas que pasaban cada diez minutos por el radio de la camioneta. Carlos subió a la parte trasera de la camioneta y Any se sentó a un lado de él.  Agarrada de su brazo sin ganas de separarse ni un momento.




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