Mi patrona...

0.3

—Preparémonos para la tormenta jefa va a ser fuerte.

—Echo pero mejor cubrámonos. —Any saco de su bolso un abrigo de lana.

—Con eso lo único que haces es verte tierna. La lana no sirve en un escenario asi.

—¿Entonces que me pongo?

—Déjame ver tu abrigo —Any le paso la mochila que cargaba a Carlos este echo un pequeño vistazo— No llevas nada de utilidad. —Saco maquillaje—Crees que en una selva como esta va a servir de algo el maquillaje. —Hurgo mas y encontró un libro— Un Té “El Destino Nos Unió”…  parece bueno pero no creo que te diera tiempo de leer algo.

—Bueno es que tampoco es que vas a encontrar una tienda de campaña.

—¿Que es Misil?… tienes permiso para portar armas de destrucción masiva —Any vio como del bolso sacaba su placentero juguete en forma de torpedo de color plateado con un leve aumento en su parte superior para pasar algunos ratos divertidos.

 

—Dámelo no te incumbe eso abogado. —Any furiosa agarro el bolso mientras el abogado se echó una risa y se cruzó de brazos.

 

—No sabía que te gustaba esas cosas jefa.

Una brisa intensa ataco las mediaciones, arrebatando las hojas de los arboles e hizo que Any sufriera varios respingos. —Abrígate, preparare las cosas para que acampemos— Carlos con pasos firmes empezó a sacar de su mochila unos abrigos  impermeables y una sábana. —Ve para allá— Señalo el abogado al descanso de la escalera. Carlo se puso el impermeable y Any salió corriendo al descanso de la escalera. Con un catalejo vio la proximidad de la tormenta y se dio cuenta que tenían como  cinco minutos antes que los alcanzara. La profundidad de la tormenta era inmensa cosa por la cual decidió buscar otro lugar para acampar, porque en el que estaban actualmente iba a ser inundado por torrenciales de agua.

Las goteras de agua muy fría empezaban a caer y Carlos no encontraba otro lugar donde poder quedarse. Buscaba en las lejanías de la montaña alguna cabaña para ir corriendo con la esperanza de no mojarse demasiado. —esperanzado de no pescar una pulmonía— sabía que por los caminos llenos de fango y lodo con múltiples charcos de más de dos metros de profundidad. Ningún rescatista vendría así lo explico Xia An. Buscaba de arriba abajo una luz, un humo, una señal de vida. Pero nada pudo encontrar. Desesperanzado miro para la otra parte de la muralla, vio una planicie lejana, donde por los lados estaba totalmente descubierta y la vegetación no era tan espesa como el resto del ambiente. Con el catalejo no podía distinguir la gran cosa, pero vio una mancha de color gris a la distancia a poco mas de dos kilómetros en línea recta.

—Jefa prepárese para correr. Any que estaba en la escalera se puso rigida y se asustó un poco.

—¿Porque Carlos?

—Creo que encontré donde pasar la noche.

—Crees… no estamos para eso, mejor quedémonos aquí.

—¿Tienes miedo? Pregunto el abogado viendo fijamente a los ojos de u jefa.

—No pero… —Any se sentía insegura e incapaz de mirar a Carlos a los ojos.

—Vámonos… El abogado paso por un lado de Any tomándola de la mano y bajando en trote las escaleras. Afuera de la muralla había un viento que arrasaba con fuertes ventiscas a los árboles, las ramas parecían partirse en dos y ser empujadas por la fuerte ventisca. Carlos se dio cuenta que la tormenta estaba casi encima de ellos, así que decidió apurar el paso —Corre Jefa no te quedes atrás o vas a pescar una pulmonía— Con una sonrisa Carlos reconforto la confianza de la aludida Any.

—Si— Respondió ella con  gran confianza echándose a correr junto a su abogado.  Carlos marcaba el ritmo y aunque nunca escucho un quejido de Any por su cansancio o por su delicada apariencia —Que ahora descubría que no era la chica sensible de ciudad sino que también podía ser una mujer valiente y fuerte en ocasiones— La chica baja por barrancos se lanzaba por las laderas de pequeñas colinas y se abría paso por las llanuras en las que estaban entrando. —Vas al gimnasio jefa porque tiene buena resistencia— Ella volteo los ojos. Eso a Carlos le gustaba tanto que por dentro se descontrolo totalmente. Goteras cubrían todas las partes del pequeño valle. Ellos estaban empapados hasta las rodillas. Mientras más se acercaban notaron que había una pequeña cabaña a menos de cien metros.

La patrona se alegró totalmente y casi que dejaba de correr apenas faltando cien metros para la cabaña. Carlos vio que su acompañante convalecía y caía en frenesí. Casi ahogada por la falta de aire en sus pulmones Any cayó casi desmayada en el suelo. Carlos se paró de lleno y se arrodillo a ver que le pasaba. Ella estaba roja como un tomate, muy agitada, no podía calmarse pese a que Carlos le estaba haciendo primeros auxilios. Ella cerraba los ojos lentamente. —Eso a Carlos no le hizo nada de gracias— Carlos puso sus manos sobre su pecho. —1… 2… 3…— y empujaba con fuerza el tórax. —Any respóndeme— Gritaba desconsolado casi perdiendo el control —Hey respóndeme— Carlos miro a los alrededores no encontraba que hacer. —Any no te vayas Jefa— él puso las manos de Any que estaban muy frías en su rostro, y beso el puño de su patrona.




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