Mi patrona...

0.2

El hombre se sentó en la silla central, que parecía ser un trono, y la mujer a un lado. El hombre tenía el pelo largo, hasta los hombros le llegaba la cabellera, su color era negro, sin una cana en él, su altura era de como un setenta, la piel era oscura parecía quemada por el sol, en la cara una cicatriz de derecha a izquierda en el ojo. Y una sonrisa a maquiavélica. —el propio mafioso— a su lada la hermosa dama, una mujer mayor pero con buenos atributos —aun tenia algunas curvas— y bien pintoreteada con amplios maquillajes rubor y muchas otros accesorios de joyería y estética.

Carlos ya sabía de donde había sacada Any ese buen gusto por arreglarse tanto.  Los señores estaban en sus lugares, entonces el viejo rompió el silencio.

—Cuanto tiempo que no nos visitabas Dan…

—Si perdona mi descuido padre. ¿Madre como estas?

—Bien hijo, además has venido con tu hermana que alegría. Dijo la señora

—Si madre cuanto tiempo padre estas igual de fornido que siempre, has estado bien en el gimnasio. Dijo Any confiada

—Pero preséntenos a sus acompañantes, seguro que eso es a lo que han venido.

—Papa… Mama… Ella es mi pareja.

—Papa… Mama… Él es mi pareja 

 Dijeron Dan y Any en perfecta sincronía.

Carlos estaba impactado con la facilidad que les decían las cosas a sus padres. El aspecto de asesino de su suegro daba mala espina, y también algo de sospecha que al dar una vuelta, una ráfaga de tiros iba a venir por detrás.

—¡Ja! Los polluelos han crecido ves Ming… ya tienen parejas. La señora afirmo con la cabeza.

—Si Wang ellos ya crecieron.

La señor examino a Carlos de pies a cabeza dándole múltiples vistazos.

—¿Cómo te llamas muchacho? Pregunto la mama de Any.

—Me llamo Carlos… soy abogado.

—Que bien la misma profesión de mi querida Any…

El viejo le preguntaba a Sofía un sinfín de cosas. Ellas las respondía  a todas sus preguntas con facilidad. No se trababa y concordaba con lo que dan les había dicho antes. Dan solo se sentó en el sillón viendo como su padre intentaba coquetear con su novia sin que Ming lo viera.  El viejo se cansó de hostigar a los chicos así que se volvió a sentar en la silla. Se abrió un poco el kimono y se dejó ver una daga de color rojo en fajada a su pecho. 

—Carlos ven acá, hablemos unas cosas que tienes que entender.

Carlos se acercó rápidamente, pero su mirada estaba en la pensativa Any que se hacia una sola pregunta en su mente. <<Que demonios será>>

Cuando el chico ya estaba cerca, el viejo agarro su brazo y se acercó al oído del joven

—Vamos para otro lugar lo que vamos a hablar es a solas. Susurro al oído de Carlos

—Bien. Contesto el en voz baja.

Parándose de la silla, el hombre marco la ruta para que Carlos lo siguiera.

—¿A dónde vas? Any estaba preocupada.

—Tranquila quédate aquí conversando con tu madre. Yo tengo un asunto con tu padre.

Ella lo vio a los ojos y se tranquilizó un poco más, pero de apoco le empezaba a surgir un escalofrío que subía por la espalda.

—Sígueme. Dijo el viejo.

Carlos acatando la orden siguió al viejo de una manera impecable.

—La marca que tienes en el brazo derecho… te la hice yo.

—¿Qué? ¿Pero como usted sabe que tengo una?

—Que tienes una marca en el brazo izquierdo, y un tatuaje minúsculo en el otro brazo. Contesto el viejo completando la frase de Carlos

—¿Cómo sabe eso? La duda subía en el abogado

—¡fácil! Tu padre te dejo a cargo mío antes que él muriera. Felipe tu papa, era un gran amigo mío, un policía formidable y con honores, el que lo mato solo es un desgraciado. Tú estabas muy pequeño, y para que ese mismo asesino no te matara te envié para latino-América, el único lugar donde no estarías en peligro. Solo tenías cuatro años desde esa entonces, desde ahí tu tomaste tu camino y no te volví a ver.

—No puede ser, usted es…

—Si el señor Rikardo, que se hacía pasar por tu padrastro.




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