Capítulo 22: El Día que todo empezó
Carlos miraba su reloj con gran disimulo, la verdad era que después de un tiempo ya se le había hecho costumbre despertarse tarde, a pesar de dormir temprano. El apartamento estaba en un completo orden, siempre se fascinaba en el como Elly mantenía limpio y acomodado el condominio. Con las manos arriba pensaba en que su paseo había sido de lo máximo y que en unos pocos meses se iba a casar con la mujer de su vida. Que podría pasar de allí hasta la boda. Una pregunta que solo la sabe el destino.
El techo estaba en blanco así como su mente, nunca pensó en que las cosas se tornarían tan fáciles de alguna manera, pero se extrañó que todo en su casa estaba igual menos una pulsera. La pulsera de metal que siempre se ponía en la mano derecha para hacer juego con su reloj. Carlos miro un par de veces su muñeca del brazo derecho. Y pensó que esa pulsera se había quedado en el estuche guardado con las demás cosas. Pensó él.
Busco con rapidez por todo su cuarto. El estante fue primero, después el baño y por último el armario. Donde la había dejado pensaba a cada momento. Además esa pulsera tenía su nombre grabado. Hurgo hasta en los más profundo de los rincones de su escaparate pero nada aun. La bendita pulsera estaba perdida. Aun así no se rendía. Volteo la mesita de noche, y finalmente el colchón donde dormía. El piso estaba limpio y no había nada debajo de él. No creía en el mito que las cosas se las llevaban los duendes. Así que esa pulsera debía de aparecer costara lo que costara.
Salió de su cuarto con paso decido a la habitación de Elly. Toco dos veces la puerta y ella enseguida abrió. Estaba casi desnuda pues antes se había tomado un baño y con las gélidas manos toco el ante brazo del abogado en señal de saludo.
—¿Elly no has visto una pulsera de Color dorada con plateado? Hablo apresurado
—No para nada ¿se te perdió?
—Si además es algo importante, ¿segura que no la barriste o la echaste a la basura por error?
—No botaría a la basura algo que fuera tuyo. El frunció el ceño.
—Bueno sigue haciendo lo que estabas haciendo. Si vez la pulsera me avisas, ella tiene grabada mi primer nombre.
—Bueno.
La chica se metió al cuarto a vestirse como un rayo, Carlos no podía recordar donde había dejado la pulsera, solo le quedaba rezarle a dios por que no estuviera en las manos equivocadas.