Mi peor cliente

CAPÍTULO 4 "Las disculpas"

Voy más o menos una semana ignorando a Marcos, trato de no dirigirle la mirada, de no responder a sus llamados, y eso me esta saliendo perfectamente, el problema aparece cuando sus ojos celestes se hundan en mi cabeza, en mis pensamientos y en cada rincón de mi mente. Maldito sea el puto día que lo conocí.

Mientras trato de sacar esos recuerdos de mi misma, sigo apoyando bandejas con comida y bebidas a la barra de la cocina, junto con el resto del personal estábamos preparando los pedidos que habían sido tomados esta mañana en las oficinas.

Pero mi trabajo se ve interrumpido cuando escucho como a lo lejos alguien me llama con desesperación.

— Sofía— escucho pero no levanto la cabeza —Sofía, por favor, ¿podes escucharme un segundo? Quiero hablar contigo.
— Estoy ocupada— mientras sigo poniendo un café en la bandeja.
— Sé que estás enojada, por... lo que dije en la reunión... pero no fue con mala intención.

— Movéte o podría derramarte otro café "accidentalmente"
Ahora el trapo que tenía en mi bolsillo para limpiar la barra va y viene sobre la superficie, aunque ya está más que limpia.

— Es enserio Sofía, no tenía idea de que ese tema te dolía— agrega, bajando la voz.

— No tenías idea porque nunca preguntas nada ni hablas de nada que no seas vos mismo— respondo sin mirarlo —solo hablas vos. Y haces chistes.

No pude evitar que las palabras dichas se escaparan desde lo más profundo de mi. El silencio se me hace pesado. Puedo sentir que se queda quieto detrás de mí. Finalmente, deja escapar un suspiro.

— Si tal vez tenes razón— admite —y esa vez hablé sin pensar. Me creí gracioso y fui un idiota.
— Al menos lo reconoces— digo, girándome al fin.

Marcos me mira, serio. Es la primera vez que no hay ironía en sus ojos.
— No quería herirte, Sofía. Te lo juro. Me cuesta un poco decirlo pero... si no me hablas algo dentro mío siente mal, necesito tus peleas al mañana.

— No me heriste por lo que dijiste— respondo —sino por lo que me hizo recordar, así que no fue tu culpa del todo.

Él no dice nada. Solo me observa, esperando. Y por alguna razón que no entiendo, necesito contarlo, hablarlo con alguien. Quizás porque nunca lo hice con nadie más que no sea mi mamá.

— Mi padre no fue un buen tipo— empiezo, despacio —toda mi infancia fue de esos que aparecen cuando quieren y desaparecen cuando más los necesitas. Y cuando cumplí dieciocho, se fue definitivamente. Sin explicaciones. Sin dejarnos siquiera una nota, nos dejo solas a mi mamá y a mi.
Mamá estaba comenzando con su enfermedad, dejó las cuentas sin pagar, dejó todo. Y yo... tuve que aprender sola lo que era la disciplina, el esfuerzo por mi misma, apenas cuando era una adolescente... todo eso de lo que vos te reías en esa reunión.

Me tiembla la voz, pero no me importa. Lo digo igual.

— Así que sí, Marcos. Todos necesitamos a un padre. Aunque sea para aprender a no ser como él.

Él cierra los ojos por unos segundos, como si mis palabras lo golpearan con fuerza y dolor.
Cuando los abre, su expresión cambió. Ya no hay arrogancia. Solo culpa y tristeza.

— Yo no lo sabía, ni me imaginaba que algo así te había pasado, me siento como un idiota— susurra —lo siento mucho, Sofía.
— Sí, lo sé. Pero hay cosas que, aunque no se sepan, igual duelen cuando a uno se las recuerdan.

El aire se vuelve espeso entre nosotros.
Por primera vez, ninguno tiene algo ingenioso que decir.

— Mejor me voy y sigo trabajando, las chicas se van a enojar si me atraso con los pedidos— digo para agarrar una de las bandejas; tiene un café puro cortado con leche de almendras y un platillo con tostadas untadas en mermelada.

Marcos me ve salir y en su rostro aún puedo ver una ligera mueca de arrepentimiento y comprensión, lo que me reconforta y mi mente comienza a pensar que tal vez si hacemos un esfuerzo podamos llevarnos bien.

Después de muchos cafés y muchas idas y vueltas en ascensores, llega el final de mi turno, aprovecho para salir al balcón trasero, es un espacio el cual suele utilizarse por los demás empleados para fumar, o pasar el rato cuando terminan sus turnos.

Hoy terminé un poco más temprano que antes, por eso no hay tanta gente.
Vine por un rato, necesitaba desconectar y estar sola para pensar, pensar en como cambió mi vida estas últimas semanas.

Mientras respiro el aire exterior al fin en el día, veo como el cielo se tiñe de naranja sobre los techos de las casas de Parque Rodó en Montevideo.

Me siento en una de las sillas y apoyo los brazos en la baranda del balcón, respirando el aire húmedo.

No sé cuánto tiempo pasa antes de escuchar un voz hablar detrás mío. El perfume que lleva lo delata por si solo.
— ¿Puedo sentarme?— pregunta.

No respondo, pero no lo echo. Se acerca y se apoya a mi lado.
— No quiero que pienses que soy un tarado— dice al fin.
— Creo que ya es un poco tarde para eso.
— Puede ser, y lo merezco— responde sin defenderse. Silencio.
Solo escuchábamos el murmullo de la ciudad.

— Sabes— dice de pronto —cuando yo era chico, mi vieja también se fue. No fue algo tan drástico como en tu caso pero... se fue igual. Volvió cinco años después, queriendo arreglar todo con una cena. Pero yo no quise ir. Y no sabes como me arrepiento todos los días.
— ¿Por eso haces chistes todo el tiempo?— pregunto, sin mirarlo.
— Posiblemente, crecí escuchando la frase; "es más fácil burlarse del mundo que dejar que el mundo te lastime."

Mi papá me la repetía cada vez que algo en la vida me decepcionaba, me decía eso y me hacia volver a creer en mi, en que no tengo que dejar que nadie me vuelva a lastimar así como ella lo hizo con su ausencia.

Sus palabras me dejan helada. No sé qué responder —No te estoy pidiendo que me perdones— agrega —solo que me creas cuando te digo que lo siento— veo como Marcos trata de evitar apretar sus puños, pero no lo logra.



#4704 en Novela romántica

En el texto hay: cafe, cafeteria, uruguay

Editado: 18.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.