Mi peor cliente

CAPÍTULO 12 "Las indirectas"

La mañana del lunes esta calurosa, algo típico de Montevideo en primavera, donde siempre en alguna casa hay olor a pasto recién cortado mezclado con el del pan hecho de las panaderías del barrio. Esos olores son los que siempre me hicieron sentir conectada conmigo mísma, con la gente urugaya; con mi gente. Me bajo del 103, que paró enfrente al edificio donde trabajo , uno alto y moderno que aunque llevo casi dos meses trabajando acá, siempre me da la sensación de que estoy entrando a un lugar donde no pertenezco del todo. Respiro hondo. Nuevo día. Nuevo intento de no pensar tanto en Marcos.

Aunque claro... ¿cómo no pensar en él después de la cita del sábado? Esa mezcla extraña entre nervios, emoción y el recuerdo de ese beso que todavía me deja un cosquilleo en los labios. Y no solo eso: la forma en que me miraba, como si todo lo demás no existiera.

Acomodo mi mochila con algo de nervios en mi estómago, me acomodo el pelo un poco así nomas y cruzo las grandes puertas de vidrio. El hall tiene ese aroma ligeramente artificial a edificio caro: limpieza a fondo, café de máquina, perfumes ajenos. Los ascensores están rodeados de gente, como siempre a las ocho y media; hay empleados con sus termos bajo el brazo, otros todavía están medio dormidos, alguno está peleando con una carpeta que se le cae. Lo típico, pienso.

Cuando muevo la mirada un poco, veo como Marcos está apoyado contra una columna, traje azul oscuro —el mismo que la dejó suspirando la primera vez que lo vio— y una sonrisa ladeada que aparece automáticamente siempre que sus ojos se encuentran.

Se lo ve como si hubiera estado ahí esperándome.

— Buen día, Sofía— dice con voz suave, pero con una picardía casi escondida —¿Dormiste bien?

Trago saliva. Arrancamos temprano con las indirectas, perfecto.

— Buen día— respondo, tratando de sonar normal —Dormí bien, sí.

— ¿Segura?— pregunta, dando un paso más cerca —Porque yo dormí poco, sinceramente. La cabeza no me paró un segundo. Debe ser esa costumbre de pensar demasiado en... cierta persona.

No puedo evitar que las mejillas me ardan. Por dios Sofía, tenes 25 años, sos adulta, reacciona como una adulta, me repito en la mente.

— Deberías dejar de pensar tanto— le contesto —Es lunes, hay que trabajar.

— Mm... no sé. El sábado estuvo bastante bien. Difícil sacarlo de la cabeza— dice con un tono descarado, apenas más grave.

Las puertas del ascensor se abren y la gente entra; Marcos me hace un gesto para que pase primero.

— Después seguimos hablando— me dice en voz baja, casi un susurro solo para mi —Ya sabes que no me olvido fácil de... "esas cosas".

Miro hacia adelante, pero la sonrisa me aparece sola, traicionera, imposible de contener.

Cuando el ascensor abre en el piso de administración, Valentina está ahí con una carpeta en la mano y su mirada fija en mi, esperando explicaciones.

Porque Valentina me conoce tan bien que no necesita preguntas: con ver un rubor, una sonrisa, un gesto, ya sabe que algo pasó.

— Sofía, vos...— dice apenas Marcos se aleja hacia su oficina

—¿Qué fue eso? ¿Qué onda con el gerente? ¿Desde cuándo te acompaña en el ascensor con cara de "nos comimos todo el fin de semana"?

Yo, por mi parte, casi me atraganto con mi propia saliva.

— No digas eso en voz alta— susurro, mirando a todos lados.

— ¡Ay, por favor! Si hasta el guardia de seguridad sabe que hay algo.

— Bueno, pues espero que Julio no diga nada, o tendré que hablar con él.

— Pero si es un amor el tipo ¿Sabías que hoy tengo reunión con los Publicistas? Te juro que no iría.

— ¿Valentina como no vas a ir? Literalmente sos la encargada en Publicidad— le digo riéndome un poco por sus ocurrencias.

— Ya see, pero me aburro, espero que te manden a vos para servir y eso porque sino es un embole.

Trato de olvidarme de todo y concentrarme en trabajar, voy a la cocina a hacer los pedidos que caen durante la mañana pero cada minuto que pasa pienso en Marcos y en como ese café unió nuestros caminos.

A las diez, mi teléfono suena, cuando lo miro veo que es un mail de parte de la agencia:

"Reunión equipo de Marketing y Publicidad – Piso 6, Sala 1 – 10:30".

Suspiro pensando que al final Valentina si me verá en la reunión. Esta siempre es la peor parte del lunes.

Las reuniones siempre son largas, tensas y llenas de comentarios pasivo-agresivos sobre productividad, tiempos y cosas que no entiendo. Pero hoy hay algo peor: Marcos estará ahí. Y yo tendré que servirle café. Porque sí: a pesar de que no soy la única en mi puesto, es a mi a la que ponen en cada reunión porque me dicen "Vos sos la más prolija, Sofía, y no derramas".

Claro. Irónico en cierto punto, considerando lo que pasó cuando conocí a Marcos por primera vez.

Rápidamente dejo mis tareas para comenzar a ir al sector donde se encuentran los ascensores, me encuentro a Valentina con una sonrisa calma, típica en ella, entramos al ascensor y durante el viaje ella decide hablar:

— Che, Sofi— dice Valentina mientras caminan juntas hacia la sala de reuniones —Si ves que me pongo muy nerviosa en la reunión, ¿Te animas a tirarle un café a alguien para romper la tensión?

— Ja, ja, ja, sos re graciosa Valen, tendrías que dejar de ser publicista y empezar Stand-Up— le hablo con sarcasmo.

— Gracias, pero una chica puede hacer varias cosas a la vez— me dice, guiñándome el ojo.

Cuando llegamos a la sala, esta se llena con el sonido de pasos, voces y colonias caras. Marcos toma asiento en la cabecera, y en cuanto lo miro, me encuentro con otra de esas sonrisas que parecen hechas especialmente para desarmarme.

— Sofía— dice él, sin disimular nada —¿Podrías servirnos el café, por favor?

Ella aprieta los labios. Lo hace a propósito. Y lo sabe.



#4704 en Novela romántica

En el texto hay: cafe, cafeteria, uruguay

Editado: 18.11.2025

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