Mi peor cliente

CAPÍTULO 14

Hay mañanas que pesan antes incluso de abrir los ojos. Hoy siento como es una de esas. Me despierto sin quererlo realmente, como si mi cuerpo hubiese decidido que ya había dormido suficiente aunque el cansancio de mi mente diga lo contrario.

Me quedo quieta unos segundos, abrazada a la manta que todavía conserva un poco de calor. La habitación está silenciosa, demasiado. Afuera todavía no se escucha ninguna moto acelerando rumbo al trabajo ni a los vecinos discutiendo por quién fue el que usó el lavarropas en la noche. Todo está tan quieto que me da la sensación de estar suspendida en un limbo raro donde el tiempo no pasa.

Abro los ojos de a poco. El techo es lo primero que veo, con esa mancha húmeda que comenzó a salir en el verano pasado y que todavía no arreglamos por la falta de dinero. La luz tenue que entra por la ventana del departamento crea una sombra alargada justo cerca de esta mancha, como si la habitación también me la quisiera recordar.

Respiro hondo. Otra vez. Intento que el aire me acomode algo adentro, pero no pasa.

Me giro hacia la derecha, buscando mi celular. La pantalla se enciende: 06:12. Falta casi una hora para que suene la alarma.

Me siento en la cama lentamente, dejando que mis pies busquen el piso frío. Ese contacto me despierta más de lo que quisiera.

Y por primera vez, después de lo que fue ayer, no siento ese peso devastador en el pecho.

No del todo, al menos.

Ayer... fue duro. Como todos los años. Pero hoy, aunque todavía tengo esa resaca emocional que se aferra a mis huesos, también siento una casi imperceptible liviandad, como si finalmente hubiera soltado algo durante la noche sin haberme dado cuenta. Tal vez las palabras de mamá ayudaron más de lo que pensé.

Me incorporo lentamente, dejando que mis pies toquen el piso frío. Esta vez no me quedo paralizada mirando la grieta del techo ni reprimiendo lágrimas. Respiro hondo. Aún duele. Pero el dolor es distinto, más suave, como una sombra que se estira pero ya no aprieta.

Me levanto y voy hasta la ventana, abriendo un poco las cortinas. La luz de la mañana entra cálida, empujando hacia afuera los restos de ese día pesado que quedó atrás. Es increíble cómo una diferencia de veinticuatro horas puede cambiar tanto el aire de una habitación.

Hoy... quiero hacer un esfuerzo por mí. Quiero empezar el día de otra manera.

Voy al baño, dejo correr el agua y me lavo la cara. El agua fría me despeja, me despierta, y siento algo parecido a alivio mientras me miro al espejo. Mis ojos están un poco hinchados, sí, pero nada que un buen rato de maquillaje no pueda disimular. Y por primera vez en días, tengo ganas de arreglarme. No por nadie más. Por mí.

O tal vez un poco también por Marcos... pero eso no voy a admitirlo en voz alta.

Me seco con una toalla y decido atar mi pelo un poco más prolijo. Recojo algunos mechones del frente, pruebo un par de estilos, hasta que queda algo que me hace sentir... presentable. Más viva. Como si pudiera enfrentar el día sin que la tristeza de ayer me defina.

Después elijo la ropa. No una remera cualquiera. No el pantalón de siempre. Busco algo que me haga sentir un poquito más yo, un poquito más firme, más linda o bien conmigo mismo. No sé si es vanidad o necesidad de un poco de control en mi vida, pero elijo una blusa clara básica y un pantalón de jean cómodo pero lindo. Algo que me recuerde que todavía puedo tener días buenos.

Mientras me visto, noto que mi respiración se siente menos pesada que ayer. No del todo, pero menos intensa. Menos apretada.

Termino de acomodarme el pelo y me miro una última vez en el espejo. No estoy perfecta. Y tampoco necesito estarlo. Pero estoy... mejor.

Mientras me visto, noto que mi respiración se siente menos pesada que ayer. No del todo normal, pero menos áspera. Menos apretada.

Termino de acomodarme el pelo y me miro una última vez en el espejo. No estoy perfecta. No necesito estarlo. Pero estoy... mejor.

— Bueno, Sofía...— murmuro en voz alta pero para mí misma —Día nuevo, ánimo nuevo. O al menos, intenta que así parezca.

Salgo de mi habitación con pasos firmes.

El pasillo está tibio, y el aroma a té que llega desde la cocina me envuelve antes de que llegue a la puerta. Mamá ya debe estar despierta y aunque es difícil de creer hoy tengo una sensación diferente. Ya no siento esa tensión en el pecho que me oprimía cuando hablábamos de él ayer.

Cuando entro al living la encuentro sentada a la mesa cerca de la televisión, sosteniendo su gran taza de té con ambas manos. Apenas me ve, su expresión cambia. Me observa de arriba abajo, y sonríe con una mezcla de sorpresa y cariño.

— Buenos días preciosa, qué linda que estás hoy— dice con suavidad, como si temiera romper algo si hablaba demasiado fuerte —Te arreglaste más que de costumbre para el trabajo ¿Algo en especial?

Siento que mis mejillas se sonrojan un poco, pero no hago expresión alguna.

— Quería... no sé. Tratar de sentirme mejor. Cambiar un poco el aire.

Mamá asiente despacio, con esa mirada comprensiva que tiene desde siempre, pero que ayer fue casi un salvavidas.

— Me alegra mucho verte así— dice —¿Dormiste bien?

Agarro la taza de té que estaba en la mesa preparada para mi, así puedo tener algo entre las manos antes de responder.

— Sí. Creo que sí. No perfecto, pero... mejor que ayer si. Sigo algo triste igual

— Es normal, Sofi— dice ella mientras da un sorbo a su té —Ayer fue un día difícil. Pero ya pasó. Y hoy... podes arrancar de nuevo, vas a ver a gente que te quiere en el trabajo— habla, guiñándome un ojo.

Yo trato de esconder mi sonrisa y asiento. Y aunque sus palabras son simples, me abrigaron como una manta suave.

Me siento frente a ella con mi taza de café para despertarme aún más y dejo que el silencio nos envuelva unos segundos.

No un silencio incómodo, sino que es uno de esos tranquilos, donde ninguna necesita decir mucho para entender a la otra.



#5202 en Novela romántica

En el texto hay: cafe, cafeteria, uruguay

Editado: 04.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.