La luz que entra por la ventana es tibia, dorada, y cae justo sobre mis ojos. Parpadeo un par de veces antes de recordar dónde estoy... o mejor dicho, con quién estoy.
Cuando giro veo como Marcos está al lado mío. Todavía dormido. Todavía... perfecto.
Respira lento, con ese ritmo que me terminó relajando anoche cuando, sin darnos cuenta, nos quedamos hablando hasta que el sueño se nos cayó encima. Tengo la cabeza apoyada en el bícep de su brazo, cada vez que él se mueve, siento un leve cosquilleo, como si su cuerpo reconociera el mío incluso dormido.
Intento incorporarme con cuidado para no despertarlo, pero en cuanto me muevo él sonríe, aun con los ojos cerrados.
— No te escapes— murmura con una voz ronca que me derrite.
— No me estoy escapando— respondo bajito, pero ya tengo las mejillas encendidas por sus palabras.
Abre los ojos lentamente. Y me mira... lo hace como si fuera algo lindo de ver a primera hora de la mañana. Ese pensamiento me golpea tan fuerte que tengo que apartar la vista, nunca creí que alguien pudiera verme de esa forma, menos recién despierta.
— ¿Dormiste bien?— pregunta, acercándose un poco más a mi cuerpo.
— Sí... creo que demasiado bien —le digo, intentando sonar casual, aunque parece que mi corazón se decidió a querer salir a través de mi pecho.
Marcos levanta la mano y acomoda un mechón de mi pelo detrás de la oreja –gesto que últimamente se le esta haciendo costumbre, y eso me encanta–. Su dedo roza mi mejilla derecha. Me quedo congelada, no porque me incomode, sino porque para este punto ya no sé qué hacer con lo que siento.
— Te ves hermosa así— susurra, tan cerca que casi podría contarle los latidos si escucho con atención.
Me río nerviosa.
— Déjame, recién me desperté.
— Justamente por eso— responde, bajando la voz —Me encanta.
Siento que mi estómago hace un giro completamente. Trato de separarme un poco a causa de los nervios, pero él se inclina y me atrapa suave por la cintura, acercándome otra vez. Su frente choca contra la mía, es cálida, segura, sin presionarme.
— ¿Puedo besarte?— pregunta.
Le sostengo la mirada unos segundos. Solo eso es suficiente para sentir que podría derretirme, explotar o las dos cosas a la vez.
— Sí...— susurro.
Marcos sonríe apenas antes de besarme. Es un beso lento, tranquilo, pero cargado de algo que me hace temblar de la punta a punta. Mis manos se apoyan en su pecho sin pensarlo, sintiendo cómo respira más profundo y como su corazón comienza a acelerarse.
Se separa por unos segundos para tomar aire pero enseguida me besa otra vez. Y otra. Con esa calma provocadora que tiene él, como si supiera exactamente lo que me hace sentir.
Baja una mano a la curva de mi cintura y yo exhalo fuerte, sin poder evitarlo.
— ¿Estás bien?— pregunta contra mis labios.
— Sí... estoy...— no logro terminar la frase porque él vuelve a besarme, esta vez más firme, más seguro.
Mientras me besa me empuja un poco hacia atrás, yo me dejo caer sobre la almohada y él se inclina encima de mí, apoyándose con cuidado, sin provocar peso. Mis dedos rozan su cuello y enseguida los pongo en su nuca. Él sonríe contra mi boca cuando nota que me pongo tímida.
— Sofi...— susurra entre besos —Si te incomodo me detengo.
— No, no...— respondo rápido, demasiado rápido, y él se ríe bajito.
— No hace falta que te pongas nerviosa— dice, acercándose a mi oído —Aunque me gusta cuando te pones así, es tierno.
Siento que se me quema todo el cuerpo. Literalmente, aunque perfectamente podría ser por la temperatura en la ciudad.
Sus labios suaves bajan por mi cuello, probando cada centímetro de el, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Yo agarro el cuello de su remera con fuerza, y él sonríe contra mi piel.
— Me estás haciendo perder la cabeza, Sofia.
De a poco, y casi sin darme cuenta, él empieza a levantar la parte baja de la camiseta que llevo puesta. Yo respiro entrecortado, tímida, pero excitada, completamente atrapada en él. Mis dedos actuaran antes que mi cerebro y manos buscan el dobladillo de la suya también.
Nuestros cuerpos están tan cerca, tan tibios, tan dispuestos a dar el siguiente paso... que siento que si seguimos un segundo más ya no vamos a poder parar.
— Sofi...— murmura él, mirándome como si no pudiera creer lo que está pasando, como si estuviera en un sueño.
Y entonces...
Suena mi celular.
Los dos nos congelamos en nuestros respectivos lugares.
Marcos deja caer completamente la frente en mi hombro mientras yo cierro los ojos de vergüenza pero también por los nervios... o todo junto.
— No puede ser— dice él, casi indignado de verdad, pero muerto de risa por la interrupción.
Yo estiro la mano como puedo, todavía debajo de él, y agarro el celular. Veo el nombre en la pantalla y me quedo blanca.
— Es Valentina...— susurro, trágica.
—Atendé— dice Marcos, acomodándose a un costado, pero sin despegarse del todo.
La sonrisa burlona no se le borra ni un milímetro, sabe lo que hace y eso es lo que más me molesta.
Yo respiro profundo, trato de recomponer la voz y deslizo el dedo para para contestar la llamada.
— ¿H-hola?— digo
— ¡Sofi! ¡Por fin! ¿Estabas durmiendo? Es re tarde ya—Valentina suena muy despierta. Y yo muy dormida.
— Eh... sí, un poco— trato de sonar normal mientras Marcos me lanza una mirada a mi lado, apoya su codo en la almohada, con una sonrisa maliciosa que me está matando.
—¿Podes hablar? ¿O te jodo mucho?—pregunta ella.
Marcos asiente con la cabeza repetidas veces mientras hace un gesto exagerado con la cara de un"decile que sí" y se tapa la boca para no reírse.
—S-sí, puedo —miento, porque claramente no puedo pero bueno, nadie le cuelga a Valentina cuando está así de energética.