Mi peor cliente

CAPÍTULO 23

Endurezco la espalda. Trato de que no se me note en la cara, pero sé que se me nota en los ojos. Siempre se me nota todo en los ojos.

— ¿Sofía, verdad?— dice ella con una sonrisa perfectamente educada, de esas que parecen sacadas de un curso de protocolo.

— Sí— respondo, manteniendo la voz lo más neutral posible —¿Necesitabas algo?

Pilar observa la bandeja, las tazas alineadas, el perfume que quedó en el aire por los cafés recién hechos. Su mirada es tan crítica que siento que evalúa no solo lo que estoy sirviendo... sino que a mí también.

— Solo pasaba para ver dónde estaban preparando las cosas. Yo seré la anfitrión de la reunión de esta mañana para presentar mi proyecto y quería asegurarme de que todo salga perfecto.

Claro.
Perfecto. Como ella.

— Todo está casi listo— digo, intentando sonar profesional, aunque mis manos tiemblan un poquito —En unos minutos ya lo llevaremos con las chicas del catering.

Pilar sonríe de nuevo, pero ahora su sonrisa es distinta.
Más afilada. Como si intentara leer algo detrás de mis palabras.

— Así que... vos trabajas en la cocina de acá. Qué interesante— murmura, cruzándose de brazos y apoyándose en la mesada.

Su perfume invade el aire. Caro. Marcado. De esos que duran horas.
La miro un segundo y me pregunto si yo alguna vez voy a oler así de... importante.

— Sí, acá estoy— respondo, encogiéndome de hombros —Hago lo que me toca.

— Qué humilde— dice ella, ladeando la cabeza —Marcos siempre decía que la gente sencilla le parecía... encantadora.

Mi piel da un salto.
Mi corazón también.

— ¿Lo conoces mucho a Marcos no?— pregunto, aunque ya sé la respuesta.

Ella se ríe bajito, como si mi pregunta fuera adorable.

— Bastante— responde, agarrando una de las manzanas colocadas en la frutera de la barra —Salimos un tiempo. Nada serio, claro. Lo que pasa es que él nunca quiso oficializar... pero bueno, nos divertíamos.

La frase me cae encima como una baldosa suelta.
Y duele.
Más de lo que debería. Mucho más.

Trato de no mostrar nada. Trato de respirar.
Trato de no imaginar a Marcos con ella. Pero es imposible.

— Ah... mira vos— digo, poniéndome a lavar solo con agua un vaso de vidrio que ya estaba perfectamente lavado desde antes, solo para tener algo que hacer.

— Sí. Él es... un poco intenso, viste— agrega ella con un suspiro exagerado —Siempre tan caballero, tan atento. A veces parece que te mira como si fueras única en el mundo.

Mi estómago cae. Lo dice a propósito.
Lo sabe. Lo sospecha.

Yo trago saliva.

— Supongo que es amable con todos— murmuro bajito.

Pilar se acerca un poco más. Me invade. Me estudia. Me analiza con esa mirada que dice estoy viendo exactamente quién sos vos y cuánto vales.
Y no sé si me considero lista para sostenerle la mirada... pero lo hago, por más que me cueste.

— ¿Te puedo decir algo para tu bien, Sofia?— dice ella, como si fuéramos amigas chismeando en un café —Marcos se aburre muy rápido. Se engancha, se entusiasma por un tiempo... y después se le pasa. Es su esencia. No lo hace a propósito.

Desde que se peleo con sus padres que es así, cambio.

Las palabras me atraviesan como un puñal, rápido, intenso.

Siento un calor subir por mi garganta.
No quiero preguntarle nada. No quiero darle más espacio.
Pero mi voz sale sola:

— ¿Y vos cómo sabes eso?

Pilar sonríe como una pantera satisfecha.

— Porque lo viví. Pensé que teníamos algo. Hasta que un día me dejó de contestar los mensajes. Así nomas. Sin explicación. Le dije que necesitábamos hablar pero él fue claro: nunca sintió nada real. Palabras textuales.

Siento que las manos se me entumecen.
Que el aire en la cocina se quedó sin oxígeno.

Aprieto los dedos alrededor del vaso de vidrio y lo sostengo tan fuerte que casi podría romperlo.

— Qué feo debió ser— susurro, aunque lo que quiero decir es no quiero escucharte más, andate, cállate.

— Sí, horrible— dice ella, tocándose un mechón de su pelo perfectamente peinado —Pero bueno. Él es así. Un hombre encantador... pero imposible de retener.

Cuando dice "imposible de retener", siento que algo dentro mío se parte. El miedo se hace más y más grande. Intento respirar y aflojar las manos. Mantener la calma.

Pero entonces y sin querer, el vaso se resbala de mis dedos.

Cuando intento agarrarlo ya es tarde, lo escucho caer. Lo veo romperse contra el piso.
Un sonido seco, fuerte, humillante.

Yo me quedo quieta. Pálida. Pilar se lleva la mano a la boca en un gesto dramático.

— ¡Ay, Sofía! Tenes que tener más cuidado. Qué torpeza, me pudiste lastimar— dice, como si fuera una maestra retando a una nena de seis años.

La vergüenza me estalla por dentro. Siento los ojos arder.
Siento la humillación clavarse como un alfiler.

— Tranquila, puedo limpiarlo— digo entre dientes, agachándome rápidamente.

— Sí. Hace eso— contesta ella, agarrando y tecleando en su celular —Igual, tranquila. Se que hay que tener mucha habilidad para trabajar en un ambiente tan exigente.

La forma en que lo dice me pega directo al pecho.
Como si yo fuera menos. Como si yo fuera un estorbo acá.

Agarro los pedazos del vidrio que puedo sin cortarme.

Pero no solo me tiemblan las manos. También lo hacen mis piernas.

Pilar suspira exageradamente detrás de mí.

— Ahora entiendo todo... Marcos siempre tuvo debilidad por las chicas así, medio torpes.
A este punto, ya siento que el corazón me late en los oídos. El enojo me sube tan rápido que casi me mareo.

Me pongo de pie y trato de respirar hondo.
Y en voz suave, pero firme, digo:

— No te preocupes por Marcos. Y yo me manejo sola.

Pilar se acerca un paso. Demasiado cerca.
Junto con su perfume, siento como viene su superioridad, su sonrisa de plástico.



#5202 en Novela romántica

En el texto hay: cafe, cafeteria, uruguay

Editado: 04.12.2025

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