Mi peor cliente

CAPÍTULO 24

La alarma suena por tercera vez, pero ni siquiera tengo fuerzas para levantar la mano y apagarla. El sonido vibra contra el velador, insistente, como si quisiera arrancarme de la cama a la fuerza. Tengo el pecho pesado, la garganta apretada y los ojos hinchados, aunque no lloré... no del todo, por lo menos.

Respiro hondo.

Decidí no ir al trabajo hoy.

Mis manos tiemblan un poco cuando agarro el celular. Tengo dos llamadas perdidas de Valentina y Cinco de Marcos.

Vuelvo a apoyar el teléfono boca abajo en la mesa de luz, como si esconderlo pudiera borrar el hecho de que estoy evitando a todos. Como si tapar la pantalla pudiera tapar lo que siento.

No puedo. No puedo verlo. No puedo escuchar su voz. No después de lo que pasó con Pilar en la cocina, todo lo que me dijo, de cómo me hizo sentir tan estúpida, tan poca cosa.
Y no después de mirar a Marcos a los ojos, sabiendo que estuvo con alguien así, que compartió algo con ella, aunque no haya sido nada profundo, saber que tuvieron algo siendo que nosotras somos tipos de chicas totalmente diferentes me confunde, me hace pensar que lo nuestro no significó nada para él, tal vez Pilar tenga razón, tal vez a Marcos solo le interesan las relaciones pasajeras.

La cabeza me late.

En ese momento, escucho una tos fuerte que viene desde el living.

— Mamá...— murmuro, saliendo de la cama casi por inercia.

Cuando llego, mi madre está sentada en el sillón, respirando entrecortado, como si acabara de correr una maratón.

Tiene el inhalador en la mano, pero le tiembla tanto que apenas puede presionarlo.

Me arrodillo frente a ella.

— ¿Otra vez?— le pregunto, tratando de mantener la voz firme.

— Si, pero estoy bien, Sofi...— dice, aunque su pecho sube y baja rápido —Solo me mareé un poco.

La ayudo a dar una inhalación. Son apenas unos segundos, pero se sienten eternos para mi.
Cuando finalmente logra respirar mejor, apoya la cabeza contra el respaldo del sofá y me mira con preocupación. Puro instinto materno.

— Vos si que no estás bien— dice —Tenes la mirada apagada. ¿Qué pasó?

Me muerdo la mejilla por dentro.

— Nada...— respondo, pero se me quiebra la voz en la última sílaba.

Mamá prende la luz baja de la lámpara ubicada a su lado, como si hacerlo pudiera iluminar lo que estoy escondiendo.

— A mí no me engañas— dice con suavidad —Háblame.

Me siento a su lado y la agarro fuerte de las manos para no ponerme a temblar. No quiero preocuparla más de lo que ya está. No debería cargarla con mis cosas cuando ella tiene suficiente con las suyas. Pero no puedo más. Tengo un nudo en la garganta que no se me desarma desde ayer.

— Es por el trabajo— digo al fin.

— ¿Qué pasó?

Trago saliva.
Las imágenes vuelven de forma filosas: Pilar sonriendo con esa superioridad insoportable, sus desafortunados comentarios clavándose en mí como una aguja, el vaso rompiéndose en el suelo, la mirada de todos. Y Marcos... llegando justo en el peor momento.

— Llegó una chica... una que estaba en la empresa pero se fue lejos por un tiempo ...— empiezo, respirando hondo —Pero ayer volvió y dijo algunas cosas sobre mí. Sobre Marcos. Sobre... ellos dos.

Los ojos de mamá se entrecierran.

— ¿"Ellos dos"?

La garganta me arde.

— Me siento una boluda, má— susurro, dejando que finalmente se me llenen los ojos de lágrimas —No tendría por qué importarme. Ni siquiera se que somos. Pero me dolió—Trago saliva otra vez —Me hizo sentir... menos. Como si yo fuera un chiste al lado de ella.

Mamá me agarra la mano.

— Sofía...— dice con una voz que parece un abrazo —No te compares con nadie. El que te hizo sentir así... no vale tu dolor.

— No fue él— digo rápido —Fue ella. Pero... él tampoco me dijo nada. Nada de lo que pasó entre ellos. Nada sobre que ella existía— mis ojos se llenan más y más sin poder parar —Y duele. Duele porque me importa demasiado.

Mamá me acaricia el pelo, despacio, sin apuro.

— Es normal Sofi, cuando te importa alguien, todo duele más— murmura —Pero eso no te hace débil. Eso demuestra lo buena, amorosa y sensible que sos.

Un nudo se me rompe por dentro. Apoyo mi cabeza en su hombro y cierro los ojos, respirando su olor familiar, ese que siempre logra calmarme.

El celular suena de nuevo, veo el nombre de Valentina en la pantalla y junto con un suspiro atiendo antes de que llame por décima vez en lo que va de la mañana.

— ¿Sofia? ¡Por fin contestas boluda!— dice ella, con voz agotada pero preocupada —¿Estás bien? Milagros me dijo ayer que pediste irte antes del mediodía.

Me acomodo el pelo, intentando sonar normal.

— Estoy bien... solo un poco resfriada— miento.

— Sí, claro. Y yo soy la presidenta de Uruguay— responde —¿Cuando volvés? Te juro que te necesito acá, Pilar está insoportable. No para de hablar ni un segundo de ella. Se ríe fuerte, cuenta cosas de Marcos como si fueran mejores amigos o no sé qué. No la aguanto más, te juro que estoy a nada de renunciar.

Me tapo los ojos con la mano.

— Valen... no es por nada, pero no quiero hablar de ella.

— Bueno tranqui, pero te digo algo más— su tono baja, se vuelve suave —Marcos me preguntó por vos hoy.

Mi corazón se encoge y siento como comienza a acelerarse, mamá me abraza por los hombros, como apoyándome.

— ¿De verdad? ¿Qué te dijo?

— Me preguntó si habías venido y si sabía como estabas, nada más. Pero estaba... raro. Muy preocupado pero a la vez un poco enojado, si querés que te diga la verdad.

Cierro los ojos fuertemente.
Puedo imaginármelo: caminando por el pasillo, serio, intentando parecer indiferente pero con los ojos fruncidos.
Duele. Más de lo que quiero admitir.

— Voy a faltar unos días— digo al fin, casi en un susurro.

Del otro lado hay silencio por unos segundos.

— No me gusta como suena eso— responde Valentina, sincera y suave —Pero si necesitas tiempo... tómalo. Yo te cubro. Háblame si necesitas algo, ¿Sí?



#5202 en Novela romántica

En el texto hay: cafe, cafeteria, uruguay

Editado: 04.12.2025

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