Mi Peor Pesadilla

Capítulo 1

Me llamo Amelia y tengo dieciséis años. Antes vivía en Holmes Chapel, pero, me mudé a Londres. Al principio imaginé que sería genial mudarnos, lastimosamente no fue así...
Prosigamos, soy de tez blanca, pelo castaño, ojos azules y mido 1,70. ¡Doy gracias a los cielos de no ser pequeña!
La verdad eso de ser popular no va conmigo, soy una persona muy sociable, me encanta hacer amistades a donde quiera que vaya.
Cuando mi padre me dio la noticia de que nos mudaríamos, me gustó mucho la idea. No es que no me gustara Holmes, solo que ¿qué chica de mi edad no quisiera vivir en Londres? Es una ciudad perfecta. Y creí que todo sería perfecto al estar allí nuevamente me equivoqué...
Ésta es mi historia y así empieza.

**

Desperté gracias al aparatejo del infierno, ese al que los seres humanos le llaman despertador, que por cierto terminó en algún lugar de mi habitación.
Me di la vuelta para seguir con mi lindo sueño cuando de repente escucho en el pasillo los gritos de mi hermana Coraline. Ella es la más pequeña de la familia, tiene apenas cuatro años.
— ¡Amelia despiértate yaaaaaaa!, ¡Dice papi que te despiertes! — grita al otro lado de mi puerta seguido de un golpe.
Mi día no podía empezar mejor.
Con todo el dolor de mi alma debo separarme del amor de mi vida... ¡Mi cama!
Hoy era mi primer día en el nuevo instituto, y, como quedaba a unas cuadras de mi casa podía irme caminando sin ningún problema.
Me dirijo al baño y mientras me desvisto, abro la ducha para que el agua se vaya poniendo tibia; a los segundos entro y me invade la lluvia artificial. ¡No hay nada más relajante que un buen baño por la mañana!
Termino de bañarme, enrollo una toalla en mi cabello y otra alrededor de mi cuerpo. Salgo de la habitación en busca de algo de ropa decente para vestirme, quería causar una buena impresión.
Me decidí por unos jeans medio rasgado color negro, una blusa de manga corta con una corbata en el cuello color amarilla y mis zapatillas. Dejé mi cabello suelto y opté por no maquillarme.
Cuando ya estuve lista, bajé a desayunar.
—Buenos días— saluda mi madre, de espaldas a mí — ¿Ya estás lista?
No me dio tiempo de responder por que el jefe de la casa habló.
—Mel, apresúrate, no puedo llegar tarde al trabajo— me tomó del brazo y me sacó de la casa a rastras, literalmente y para colmo, sin desayunar.
¡Que atrocidad! No pude ni jalar una manzana, pobre de mí estomaguito.
En mis planes no estaba esto, ir como cría de preescolar que van a dejar. ¡Genial! aquí vamos con don James en su auto rumbo a mi instituto... Por cierto James es mi padre y estoy orgullosa de él, pero ese no es el punto.
—Gracias, por traerme, pa— me despedí mientras descendía del auto.
— ¡Suerte mi princesa!
Nuevo instituto, ¡Aquí voy con todo!
En la entrada estaban unos chicos que la verdad tenían pinta de ser vagos... pero no me importó.
Cuando pase frente a ellos escuché como me gritaban una sarta de porquerías, ni me molesté en voltearles a ver, no valían la pena.
Tenía que ir directo a la dirección en busca de mis horarios y la asignación de mi casillero, además de la clave del mismo.
Caminé por un largo pasillo mientras observaba todo a mí alrededor, esperaba no perderme, hasta que por fin llegué.
Vi a una señora un poco mayor, se veía seria, debía de ser la secretaria.
—Buenos días, soy la alumna nueva, vengo por mi horario, por favor.
—La estábamos esperando señorita Ripoll, aquí está su horario, también el número y clave de su casillero— dijo al mismo tiempo que me extendía las hojas.
—Gracias, muy amable.
Salí de dirección. Ahora debía buscar mi bendito casillero pero en eso escuché un estruendoso sonido que casi me deja sorda. Vi a los alumnos correr de un lado a otro, mientras examinaba mi horario, me tocaba historia y vaya a saber dónde quedaba ese salón ¡Diablos!
Cuando por fin encontré el bendito salón la puerta estaba cerrada, lo que me faltaba.
“¡Estupendo Amelia! tu primer día y llegas tarde a tu primera clase, vas bien.” Me dije mentalmente.
Toque la puerta, que fue abierta por un señor de cuarenta años aproximadamente que deduje era el profesor.
—Sí, ¿qué se le ofrece señorita? — Estaba recostado en el umbral.
—Soy Amelia, la alumna nueva, vengo tarde porque me tocó ir a la dirección en busca de mi horario— dije mientras movía la hoja — ¿Puedo pasar?
—Por supuesto, pase, adelante— se hizo a un lado para que pasara —Señorita Ripoll siéntese, por favor, al lado del señor Parker, serán compañeros de banco— Continuó sin voltear a verme.
Vi a un chico de ojos azules y piel pálida, se reía estruendosamente junto con otro chico. Cuando tomé asiento a su lado y me vio se puso recto sin ninguna expresión en su rostro.
— Hola, soy Amelia y por lo visto seremos compañeros de clase— volteé mi vista hacía él — ¿Tú cómo te llamas? — Hubiese querido no haber hecho la pregunta cuando vi cómo tensaba su mandíbula y me ignoraba por completo.
Regresé mi vista hacia la pizarra, al parecer no le caí bien aunque tampoco iba a rogarle para que me hablara.
La hora de comer había llegado, el tiempo se me hizo eterno. Y para mi mala suerte, en todas las clases mi compañero era él, Austin. Si Austin se llama el tipo con el que me toca compartir banco.
Por otro lado había hecho dos amigas: Tamara Samper y Skyler Foster. ¡Que emoción!
Fui en busca de mi casillero, qué no me costó mucho encontrarlo gracias a las indicaciones de mis nuevas amigas, y dejé lo que no iba a usar. Ya después le cambiaría clave.
Moría de hambre. No era para menos si mi padre no había dejado que desayunara por salir rápido.
Iba pensando en la delicia de comida que podían vender aquí, cuando sin querer choqué con alguien y caí al suelo de espalda, mientras la otra persona ni se movió.
—Mira tu camino, niña tonta— esa voz, se me empezaba a hacer familiar.
Levanté la vista y en efecto, el tipo con el que había chocado era nada más y nada menos que mí querido y adorado compañerito Austin.
—Tonto tú.
—A mí no me hablas así, ¿entendiste? — dijo y se dio media vuelta sin siquiera ayudarme a levantar.
— ¡Vaya, menudo caballero! — grité pero ni se molestó en voltear a ver.
Me levanté y seguí mi camino, entré a la cafetería, que por cierto, estaba llenísima. Hice la fila y vi que esta estaba dividida en tres grupos: los de enfrente son los populares, los de en medio son los normales (en ese grupo voy yo) y los del rincón son los nerds, los que son ratas de experimento de los populares.
Después que pedí una porción de pizza y un jugo de frutas busque rápidamente una mesa que estuviera desocupada cuando divisé la mano de Tamara e iba caminando hacia ahí cuando sentí que me tocaron el hombro.
—Hola, puedes sentarte con nosotros, por cierto eres muy guapa y deberías pertenecer a nuestro grupo, a los populares— era una chica rubia.
¿En serio está plástica en verdad cree que me voy a sentar con ellos?. Pfff está loca, ni en sueños. Por cierto, me di cuenta que a ese grupo pertenece el descerebrado, debí imaginarlo.
La dejé ahí sin más, no le respondí, al contrario, la quité de mi camino.
Bien, Amelia 1 - Rubia 0, voy ganando.
Llegué hasta donde estaba Tamara y Skyler mis nuevas amigas.
— ¿Qué fue eso? nadie deja a Nicole Berrie con la palabra en la boca. ¿Estás consciente de lo que te puede hacer? — preguntó Sky algo asustada.
— ¿Quién es Nicole?
—Nicole es la capitana de las porristas y por ende la más popular, novia de Austin Parker. — respondió Tamara atemorizada.
Solté una carcajada, de esas que se escuchan a seis cuadras.
— ¡Oh bueno! Tranquilas chicas, no me pasará nada porque, ¿qué me puede hacer un fideo como Nicole? O sea nada, calmen su paranoia y vamos a comer— Por dentro no dejaba de tener cierto temor, pensaba si era capaz de hacerme daño.
Entre plática y risas escuché de nuevo el timbre, ese sonido en cualquier momento me dejaría sorda.
Me tocaba inglés y de nuevo debía compartir banco con ese.
En el resto de clases se la pasó fastidiando llamándome Amalia, Amnesia, Ailema, jalándome el cabello y pinchándome con la punta de su lápiz. ¡Este chico era realmente una pesadilla!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.