Mi Peor Pesadilla

Capítulo 5

Austin

Un mes después.
Llevo cuatro semanas rogando el perdón de Amelia, estoy consciente que fui un completo animal al tratarla de esa forma.
“Eres un animal de nacimiento.”
Por culpa de mi pasado tengo miedo a enamorarme, por eso actuó de esa forma. A quién engaño al decir que Mel no me gusta, si es la mujer más linda, mi mujer aunque ella no lo sepa.
Me quedé dormido, voy corriendo por los pasillos desiertos ya que todos están en clase, para mí buena suerte aún no llega la profesora así que entró sin ningún problema.
A lo lejos la veo sentada. No tengo más opción que sentarme a su lado.
No sé cómo va a reaccionar al verme, no ha notado mi presencia aún estoy a tiempo de salir del salón, pero, eso solo lo harían los cobardes, sin más vueltas me dirijo al banco que comparto con ella.
Noto como se tensa cuando me ve, hace el intento por levantarse pero soy más ágil y la sujetó por la muñeca con delicadeza.
—Por favor, necesitamos hablar— susurro.
—Tu y yo no tenemos nada de qué hablar, así que suéltame— grita e inmediatamente la suelto.
Toda la atención del salón está en nosotros dos.
—Solo dame cinco minutos— suplico de nuevo.
La clase transcurre lo normal hasta que termina. Estoy nervioso, casi acabe con la goma de mi pobre lápiz.
—Pueden salir— escucho que dice la profesora.
De un salto me levanto, intento agarrar las cosas de Amelia pero una voz me detiene.
— ¡Hola, guapa! Vine para llevarte a tu otro salón.
Es el tal Figgins. Veo como ella le sonríe y salen juntos dejándome parado como si no existiera.
Salgo echando humo y maldiciendo. En el camino me cruzo con Mariana, ella siempre ha estado enamorada de mí, veo como empieza a coquetearme y necesito distraerme sin pensarlo le hago señas para que vaya al salón que está desocupado.
—Eso estuvo genial— ella me sonríe mientras se acomoda la ropa. —Nos vemos preciosa— salgo rápido ya que voy con veinte minutos de retraso a mi siguiente clase.
Toco la puerta esperando que me dejen entrar.
— ¿Y ahora qué excusa tiene señorito Parker? — habla el profesor de matemática.
—Me dolía el estómago y fui al baño— me excuso.
—Pase, pero para la otra que su dolor de estómago no le dejé el cuello marcado.
“Bendita Mariana.
Amelia me repara de pies a cabeza y tiene el ceño fruncido. En estos momentos es donde me siento un completo infeliz, pero ella tiene la culpa se fue con ese sin dejarme hablar.
— ¿Qué me ves? — es lo único que logró decir.
—Lo gracioso que te ves con labial— y señala con sus labios.
Saca un pañuelo y me limpia donde según ella tengo pintura.
—Ya no hay rastros de que te hayan comido los labios Austincito.
Si supieras que tus labios son los que quiero probar. Digo en mis adentros.
— ¿Celos muñeca? — le digo, mientras saco mis apuntes.
A la hora del almuerzo veo que se sienta con sus amigas y Aleksei, eso ya no me gusta, están demasiado juntos y muy sonrientes.
Debo conseguir su perdón y decirle lo de mi pasado del porque tengo miedo a demostrar mis sentimientos.
Le digo a mis amigos que nos vemos en el salón, Jess me detiene ella sabe todo lo que pasé y por lo que me convertí en un patán de primera. Tiene miedo a que salga lastimado, eso no me importa.
Me paro frente a su mesa, sé que no soy bienvenido y tampoco me interesa solo necesito hablar con ella.
—Amelia, por favor podemos hablar unos minutos.
Escucho como las amigas le dicen que se recuerde como la deje la última vez, me molesta que le digan eso, no le pegue solo la empuje con el hombro y solo fue, ni se porque lo hice.
“Es lo mismo grandísimo genio.”
—Está bien.
Salimos de la cafetería para dirigirnos al patio trasero, mis amigos desde un rincón levantan los pulgares en señal de todo estará bien, cosa de la que no estoy muy seguro.
Nos sentamos en una banca bajo la sombra de un gran árbol.
—Mel, mi intención nunca fue lastimarte, sé que no tiene justificación mi forma de actuar de ese día, ni de los días anteriores, estas semanas estuve al pendiente de ti— escuché que sollozaba —te lo ruego déjame demostrar que lo que digo es verdad, perdóname te lo pido de todo corazón— la tomé de las manos —desde que llegaste me dediqué a molestarte, cuando tú solo buscabas mi amistad, debes entender que no soy bueno para ti ni como amigo, ni como nada.
Estaba siendo sincero, debía decirle lo de mi pasado pero no tenía valor, es algo que me marcó para siempre y ella merece algo mejor que yo.
—Austin, tú no eres malo, solo debes cambiar, dejar de agredir a las personas, dejar de utilizar a las mujeres— suspiré.
“Hay bonita si tan solo supieras por qué soy así.”
—Escúchame princesa, tú eres ese ángel que jamás pensé conocer, pero no soy bueno para ti— besé los nudillos de sus manos.
— ¿Intentemos ser amigos? Por favor Aus.
Me sentí miserable al escuchar que a pesar de todo quería ser mi amiga. Cómo un cobarde la dejé ahí sentada sin respuesta, sin decirle sí podíamos o no ser amigos.
Salí del instituto sin decirle a nadie quería gritar y maldecir aquel día en que había jurado no volver a sentir amor por nadie que no fuera la persona que hasta minutos antes de haber visto por primera vez a mi bella Amelia, era la dueña de mi corazón.
Ahora estoy calado hasta los huesos por Mel. No debo ni puedo cambiar, soy y seguiré siendo el mismo hombre que juega y va de cama en cama sin enamorarse. Debo olvidarla y sacarla de mi cabeza.




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