Mi Peor Pesadilla

Capítulo 9

Austin

Después que mi princesa me viera encima de las chicas. Olivia intento explicarle que nada era como lo imaginaba, a decir verdad ella había sido tan amable en llevarme hasta mi casa por la borrachera que me cargaba. A lo cual Amelia no reaccionó tan bien llamándola: samaritana.
Quería arreglar todo con Mel y gritarle que me había enamorado de ella, que rompía la maldita promesa que hice hace dos años de no volverme a enamorar.
Todo fue en vano, no creyó en mí, ni en mi arrepentimiento, al contrario maldijo el día en que me conoció y llegó al instituto, lo que más me dolió y tenía razón era en que me había convertido en su peor pesadilla.
Me ayudaron a ponerme de pie las amigas de Olivia, mientras ella me miraba con culpabilidad, pero el único culpable aquí: era yo, en ese instante vi como el auto pasaba frente a nosotros con una velocidad increíble. No pude detenerla, no quedó más que verla partir. Ya vería qué más hacía al siguiente día.
Les agradecí a las chicas, no sé ni cómo logré quitar llave, desde la puerta les dije adiós con la mano y entre a la casa, a duras penas subí los escalones a mi habitación y como pude me acosté en la cama.

***

Amanecí con un terrible dolor de cabeza, empecé a buscar mi móvil por toda la cama hasta que lo halle, vi la hora apenas tenía cincuenta minutos para llegar al instituto.
Salí de la cama me dirigí al baño arrastrando los pies, me despoje de la ropa, puse el agua a temperatura fría, primero metí el pie ¡Diablos! Sí que estaba muy fría, empecé a temblar, metí el otro pie ¡Aaahh! grité en verdad estaba muy fría, estaba pensando en ponerla mejor a término medio cuando no sé en qué momento pero me empujan dentro de la regadera ¡Maldita sea!, me golpeó el pie.
Cuando volteo a ver quién fue la o el que me empujó veo que esa persona tiene los brazos cruzados.
—Austin, deja de chillar como niña y báñate de una vez por todas. A menos que quieras que le diga a mis papás que anoche viniste borracho— puso su dedo índice sobre la barbilla como pensando.
—Lux, deja de gritar que la cabeza me explotará.
¡Genial! Ahora estoy en manos de una niña de seis años, lo último que me faltaba.
Terminé de bañarme, salí con una toalla envuelto de la cintura para abajo.
— ¿Qué haces todavía en mi habitación? Tápate los ojos, no te han enseñado mis papás a respetar la privacidad.
Me cambié lo más rápido que puede. Mi hermanita cuando se proponía a ser odiosa sí que lo era.
—Ahora bien, ¿Qué quieres a cambio de quedarte callada? Me siento a su lado.
—Me darás tu comida por un mes— subiendo y bajando ambas cejas.
— ¡¿Qué?! Estas loca Lux, ¿qué se supone que voy a comer?
Después de pasar peleando, ¡Por fin! Quedamos en que sólo quince días le daría mi comida, debo reconocer que para tener la edad que tiene se le ocurren buenas ideas para chantajear.
Salí de mi habitación echándole un vistazo al reloj de pared que está en el pasillo, me quedaban diez minutos para llegar al instituto.
Le envié un mensaje a Jess.
Yo:
Enana, llévame unas pastillas para el dolor de cabeza y una botella con agua, te adoro. Austin.
Visto.
Bajé como rayo a toda velocidad, pase por la cocina olía delicioso pero recordé que desde hoy no puedo tocar la comida de esta casa.
—Buenos días, lo siento voy tarde, nos vemos, adiós.
Volví a salir a toda velocidad, ésta vez iría en mi moto pues si iba en mi auto seguramente llegaría para navidad.
Después de esquivar unos cinco autos, unas tres personas y pasarme varios altos logré venir al instituto, aparque la moto en el primer lugar vacío que vi. Entré corriendo por los pasillos necesitaba verla debía explicarle todo, escucho que suena el timbre, así que doy la vuelta para mi clase, la buscaría en el transcurso de la mañana.
Entre junto a la profesora de español, me senté en mi lugar de siempre, estaba un tanto intranquilo por efectos de la borrachera de anoche, escucho que me hablan.
—Aquí está lo que me pediste, déjame adivinar ¿te duele de tanto estudiar?— sonríe mientras me da la botella con las pastillas.
Solo rodó los ojos y vuelvo mi vista al frente, sentía revuelto el estómago, si, no era para menos, anoche se me pasó la mano.
Pase mi primera clase con un gran malestar, sentí la gloria cuando tocaron el timbre. No perdí tiempo y fui a buscar a Mel quién iba directo a su otra clase, tuve que rogarle para que accediera hablar conmigo. Quedamos de hablar a la hora del almuerzo, ya que después tendríamos una charla en el salón de teatro.
En clase de matemática me tocó hacer pareja con una chica que no tenía ni idea en qué día estábamos, no me gusta esta materia pero tampoco soy tan flojo, así que le pongo ganas. Por terminar la hoja de ejercicios quince minutos antes nos dejó salir, aproveche ese tiempo para ir a comprar la comida, ahora voy caminando al salón de mi princesa a esperarla.
Empezaron a salir uno por uno hasta que la veo sonriendo con sus amigas al verme hace una mueca al mismo tiempo que les dice algo a ellas y a mí me hace de señas que la siga.
La sigo al segundo nivel entramos a una de las aulas, ella pone su bolso y regresa a poner pestillo.
—Y bien Austin, ¿Dime de qué quieres hablar?
Pongo mi mochila a un lado de su bolso.
—Compre pan integral con filete de pollo y jugo de naranja para ambos— le dí su comida.
—Gracias, no te hubieses molestado.
—No es molestia. Comemos y después hablo ¿Te parece?— sube los hombros como restándole importancia.
Nos dedicamos a comer en silencio, no uno incómodo si no al contrario.
—Bien, quería pedirte perdón por mi estupidez de ayer por la mañana y lo que viste anoche no es lo que parece— levanta su mano en señal de que guarde silencio.
—Está bien, entiendo que no hayas empezado con buen pie tu mañana, pero, nada justifica tu manera de tratarme y si fui en la noche a tu casa es porque tu amiga Jessica me rogó que te diera una oportunidad. Lo que hagas o dejes de hacer con tu vida es problema tuyo, aunque deberías de respetar tu casa y llevarte a tus novias a un hotel.
Ella tenía razón nada justifica mi manera de tratarla, en lo que no tiene razón era en “mis novias”.
—Si me dejaras hablar— me hace un ademán con la mano para que siga hablando —Todo lo que Olivia te dijo es cierto, yo estaba tan borracho en la discoteca ni siquiera estaba liando con ella, Amelia entiéndeme no podía mantenerme en pie y ella amablemente se ofreció a llevarme a casa. No te miento estaba ahí para olvidarme de ti con licor, no con mujeres. Por favor créeme ellas no son “mis novias” como tú dices— enarcó una ceja.
Parecía procesar toda la información que le había dado.
—Porque insistes en darme una explicación si eres libre de hacer lo que quieras, que bien que quisieras olvidarte de mí. ¡Te felicito!
¡Diablos! Solo abrí la boca para arruinar todo. Me pasé las manos por la cara.
—Ósea no mi amor, no es que te olvidara, me refiero a olvidar lo que sucedió ayer— la tomé de las manos.
Me vio fijamente a los ojos, sonrío con arrogancia y me quitó bruscamente sus manos.
—Como te dije anoche no te imaginas cuánto me arrepiento de haberte conocido, destrozaste mi vida y me has tratado tan mal.
No podía perderla, estaba decidido a contarle mi pasado.
—Mel, voy a contarte por qué soy así.
—No Austin, desde hoy no quiero saber nada de ti, no quiero que me vuelvas hablar.
Intenté y no dejó.
—No vale la pena rebajarse por una persona que no escucha razones Amelia. Está bien, yo tampoco quiero saber de ti.
Sentí como su mano se estrelló en mi mejilla.
—Como hombre no vales nada— me calaban cada una de sus palabras.
—De eso estoy consciente que no valgo nada, ¿Pero qué crees? Que tú tampoco lo vales, bienvenida a mi mundo.
Pude ver que iba a darme otra bofetada así que la sostuve con fuerza de la muñeca.
—Suéltame imbécil, posiblemente tus muñecas plásticas no valgan nada pero yo sí— solté una carcajada.
—Ya quisieras ser una de mis muñecas plásticas como tú las llamas, ¿O me equivoco?
Escuche unas palabras que me hicieron revivir mi pasado y que nunca hubiese querido volver a escuchar.
—Aleksei es mucho mejor que tú, es más hombre y sabe besar tan bien que te lleva al cielo. En verdad creíste que tú me interesabas, que iluso fuiste.
—Yo te llevaré al mismo infierno— susurré.
Noté cierto arrepentimiento en su mirada, ya era demasiado tarde, había revivido mi maldito pasado. Por qué tuvo que utilizar esas palabras.
—L-lo siento no qui..— no la dejé terminar.
—Vete Amelia, solo vete— me abrazo por detrás —que te vayas te dije.
Quería llorar me dolía recordar mi pasado, cada vez que lo recordaba me sentía herido y traicionado.
—Perdóname no quise decir eso, no sé ni porqué lo dije— me deshice de su abrazo.
—Estaba aquí para explicarte todo, quería estar bien contigo Mel pero tú no me quisiste escuchar— una lágrima bajó por mi mejilla, rápido la limpie. —Te deseo lo mejor, que seas muy feliz y perdóname por hacerte perder el tiempo.
Agarré mi mochila caminé hacia la puerta, quitando el pestillo estaba cuando escuché que sonó el timbre era hora de pasar al salón de teatro estaba claro que yo no iría, no estaba por ver a nadie menos que me vieran, voltee a verla desde el umbral y me perdí entre los alumnos.




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