Amelia
Un mes ha pasado ¡un bendito mes! desde que no dejé a Austin explicarme nada. Cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día que pasa me arrepiento. Ahora no sé cómo acercarme a él sin que me rechace, ya intenté de todas formas.
Cómo desearía regresar el tiempo atrás y haberlo escuchado, comprenderlo, pero no, solo se me ocurrió herirlo en su ego de hombre.
Hoy sábado no había mucho que hacer mis amigas estaban ocupadas y yo necesitaba salir a despejar mi mente, estaba sola no había nadie.
Salí de casa, camine a tomar el taxi no tuve que esperar mucho, podía ir en autobús, sí, pero esta vez no quería.
Le hice la parada al taxi, me subí, de inmediato le di indicaciones al chofer a que centro comercial iba. Recosté mi cabeza en el sillón y cerré los ojos.
Meses atrás juraba que odiaba a Austin Parker y hoy estoy aquí sin saber qué hacer, para poder hablar con él... tan siquiera cinco minutos, lágrimas salen sin pedir permiso. No sé cuánto tiempo transcurre desde que me subí solo escucho que me hablan.
—Señorita, ¿señorita se siente usted bien?— el joven me veía por el retrovisor un poco preocupado.
—S-sí— susurré —gracias.
No voy a dejar de sentirme triste, aún recuerdo cuando me invitó al parque de diversiones ¿Aún conservará esa foto? lo más seguro que la haya tirado ese mismo día o quién sabe.
Siento como el taxi se detiene, caigo en cuenta que llegamos, me doy cuenta que me sigue viendo por el retrovisor, trato de sonreír pero es evidente que no puedo.
—Aquí está, quédese con el cambio— le extiendo el billete y trato de bajar lo más rápido que puedo.
Me detiene de la muñeca y frunzo el ceño, no parece un violador, menos un ladrón.
—Mi nombre es Gabriel— me devuelve mi dinero —cómprate un helado y ya no llores eres muy bonita como para derramar lágrimas en un taxi— sonreí —si no tienes como regresarte a casa puedes llamarme— vi como anotaba su número en un pedazo de papel y me lo extendía.
—Gracias Gabriel, mi nombre es Amelia, no puedo aceptarlo es dinero de tu trabajo—. Se lo dejo en el sillón de copiloto y bajo.
No traía nada en mente así que entro a ver las tiendas de ropa, voy por la tienda número tres y ya me aburrí, en sí, no busco nada más que distraerme.
Ver una película, ir por comida, buscar un libro o simplemente seguir dando vueltas sin buscar algo en específico son unas de mis pocas opciones.
Me dirijo a una venta de palomitas de maíz las pido mixtas: dulces y saladas, así se me antojan. Me las dan, pago y voy en busca de una banca.
—Me hubieses llamado y hubiéramos pasado por ti— doy un brinco del susto.
—Me asustaste— me llevo la mano al pecho.
Tan grande Londres, tantos centros comerciales y me vengo a encontrar precisamente con Hanna.
—Tan fea soy— se hizo la ofendida —ven con nosotras vine con mi hermanita y unas primas— debía poner una excusa, nada se me ocurría.
Aquí voy de la mano de Lux y conversando con las primas de Hanna: Diane y Alice.
Mientras ellas se probaban todo tipo de ropa yo veía la forma de escapar, realmente era incómodo. ¡Al fin! Cada una salió con tres bolsas en cada mano.
—Ahora a comer que muero de hambre— gritó Alice —yo invito.
Nos dirigimos a la pizzería, todas queríamos de pepperoni y de queso. Nos entregaron nuestras bebidas en lo que nos entregaban las pizzas. Sabía que ahora vendrían las preguntas.
—Así que eres la novia de nuestro querido primito— subía y bajaba las cejas la chica de cabello rojo de nombre Diane
¡Dios! Casi me atraganto con mi bebida.
—No, para nada, solo fuimos compañeros de salón. Por motivos personales fui trasladada a otro— sin darle mayor importancia.
— ¿Ustedes se gustaban, cierto? O me equivoco— se tocó la barbilla —bueno no importa, lo importante es que Diane y yo, te queremos a ti para prima.
Le agradecí mentalmente a la mesera que vino con nuestro pedido.
No es que hayamos comido en completo silencio que se diga solo ya no tocaron el tema, lo cual agradecí también.
—Ya vino mi hermano por nosotras Mel, te pasaremos a dejar.
— ¡Oh no! no quiero molestar además me vendrán a traer— una mentira piadosa no hace daño.
En eso veo a Austin saliendo del elevador, siento mis piernas flaquear "piernas no me traicionen, no ahorita". Trate de sonreír mientras buscaba en mi bolso mi móvil.
—Listas hermanitas y primas, ustedes casi llevan todas las tiendas— solté una risita gracias a eso se percató de mi presencia.
— ¿Qué haces aquí y con ellas?
No sabía ni qué decir, en el tono de su voz notaba a kilómetros cuánto me odiaba, en cambio yo a él empecé a quererlo poco a poco.
—Vino con nosotras así que la pasaremos a dejar te guste o no hermanito— Lux agarró mi mano en apoyo.
—Suelta a mi hermana, no la toques— la puso detrás de él.
Me dolía cada una de sus palabras era como si yo tuviera alguna enfermedad contagiosa. Agache la mirada, lo mejor era irme. En un descuido anoté el número de Gabriel en mi móvil.
—Adiós, gracias por esta tarde lamento que haya terminado la salida así— me agaché poniéndome a la altura de Lux —cuídate princesa, me encantó volverte a ver.
—Te dije que no te acerques a mi hermana, Ripoll— me señaló con su dedo índice. — No quiero que te acerques a nadie de mi familia, ahora lárgate con Figgins.
No me importó llorar frente a ellas, ni frente a él. Como pude llame a Gabriel rápido reconoció mi voz aunque su jornada laboral había terminado me vendría a traer en su auto. Era mi única salvación en este momento.
Escuché como sus hermanas peleaban con él pero eso ya no me importa. Empecé a caminar y a ignorar que me llamaban sus primas, sentía que no podía más que en cualquier momento colapsaría por completo, solo veía que las personas me miraban y reconocía la voz de Hanna llamándome. Seguí caminando sin detenerme chocando con varias personas.
—Ripoll, te estoy hablando— voltee a ver ahí estaba él llamándome por mi apellido. Me quedé parada hasta que llegó frente a mí —¿tienes quién te lleve? O te llevo a tu casa.
Me entró un mensaje de Gabriel.
Gabriel:
Ya estoy aquí, frente a dónde te dejé.
✓ Visto.
Me limpie las lágrimas les di una última mirada y con la mano les dije adiós sin responderle a Austin. Empecé a correr como si de ello dependiera mi vida corrí lo más rápido que pude, por el vidrio de una boutique pude darme cuenta que detrás mío venía él, seguí sin parar.
Para mí mala suerte al salir del centro comercial y cruzarme la calle para llegar al otro lado me resbalé al mismo tiempo que un auto venía.
Solo escuché el claxon.
No sé cómo el tipo todavía logró frenar al mismo tiempo que caí al suelo, Gabriel corrió para levantarme y el señor salió de su auto asustado pensando en que me había arrollado.
—Perdóneme, salí sin darme cuenta, fue mi culpa— me disculpe.
—Estas bien mujer— Hanna me abrazaba —vez lo que provocas Austin— le gritaba a su hermano.
Se acercó una señora a preguntar si llamaba a una ambulancia, me negué, no era necesario.
—Por favor, Aus, hablemos cinco minutos— rogué.
Él negó, sabía que no sería fácil.
—Si te quieres morir, Amelia, hazlo no te diré que no, solo te pediré de favor que no lo hagas frente a mis hermanas— eso me dolió más que sus desprecios.
Vi cómo se las llevó dejándome ahí, sin importarle nada. Tenía razón a mí no me importó herirlo hace un mes y desde entonces estoy pagando con creces las consecuencias.
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Editado: 31.01.2025