Mi Pequeña Alma

3. Un milagro divino.

 

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Lucían

—¡Hijo! ¡Escúchame, te lo ruego, por favor! 

La voz de la señora que se vino detrás, me hace frenar en el pasillo, justo antes de llegar a la puerta de mi departamento ubicado en el último piso de este edificio. 

Escucharla llamarme hijo, me hace hervir la sangre de coraje porque sin ninguna duda no tiene ese derecho.  Doy media vuelta y la miro fijamente haciendo un gran esfuerzo para no explotar y decirle todas las verdades que se merece. 

—No me llame, hijo, y no me siga, no me busque, ya le dije que no me interesa tenerla cerca. —Soy claridoso, es mejor así, porque no me siento capaz de controlarme si insiste en perseguirme en todos lados como una sombra. 

—¿Como no llamarte así? Sí, es lo que eres, eres mi hijo, naciste de mí, y te juro que fue muy difícil tener que separarme de ti, por eso te pido que… 

—Usted no puede pedir, nada. ¿Fue difícil para usted dejarme? ¿Tiene idea lo que fue para mí, enterarme de que la mujer que me dio la vida, tuvo los cojones para meterme recién nacido en una caja de cartón y abandonarme en la puerta de la casa de unos desconocidos? ¿Sabe lo que se siente entender que el ser que se supone te amará por sobre todas las cosas, incluso sobre ella misma, decidió botarme como una bolsa con basura.? ¿Tiene una idea de cómo siento? Se lo explico, es como si una parte de mi alma estuviera perdida, porque aunque no quiera, duele saber que no fui importante para alguien que solo tenía la misión de amarme —Suelto parte de la rabia que me consume a diario. 

—¡Hijo! No podía, mi amor. Te juro que yo no podía, era muy joven y estaba…

—¡Que no me llame, hijo! ¡Carajo, no soy su hijo! Hacen 23 años atrás dejé de serlo, cuando su amor de madre no fue suficiente para no apartarme de su lado. Hacen dos años atrás me volví loco por conocer mis raíces, por encontrar respuesta del ¿por qué mi propia madre no quiso tenerme con ella? La busqué por cielo y tierra hasta encontrarla, le di la oportunidad de explicarme las cosas, pero claro, la señora una vez más se llenó de cobardía y decidió no decir una sola palabra, ahora, lo que tenga que decirme no me interesa.   

El tono elevando de mi voz, la espanta y retrocede algunos pasos, la veo soltar una avalancha de lágrimas y no niego que su estado me estremece fibras por dentro, sin embargo, no existen palabras que justifiquen su abandono.  

Suspiro profundo, tratando de oxigenar mis pulmones y a su vez tratando de serenarme para encontrar un poco de la calma que últimamente pierdo con mucha facilidad. 

—Es mejor que se vaya, señora. Yo no necesito otra madre más que la tengo, esa que usted escogió para mí, ella me dio todo lo que usted me negó, quédese tranquila, tomo una buena decisión porque a quien hoy tengo el honor de llamar mamá, es la mujer más buena y amorosa de este mundo.  —bajo el tono, para referirme con el respeto que siento, se merece la mujer que me crio. 

—Tienes razón, fui cobarde, hacen 23 años atrás cuando deje a mi bebé abandonado a su suerte, debí ser más valiente para enfrentarme al mundo por ti, y no lo hice. También fui cobarde cuando me buscaste lleno de preguntas, no tuve fuerzas para mirarte a los ojos y hablar contigo. Pero aquí estoy, tratando por primera vez en mi vida de ser más fuerte para decirle a mi hijo, que lo siento. 

—No siga, estoy cansado de esto, de verdad, ya tuve suficiente de este drama. ¿Puede irse? —Me exaspero.

—Sí, me voy.  Pero, hoy te digo, Lucían Comvel, que no me daré por vencida, te buscaré, te suplicaré y lloraré lágrimas de sangre si es necesario, porque aunque no merezca nada más que tu rechazo, algún día  cuando tu enojo y tu soberbia tengan menos valor en ti, que el bonito ser que tus padres de crianza forjaron en ti, tendrás que escucharme, porque tengo una verdad aquí dentro que te pertenece, —habla con más determinación de la que me interesa escuchar, me mira a los ojos por unos segundas más antes de dar media vuelta y volver a entrar al elevador que la trajo hasta aquí. 

Mis pies se anclan en el piso, no puedo moverme, mi voz se ahoga en mis pensamientos, forzando a mis labios a permanecer sellados, mientras mis ojos la observan partir envuelta en lágrimas que me pesan más de lo que necesito que me afecten.  Ver a la primera mujer que partió el corazón, llorar sin consuelo, me confunde y me descontrola. Pero ¿Cómo le explicas a un hijo, que tu amor no te alcanzó y por eso decidió abandonarlo?  Ella era mi madre, ella debió ser mi primer te amo, mi primera promesa de amor eterno, y, por el contrario, me marcó con mi primera decepción. 

Las puertas del elevador se cierran, la señora que dice ser mi mamá desaparece de mi campo de visión, y sigo estático, frío, enojado, confundido e incluso algo aterrado, porque, siento que algo muy gris me está envolviendo el alma y pido a Dios que un milagro divino me regale un poco de luz, o no sé qué será de mí, si sigo dejándome llevar por todo este dolor y este resentimiento que tengo sembrado aquí dentro. 



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En el texto hay: #amor, #drama, #romance

Editado: 04.03.2024

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