Melissa
Más de 18 horas de trayecto hasta que el tren se detiene, no me afano, espero sentada pacientemente en mi puesto cuando veo la avalancha de personas que se suman a las puertas ansiosas por salir. En mi estado debo ser precavida y no me voy a arriesgar a dar un mal paso por andar con afanes innecesarios.
Cuando la mayoría de pasajeros salen aprovecho para ponerme de pie y salir también. De inmediato el clima frío propio de esta época del año en Giethoorn, me da la bienvenida, al igual que sus hermosos y pintorescos paisajes que parecen un fantástico sueño. Sonrío llena de ilusión, porque mi pueblo natal me cubre de la paz que necesito ahora para empezar una nueva vida junto a mi bebé. No tengo miedo, por el contrario, hoy más que nunca me siento capaz.
Para mi dicha encuentro una hermosa sorpresa que no esperaba. La señora Ponce está junto a su esposo esperando por mí, ellos, fueron vecinos el tiempo que viví aquí con mi familia.
Mi corazón salta de emoción por verlos, camino en su dirección y nada puede llenarme más que los cálidos brazos de la anciana que me conoce desde niña, extendidos esperando por mí. Su amplia sonrisa es genuina y mi rostro invadido de besos llenos de amor, siento que me compensa un poco el no haber podido despedirme de mis padres como es debido.
—Dalila me llamo, mi Meli, me puso al tanto de todo, está muy preocupada y me pidió que te cuidara como si fuera ella quien estuviera aquí contigo, mi amor. En casa estarás a salvo. —Me asegura con mucha calma y el señor canoso que la acompaña confirma sus palabras.
—Le agradezco mucho con todo mi corazón, señora Ponce, pero no puedo aceptar su oferta, si necesito un lugar donde poder quedarme, pero no quiero incomodarla. —Me niego porque su casa está llena, una de sus hijas, con su marido y sus niños, viven con ellos y dos familias enteras en una casa pequeña es demasiado. En este momento de mi vida, necesito iniciar sintiéndome estable.
—Sabes que no es molestia mi niña. Así como yo tengo claro lo terca que eres y que no darás tu brazo a torcer, tu madre ya lo había previsto y me dio indicaciones, así que no te preocupes. Cerca de mi casa, encontré un departamento en alquiler muy pequeño, ya lo arrendamos para ti, la paga no es muy alta, así que tus padres pagaron tres meses por adelantado. Solo me preocupa que es muy pequeño.
—¡Será perfecto, muchas gracias! No sabes lo mucho que me reconforta esta noticia —agradezco emocionada, abrazándola con algo de fuerza. De verdad, esta señora no tiene ni idea lo que significa para mí encontrar una mano amiga que me haga sentir que aún hay gente buena en este mundo.
—No me agradezcas, lo hago con mucho cariño. Mejor vámonos que hace frío y debes tener hambre. —invita, agarrando mi mano y me lleva con ella— Hudson, agarra el bolso de la niña. —Le pide al esposo y me arranca con cuidado el pequeño y único morral que conforma mi equipaje, que traigo colgado en unos de mis hombros.
Mi bello Giethoorn es conocido como la Venecia de Holanda, precisamente porque sus canales de aguas no solo lo hace más hermoso de lo que, de por sí ya es, sino porque, es nuestro principal medio de transporte, así que, muy aferrada de la mano de mis acompañantes, subo a la canoa que nos llevara a nuestro destino. Con cuidado me acomodo y suspiro profundo, no sé si por sentir tanto alivio de estar lejos del ser oscuro que amenaza la vida de mi hijo, o por lo delicioso que es respirar un aire limpio y libre de contaminación. «Creo que por ambas razones»
Mi mirada se pierde durante el corto trayecto en los alrededores, y sin duda puedo decir que este rinconcito del mundo es sencillamente un perfecto paraíso.
—Hudson, apenas lleguemos, te vas para la casa y le dices a la nena, que Meli ya llegó a su departamento, que le traiga la cena que es un poco tarde.
Escucho lo que le dice al esposo y siento un poco de vergüenza, no obstante, omito la sensación porque es muy necesario para mi hijo y para mí ingerir alimentos cuanto antes.
Escasos 20 minutos después llegamos a donde será mi nuevo pequeño hogar. Es una cálida casita de madera con techo de palma, rodeada de árboles grandes y pequeños que la resguardan. Por dentro solo incluye una cama de un solo cuerpo, un baño, pequeño, una sencilla cocina y un patio trasero que me regala lo que, para mí, es el mejor paisaje de este mundo.
—¿Segura vas a estar cómoda aquí, Meli? No me gusta la idea de que estés solita, déjame llevarte a casa conmigo, te prometo que nos acomodaremos. Hudson puede dormir en la sala y… —propone inquieta.
—Estaremos muy bien, señora Ponce. Es perfecto, en verdad amo este lugar. —aseguro con una amplia sonrisa, asomando emocionada mi cabeza por la ventana de mi cocina que me da vista hacia mi confortable y desde ya, amado patio.
—Te voy a creer, pero está demas decirte que las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para ti y tu pequeño. Y también vendré mucho por aquí a darte vueltas, afortunadamente estoy solo a unos metros de distancia.