Mi Pequeño Angel

Capítulo 5

Nadie respondió. Por lo que me hizo sentir estúpida ¿A quién le hablaba? Me reí de mi misma, como podía ser tan ingenua.

Entonces decidí levantarme de la cama y baje las escaleras hasta la cocina, busque entre los cajones donde mamá guardaba los cubiertos y no encontré ningún cuchillo, luego corrí hacia la habitación de mis padres y busque en los cajones, di un salto cuando escuche un trueno y me mordida el labio intentando no llorar, suspire cuando encontré lo que buscaba; una aguja. Coloque la aguja hacia arriba de manera que la punta estuviera hacia mí, levante mi mano derecha y puse mi dedo cerca de esta, iba a hacerlo, tenía que sentir dolor, jamás lo había hecho, de repente la aguja fue alejada de mi mano, como si la hubieran golpeado, me quede inmóvil, un escalofrío me recorrió la columna y mire el suelo.

– ¿Que es lo que quieres? –pregunte.

El silencio fue mi respuesta, me senté en el suelo y puse mis manos en mi orejas, coloque mis piernas contra mi pecho tratando de respirar, algo me estaba persiguiendo, algo que no podía ver y que podría hacerme daño cuando quisiera.

– ¡Déjame en paz! –grite pero fue silenciado por un trueno.

A los pocos segundos sentí mi corazón tranquilo, deje de llorar y me sentí segura otra vez, abrí los ojos y mire alrededor.

–Déjame en paz –susurre.

Por la mañana, cuando me dirigía hacia el colegio después de un baño largo estaba en la camioneta de camino a casa de Clara, no había dormido y era por eso que llevaba gafas oscuras, mi cabeza me dolía y tuve que estar viendo películas toda la noche para no dormirme.

– ¿Y eso? –preguntó Clara una vez que entró al auto, se aseguro de haber cerrado bien la puerta y yo seguí mirando hacia el frente.

–No pude dormir –le dije.

Tenía mi cabello en una coleta, vestía unos pantalones ajustados y una blusa rosa bajo mi suéter negro, no había puesto tanto empeño en arreglarme, solo quería salir de la casa lo más rápido que pudiera.

– ¿Por la lluvia? –preguntó.

Abrí la boca... ¿Iba a contarle? ¿Podría atreverme a decirle que sentía que alguien estaba detrás de mí? ¿Que habían un fantasma en mi casa?

–Si... –dije apretando el volante con mis manos, iba a creer que estaba loca, porque sinceramente yo lo creía.

– ¡Allí hay un lugar, tómalo! –dijo Clara apuntando junto a un árbol cerca del colegio, aparque ahí y ambas bajamos con nuestras mochilas en nuestros hombros, siempre nos reuníamos con los chicos antes de iniciar las clases y ahora no había nadie en el Ferrari de Aaron, y eso estaba genial, tampoco quería hablar con nadie a excepción de Clara. –A ti te sucedió algo más, dímelo.

La mire.

–No, enserio no pude dormir, mis ojos están rojos y tengo una ojeras horribles –le dije y era verdad.

Ambas entramos al colegio y su primera clase era una completamente diferente a la mía así que Clara y yo nos separamos. Camine hacia mi salón de clase y entre para luego sentarme en uno de los bancos alejados, todos notarían que algo estaba mal conmigo porque yo no era casi, era sociable y feliz, no callada.

– ¡Oye Mad! –gritaron detrás de mí, me di la vuelta y vi a Liam que apuntaba un lugar junto a él, no quería hablar con nadie pero sería una grosería de mi parte decirle que no, así que tome mis cosas y camine hacía él.

– ¿Estas enferma? –preguntó

–No, es solo que no dormí –le dije antes de quitarme las gafas, a la profesora no le gustaba que usáramos algo que nos obstruyera la vista.

– ¿Y porque?

–No lo sé –dije.

–Bien clase, saquen su libro en la pagina diecisiete...

Después de una hora de clase, Liam y yo salimos del salón no sin antes haberme puesto las gafas, caminamos hacia la cafetería en busca de nuestra mesa.

– ¡Hola chicos! –Gritó Scott –Santa mierda, te ves horrible Mad.

–Gracias –murmuré antes de sentarme.

– ¡Oye! –Aaron lo golpeo en el hombro.

–Solo bromeo –dijo mientras se frotaba el hombro.

– ¿Que tienes Mad? –me pregunto Aaron mientras ponía su brazo derecho sobre mis hombros.

Negué.

–Nada –dije.

–Nunca usas gafas... a menos que estemos en la playa –dijo él.

–No durmió –dijo Clara mientras se sentaba a mi lado.

Él se me beso la mejilla.

– ¿Tuviste pesadillas?

–No, es solo que... le tengo miedo a las tormentas, ya sabes truenos, relámpagos –murmure muy bajo para que sólo él me escuchara, era algo vergonzoso, tenía diecisiete años.

– ¿Enserio? –preguntó.

Asentí avergonzada.

–Oh amor, no tengas miedo yo voy a cuidarte.

Se me puso la piel de gallina al escucharlo decir eso, es que eso era exactamente como me sentía, segura todo el tiempo y eso me daba miedo, algo estaba detrás de mí.

–Nini ¿Podrías quedarte esta noche en casa de Mad? –le preguntó Aaron.

Fruncí el ceño y lo mire.

–Claro –dijo ella a mis espaldas.

–No necesito que me cuiden –le dije a Aaron –Fue sólo una noche.

–No según el pronóstico –dijo él –Va a estar lloviendo toda la semana

Genial. Simplemente genial.

–Bueno, ya me las arreglare –le dije a mi novio.

Él no dijo nada y me beso la frente, luego estaba hablando con Scott, me gire y vi a Clara.

–No vas a ir a mi casa, estoy bien

–¿Segura?

Asentí.

–No va a pasarme nada, nunca me pasa –me encogí de hombros

Y entonces, se me ocurrió una idea.

–Pellízcame –le dije a Clara.

– ¡¿Qué?! – me mira como si de repente me hubiera salido un tercer ojo. – ¡¿Porque lo haría?!

–Solo hazlo –le dije mientras levantaba la manga de mi suéter, exponiendo mi antebrazo derecho.

–No ¿Porque voy a pellizcarte? no me has hecho nada.

–Si eres mi amiga vas a hacerlo, anda hazlo.

Ella me miro como pensando que estaba loca, levantó su mano y la coloco sobre mi brazo pero antes de que lo hiciera el sonido de alarma contra incendios resonó por todo el colegio y todo el mundo grito, Aaron me ayudo a levantarme de mi silla y se apresuró a ponerme contra su pecho, todos corrían hacia la salida de emergencia, yo miraba a todos lados tratando de encontrar a Clara pero no pude verla, mis pies temblaban y ni siquiera sabía cómo estaba caminando, el brazo de Aaron seguía firme a mi alrededor y cuando salimos fuera del colegio todos estaban en el campo de fútbol americano, Liam y Scott corrieron hacia nosotros cuando nos vieron llegar, Aaron ignoro las preguntas que sus amigos le hacían y se inclino para verme directo a los ojos y tomar cada lado de mi cara con sus manos.




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