Víctor Derricks
—¿Cómo te atreves a entrar a mi casa sin avisar y creerte moralmente superior para verla por encima del hombro así? —Gruñí deteniéndome frente a Amelie, había captado su clara confusión, pero no estaba para dar explicaciones
—Primero, es nuestra casa—Recordó deteniéndose al final de las escaleras —Segundo. Yo no he visto a nadie mal, y si lo hice, perdón cariño, pero es de nacimiento, no ha sido mi intención —Señaló fingidamente arrepentida, su cinismo me volvía loco—¿Quieres que hablemos de nuestros asuntos frente a ella?—Cuestionó alzando una ceja y cruzando los brazos, suspiré. No, claro que no quería eso, si Amelie veía como me ponía... Huiría despavorida y me alejaría permanentemente de Oliver
—Yo...
—Esta bien, yo me voy—Habló ella antes que yo, me volteé para mirarla, se encontraba algo impaciente he incómoda —Hablamos mañana, sí? Resuelve tus... Asuntos—Pidió en un murmuro. Tragué saliva, bien, debía empezar a pensar una buena excusa para esta escena, porque debía explicarle si no quería que perdiera toda la confianza en mí, otra vez
Me limité a asentir, tomé las bolsas del piso y las dejé en el auto, le indiqué al chófer que la ayudara a bajarlas cuando llegara a casa con una propina extra y volví a entrar a la casa
—A mi despacho—Ordené irritado mientras caminaba hasta la sala por una botella y un vaso, esto iba para largo...
Cuando entré ella ya estaba cómoda en el asiento al lado de la ventana que le daba una vista perfecta del jardín y la luna. Suspiré cerrando la puerta y sentándome en el otro sillón que quedaba al frente, llené el vaso y lo bebí sin dejar de mirarla. Lucía bien, extravagante como siempre, unos jeans que se acentuaban demasiado a su figura de muñeca y una blusa negra algo ancha que igual no le quitaba lo atractiva, traía zapatos deportivos, algo inusual en ella, pero suponía era porque había acabado de bajar un avión y prefería estar cómoda
—¿Qué se te ofrece, mujer?—Hablé intentando permanecer calmado, aunque sabia que igual me sacaría de quicio
—Lo de siempre, lucho por lo que es mío—Mencionó con sencillez encogiéndose de hombros, mi sangre hirvió —Ay, Víc, una escenita de ira es propia de ti, pero deberías al menos relajarte un poco esta vez, sabes?—Sugirió con algo de cinismo, se levantó y se detuvo a mi lado, me arrebató la copa y bebió un sorbo. La dejé, pero permanecí alerta
—Sabes muy bien como me pones—La escuché reír por lo bajo cuando estuvo detrás de mí, rodé los ojos —Y yo soy el pervertido
—Sé que te pongo cachondo, no te preocupes—Asumió empezando a masejear mis hombros, me relaje un poco
—¿Y Jackson?
—Me ha montado el cuerno, maravilloso, no?—Mencionó con cierta ironía
—Eso debió dañar tu gran orgullo, se supone que se amaban —Burlé con una sonrisa
—Se supone, exactamente. Pero bueno, le perdí, ya habrá alguien más
—Para ti todo es un capricho, no? Pierdes uno y tienes diez más —Me quejé rodando los ojos
—¿Crees que no me a dolido? Que este hablando de esto contigo con normalidad no significa que no me este muriendo por dentro. Serás imbécil si eso es lo que piensas —Habló a la defensiva, sabía que le dije indirectamente zorra. Pero como toda bipolar que es pasó la punta de su nariz por mi nuca, mi piel se erizó ante su contacto
—Sabes que no podemos hacer esto—Murmuré, ella soltó una risa sarcástica —Si te ríes por eso, a sido sólo una vez, porque me habías provocado y me tenías hasta la coronilla
—Mejor cállate antes de que te tire por la ventana de una patada, quieres?—Pidió irritada, sabía que era por el recuerdo. Besó mi cuello aún detrás de mí, suspiré hondo
—Kristal Derricks, no le voy al incesto—Aquello al parecer sólo la alentó más. Dio la vuelta y se sentó en mis piernas, aplastó mi erección con su trasero de manera bastante torturosa
—Dos más dos son cuatro, cariño —Burló ladeando la cabeza y haciendo más presión, solté un gruñido tomándola de la cadera cuando se acomodó a horcadas sobre mí. Algo se traía entre manos—Yo sé muy bien como te pongo, así que metete tu gran decencia por donde no llega el sol
—Joder, que somos hermanos—Hablé aún entre un hilo de cordura por sus movimientos de cadera sobre mí erección. Rodó los ojos ante mi vaga excusa
—Somos dos personas totalmente diferentes que lo único que comparten es apellido. No nos criamos juntos porque la mayoría de mi estadía era en internados, la calle o mi habitación, no compartimos lazos sanguíneos y no somos iguales ni en una peca. ¿Otra excusa mejor?
—Me siento culpable...
—¿Por la chiquilla y el bebé? No te estoy pidiendo que me folles todos los días —Burló dejándome un sentón. Adiós cordura y vete a la mierda moral
La tomé posesivamente de la nuca y la atraje a mis labios que la reclamaron con exigencia en un beso salvaje, beso al que ella correspondió encantada mientras desabotonaba mi camisa sin perder mucho tiempo. Mordió mi labio interior haciéndome jadear por la fuerza que ejerció, pero me las cobre cuando apreté su trasero y ella se quejó
—¿Qué buscas, víbora? —Susurré sobre sus labios mientras ella disfrutaba del placer que le generaba la fricción de mi miembro contra su intimidad, ella gimió excitada y yo la nalgueé aún más caliente
—Quiero mi herencia. Toda mi herencia —Habló entre jadeos, alcé una ceja—Me pertenece... No me mires así —Gruñó suspirando —Estoy harta de que controles todo el dinero que me pertenece cuando yo soy la legítima de todos ustedes
—¿Para qué lo quieres?—Cuestioné curioso desabotonando mi pantalón y dejando que ella lo bajara un poco, así tenía un contacto más directo y podía verlo, sabía que eso le ponía más
—Lo quiero para mí, para empezar mi vida, genio, exijo que me lo entregues por las buenas si no quieres que tome cartas en el asunto—Susurró sobre mis labios, me dejó unos besos más y yo la tomé del cuello con brusquedad alejándola, pero no ejerciendo tanta presión como para cortarle el aire por completo