"Todo, todo. El inico"
Samantha Fleming.
El sol veraniego de Los Ángeles impacta de una manera deslumbrante sobre mi pálida piel. Me siento como en esas películas donde la chica se ve jodidamente bien por el aire que le pega en la cara mientras cierra sus ojos. Pero no es la realidad, así que amarro mi cabello en un pequeño moño.
“Stand by Me” inunda mis oídos. Me gusta escuchar mucho este tipo de música después de un viaje largo, me da cierta tranquilidad. Acabamos de llegar de Canadá, después de cinco años viviendo allí, mis padres decidieron mudarse a Los Ángeles de nuevo.
— Recuerda que hoy vemos a tus abuelos —dice mi madre quitando unos de los audífonos bluetooth de mi oreja. Bufo ante tal acción, ella sabe que me molesta que haga eso.
— ¿Podemos pasar a alguna librería antes de ir a verlos? —le pregunto a mi papá quien va en el asiento del piloto— Ya no tengo libros...los termine de leer todos.
Me encanta leer, es algo que disfruto. Disfruto el perderme en un mundo en el que todo suele ser increíble, disfruto enamorarme de cada personaje literario, la lectura ha sido mi escape de la realidad, de la ansiedad y la depresión.
Papa suspira antes de hablar— Está bien, iremos al supermercado, puedes pasar a su librería si quieres.
***
Una vez que llegamos al supermercado fui directo al área de libros y revistas. Mi celular comenzó a vibrar en el bolsillo trasero de mis pantalones.
<< Llamada entrante. Mamá. >>
— Bueno.
— Cariño, te vemos en el área de las cajas, te llamaremos cuando estemos allí.
— Okey, adiós. —dije mientras mis dedos se deslizaban por cada uno de los libros que estaban en el estante frente a mí. Chillo de emoción al ver un libro que quería desde hace un tiempo. <<Todo, todo.>>
— Un poco cliché para mi gusto —dijo una voz a lado mío. Me sobresalte, estaba tan perdida en los libros que estaban. “A través de mi ventana”, “Boulevard”, “A todos los chicos de los que me enamore” y otros libros igual de geniales, qué ahora eran grandes películas.
— Bueno, me gusta lo cliché. —dije sin más.
El chico a mi lado soltó una risita burlona. Okey, estaba comenzando a molestarme.
¿Qué se cree para reírse de mis gustos?
—Déjame adivinar, te gustan las historias en las que la chica tímida, inteligente y hermosa que no va a fiestas y no le agrada a nadie conoce al típico chico frio, calculador, y con demonios internos, que es celoso a un nivel Chernóbil, que folla como un dios, apariencia de Dios griego. —hace una pausa para tomar aire— El chico al inicio odia a la chica, hasta que empieza a conocerla y descubre que no es la chica que aparenta ser y ¡Pum! —con ambas manos imita una explosión— se enamoran.
—¿Cómo sabes que el chico folla como un dios griego? —me froto la barbilla como si pensara y hago una mueca sorprendida— ¡Has follado con uno!
Rueda los ojos— Agh, claro que no, no veas cosas donde no son.
—Yo solo digo lo que pienso, y tu dijiste “que folla como un Dios” —imito su voz.
—De igual manera, te recomiendo ese —dice señalando el libro que tengo entre mis manos. Ignorando mundialmente lo que dije, sigue hablando. — Es uno de mis favoritos.
—¿Termina bien? —pregunto con curiosidad y rezando que tenga un final feliz.
—¿Tanto daño te han hecho los finales de los libros para que preguntes eso? —dice mirándome fijamente. Me gustaría decir “Me mira con ternura” o algo así, lo realidad es que no se identificar cuando alguien me mira tiernamente, algo decepcionante para alguien que ha leído tanto cliché casi toda su vida.
—Si, termina bien —dice guiñándome un ojo.
—Gracias —digo sinceramente.
Se forma un silencio incomodo en el que solo nos miramos y miramos los libros, antes de que pudiese hablar una voz me interrumpe. — ¡Samantha, cariño! —la voz de mi padre llega a mis oídos. Oh, oh.
Me giro lentamente rezando porque no haya visto cuando hablaba con el desconocido que me dijo que el libro que quería tenia un final feliz.
—Tu mamá me mando a buscarte, no contestabas el teléfono y ya sabes como se pone si no le contestas.
—Si, lo olvide, tenía el teléfono en silencio. No volverá a pasar —dije en un susurro.
La vista de mi padre se cambia de lugar para llegar a el chico frente a nosotros. Observándolo bien, creo que es demasiado guapo. Es alto, deberá medir un metro ochenta o un metro ochenta cinco, sus facciones son delicadas y sus ojos son de un lindo color gris, su cabello era castaño por lo que se podía ver, pues traía una gorra color marrón, observando su atuendo me doy cuenta que viste completamente de negro.
Un silencio mucho más incómodo se formó cuando ninguno de los tres hablo, pero, algún dios nos estaba observando y se apiado de la incómoda situación pues una señora de unos cincuenta años aproximadamente llego hasta nuestro lado.
—Te he dicho que siempre me avises en donde te metes cuando venimos —dice la melodiosa voz de la señora, supongo que debe ser su mamá, el parecido es evidente.
—Si, mamá —dice en un susurro. Vaya, ya no hay rastro del chico burlón que estaba hace unos momentos.
—Si ya conseguiste el libro que querías podemos irnos, tu madre debe de estar como loca esperándonos —dice mi padre mientras se dirige al mismo lugar por el que vino.
Yo solo me limite a asentir y seguirlo.
Y como si todo esto fuera cliché, aquel chico me dijo. —Nos vemos por ahí, Samantha.
Dirigí mi vista hacia donde se encontraba y me limite a sonreír y a mover mi mano a manera de despedida. Mi nombre sonaba muy bien en su voz, de eso no había duda.
—¿Y ese quién es? —susurra mi padre cuando estamos a una distancia prudente.