Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 1

Aina

Siento las lágrimas deslizarse por mis mejillas, pero las limpio rápidamente como puedo para que la pequeña castaña que tengo al frente no me vea así y dar una de mis mejores sonrisas cuando levanta su mirada hacia mí; viendo esos ojitos azules que me hipnotizan cada día.

La pequeña castaña de apenas seis años cierra sus ojitos cerrando sus manos en puño ejerciendo fuerza. Me acerco observándole con los cables que tienen conectado en su brazo y en su pequeña mano.

Me duele verla sufrir de esta manera.

—Vas a estar bien mi niña —beso su frente.

—Soy muy fuerte mami —dice por lo bajo —. Soy muy fuerte.

—Lo eres, amor, lo eres.

Un día como hoy se cumplió tres años que le detectaron leucemia linfoblástica aguda infantil y que desde inmediato nos mandaron a tratamiento: desde sus tres años de edad, mi pequeña Iana ha estado bajo tratamiento.

Abre sus ojitos viendo las pequeñas lágrimas acumularse y deslizarse por sus mejillas.

—Eres fuerte amor —limpio con mi pulgar las mejillas —. Recuerda que siempre lo eres.

Trato de no derrumbarme delante de mi niña porque que sé que si lo hago no habrá vuelta atrás, tengo que estar bien para mi pequeña, tengo que estar bien para que pueda sonreír otra vez.

—Muy bien Iana, acabamos con el tratamiento del día de hoy—dice la doctora de cabecera de Iana sacando los cables de su manito y brazo en compañía de otra enfermera.

—Despacio por favor.

—Pero ya no me duele mami.

—Lo sé mi amor, pero de todos modos tenemos que avisar.

—Entiendo…

—¿Me pincharán más? —interrumpe mi niña mirándonos haciendo pucheros —Es que ya no quiero que me pinchen.

Me agacho poniéndome de cuclillas acariciando sus hombros.

—Es para ver como reaccionara tu cuerpito mi vida, para decirle adiós a esa mala bacteria —como siempre le ha dicho que una bacteria la molesta mucho.

—Exactamente, Iana, tu cuerpo reacciona a los tratamientos muy bien. Pero para comprobar debemos de hacer otra quimioterapia para ver si la bacteria desaparecerá de tu cuerpo.

—Ya no quiero más bacterias.

—Lo sé mi amor, entonces, que me dices ¿Desaparecemos a esa fea bacteria?

Agacha la cabeza moviendo sus pies y la levanta dándome una sonrisa mostrándome sus dientes.

—Le diré chau bacteria y que no me molestarás más.

—Eso es mi vida —beso su nariz y me levanto —. ¿Entonces ya está programada para su próxima quimioterapia?

—Sí, la próxima semana nos veremos nuevamente —dice dándome una sonrisa reconfortante —. Me retiro. Cuídate Iana y no comas muchos dulces. Igualmente, para ti Aina. Nos vemos.

—Gracias doctora.

Nos despedimos y agarro la mano de Iana y salimos del hospital. Acomodo a la castaña en el asiento trasero del auto y le pongo el cinturón; no sin antes ponerle en su tablet algunos videos de masha y el oso, su dibujo animado preferido. Ya acomodado cierro la puerta y me subo al auto arrancando hacia las calles de Barcelona

—¿Mami, iremos donde los abuelitos? —pregunta sin dejar de mirar sus videos.

—Sí, amor.

—Quiero ver a mis abuelitos y a tío Cristian nos los veo desde hace… —agarra la tablet con una mano y cuenta con sus dedos y me enseña dos de sus delgados dedos —Así, mira mami.

—Solo fueron dos días, amor —rio —. Pero ya falta poco para llegar y los veas.

Me adentro en la calle por donde viven mis padres, los guardias que cuidan la casa me miran y asienten abriendo las rejas. Detengo el auto y me desabrocho el cinturón para hacer lo mismo con Iana, pero me detengo cuando mi hermano sale con esa típica sonrisa que le da a mi hija y camina hacia el auto abriendo la puerta sacando a mi niña quien grita cuando su tío la carga.

—¡Tiooo! Te extrañé mucho.

—Yo también te extrañé mi pequeña ratona.

—Hola hermana —besa mi frente.

—Hola Cris.

Nos dirigimos para entrar a casa mientras mi hermano trae en sus brazos a Iana, quien está gustosa en sus brazos. Veo a mis padres levantarse del mueble y vienen con sus sonrisas grandes cada vez que vinimos a visitarlos.

—Pero mira quien acaba de llegar —dice mi papá —. Si no es nada más y nada menos que nuestra nieta preferida.

Abrazan y besan a Iana, quien ríe con tanto cariño por parte de sus abuelos y tío.

—¿Cómo estás, hija? —pregunta mamá dándome un beso en la frente.

—Bien, solo tratando de que esa maldita enfermedad desaparezca.

—Cariño a su tiempo —habla papá dándome un abrazo —. Nuestra nieta es muy fuerte, al igual que tú.

—No me gusta verla con sus ojitos llorosos cada vez que le duele —reprimo las ganas de llorar —y saben que jamás permití que mi niña sufra mucho menos que la leucemia está tras ella.

—Lo sabemos hermana, sabemos que eres capaz de todo por solo ver a tu hija feliz.

—Soy capaz de todo para que mi niña nunca pierda esa sonrisa que cada día me enamora más.

—Nos, porque aquí en toda esta casa babea por Iana.

—Confirmamos —dicen mis padres juntos.

—Cris, donde dejaste a Iana —hablo viendo alrededor de la casa.

—Samanta se la llevo a lavar sus manitas.

Asiento viendo como Iana viene riendo con Samanta, quien cuida la casa cada vez que mis padres viajan por negocios. Samanta me ve y se acerca dándome un abrazo.

—Un gusto poder verla de nuevo niña, Aina.

—El gusto es el mío, Samanta, verte de nuevo por aquí.

—Por favor Sam, de niña ya no tiene nada mi hermana —dice Cristian mirándome burlona.

—Envidioso.

Mis padres y Samanta se ríen incluyendo a Iana quien ríe sin saber el contexto de nuestra conversación.

Después de almorzar con mi familia nos quedamos a pasar la noche aquí, menos mal que aún seguía teniendo mis cosas y las cosas de Iana en mi antiguo cuarto para poder estar cómodas. Mis padres se van a dormir luego de tener una tarde exhausta de tanto jugar con Iana, mientras que Cristian y yo estamos acostados en los muebles de las terrazas observando la noche y las estrellas, teniendo en mis brazos a mi hija quien duerme plácidamente, me acomodo mejor y la tapo con la sabana que mi hermano nos trajo.




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