Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 4

Axel

Hace máximo cinco horas aterrizamos España y ahora nos encontramos en una junta como máximo trece hombres sentados en sus respectivos asientos, incluyéndome, para aprobar el próximo proyecto y lanzamientos de la tecnología. Antes de viajar a Barcelona, cerramos contrato y trabajaremos a mano con el departamento de seguridad CISA (Cyber Infraestructura) de EE. UU.

A mi derecha está Cristian, quien muestras lo último que sacaremos a la red del mercado al nivel mundial. Termina de hablar y me pongo de pie para decir lo siguiente sin andarme de rodeos.

Como siempre.

—Bien señores, como ya hablo el vicepresidente Cristian Williams, ya es hora de ponernos en facetas de negocios.

Mi secretaria, quien vino con nosotros en cada viaje que hacemos, entrega el contrato de compra y venta a cada uno de los hombres que están sentados.

—Como sabemos, Davies Connection sigue siendo al nivel mundial unas de las mejores empresas de la tecnología y ciberseguridad y estamos aquí por cierre de negocios. Y no tenemos nada más que esperar.

—Tan directo como siempre —dice Miller, que le da una ojeada al contrato.

—Unas de mis cualidades.

—Bien, no tengo nada más que decir y nuevamente cierro contrato con usted, Axel Davies.

Doy un asentamiento de cabeza, aplauden todos en la sala y se levantan estrechando cada una de nuestras manos. Palmeo la espala de mi amigo y nos retiramos de la junta dando una despedida de mi parte.

Salimos de la empresa de Miller y subimos al auto de mi mejor amigo yéndose este hacia lado del copiloto.

—Tengo entendido que mi padre hizo contrato contigo para la publicidad del último proyecto dado.

—Exactamente —observó las calles de Barcelona —. De hecho, tu padre no me confirmo todavía si mandara a alguien de su confianza o el mismo vendrá.

Lo noto nervioso, pero no digo nada hasta que él sea que me cuente que es lo que le pasa.

Tampoco soy una persona que obligan a hablar a alguien cuando no quiere.

Estamos en un silencioso espacio y que se me hace eterno, ya que siempre que viajo con Cristian, él siempre es el que hace las pláticas y sus bromas de mal gusto, pero específicamente hoy se encuentra callado. Sigo observando las calles y dándome cuenta de que ya falta poco para visitar a los señores Williams, que son como una segunda familia para mí.

Los de seguridad observan el auto en que vamos y nos da un asentamiento dejando las rejas abiertas y adentrándonos hacia la mansión Williams. Estaciona el auto y salimos encontrándonos con Alejandro al lado de su esposa Catalina. Nos reciben con los brazos abiertos haciéndonos pasar dentro de la casa.

Doy una mirada rápida al lugar donde no he venido por casi dos años.

—Alejandro —saludo —, Catalina, un gusto poder verlos nuevamente.

—Axel tan formal y encantador como siempre.

—¿Encantador? Se nota que no lo conoces suficiente mamá.

Sonrió negando.

—Tampoco me hagas quedar mal delante de tus padres.

—Parecen dos niños peleándose —se queja Alejandro.

—Vengan, deberán de tener hambre después de un vuelo tan largo.

Vamos detrás de Catalina y su esposo dirigiéndonos hacia el comedor.

—¿Te quedarás con nosotros, verdad Axel?

—Como siempre.

Cristian ríe bajo y nos sentamos en las sillas mirando como la señora de servicios nos traen los platos.

Creo que se llamaba ¿Samantha?

Comemos tranquilamente conversando de negocios o como va mi empresa y de la suya, llegando a la parte de a qué persona de su confianza mandaran para cerrar el trato y trabajar a mano conmigo.

—De hecho, hace dos días hablamos con nuestra hija y acepto viajar hasta New York a cerrar este trato -me sorprendo porque es la primera vez que tendré contacto con la hija menor de los Williams.

—¿Cómo? ¿Mi hermana aceptó a si sin nada más? —interviene Cristian bebiendo de su limonada un poco intranquilo.

—Tuvimos que calmarla porque sabíamos que Aina no es capaz de sacar a Iana fuera del país y menos sin un chequeo.

Vaya.

—¿Quién es Iana? —pregunto con curiosidad.

—Nuestra nieta —dice Catalina con una sonrisa de oreja a oreja, quien se le ilumina la mirada al mencionarla -. Si la conocieras te enamorarías de ella.

—Vaya, no sabía que tenían una nieta. —bebo de mi vaso —. Mucho menos que tenías una sobrina Cristian. Vamos hombre, está bien que tengas tu vida personal y familiar en privado, pero perderme al saber que eres tío, eso cambia las cosas.

—Nadie del medio de comunicación lo saben -habla en defensa Alejandro —. Mi hija la mantuvo bajo siete llaves y tuvo cuidado con los medios y también nosotros pusimos de nuestra parte.

—Entiendo, se nota que no le gusta estar boca de todos.

—Exactamente, sacaron fotografías de Aina, pero tuvimos que hacer lo que sea para que no salgan esas fotos.

Bien escondida anda la hija menor.

No logro captar como es que hasta ahora no salga ninguna nota o fotos hablando de ella. Se nota que sabe cuidarse las espaldas. Pero muy bien.

—Ojalá tenga el gusto de poder conocerla de una vez.

—Quizás sea pronto porque Aina se encuentra aquí en Barcelona y si no se da el gusto de ser aquí será en New York para que cierren el contrato que tenemos con tu empresa.

Cristian intenta hablar cuando es interrumpido por una voz y una melena castaña entra haciendo resonar el piso con sus tacones. Camina con una sonrisa, pero la borra cuando nuestras miradas se encuentran y desvía la mirada hacia los señores Williams.

—Hija, ¿Cómo estás? —Alejandro se levanta dándole un abrazo a la castaña que se encuentra aturdida, pero mueve la cabeza correspondiéndole a su abrazo.

¿Hija?

—Mi niña —Catalina besa la mejilla de la castaña.

—Cris —la castaña saluda a Cristian que se encuentra tenso o ¿es a mi parecer?




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