Aina
Me siento cobarde.
Sí, cobarde.
Durante estos tres años he ocultado y vivido con un secreto guardado, sintiéndome miserable conmigo misma, mintiéndole a mi hija. Dándole ilusiones falsas. Quizás el destino me daba señales y si, verlo a él después de aquella noche, fue como los recuerdos surgieron y mandar mis pensamientos hacia mi hija. Verlo a él fue como un reflejo hacia Iana.
Tenían el mismo color de sus ojos.
—Hermana…
—Me duele ver en sus ojitos de Iana esa falsa ilusión que le estoy dando y peor aún sabiendo que esto no terminara nada bien. —se separa tomándome de las mejillas —. Porque te involucre en mi pequeño secreto.
—Escúchame Aina, yo por ti hago lo que sea. Sí, desde un principio me negaba aceptar todo esto, porque me sentía y me siento cobarde al mentirle en la cara. Pero yo sé que eres racional y que tarde y temprano le dirás la verdad, porque tú no eres egoísta.
—Y sé que no me estás contando del todo y siento que algo te impulso al no decirle la verdad, te conozco Aina, que a pesar de que te dijo aquella mujer, tú de igual manera le ibas a contar todo. Y no dejarías que Iana crezca sin una figura paterna. Y tú lo sabes muy bien, Aina.
Desvío la mirada.
—Y me lo confirmas al negarte verme.
No quiero que nada malo le pase a mi niña.
Niego mirándole nuevamente.
—Yo… Cristian. No es fácil, sí.
Suspira dándome un beso en la frente.
—Solo no esperes a que algo malo pase para que recién hables con la verdad.
Niego.
—Eso no va a suceder.
—Vamos adentro que sospecharan que algo no anda bien.
—Bien. Me tengo que ir a ver a Iana.
—¿Te irás? —me volteo —Iras a New York
—Sí, solo firmarme y trabajaré desde aquí —ojalá que sea algo rápido.
—¿Cuándo iras?
—La próxima semana, la doctora Ferrer me dio los resultados de sus análisis de Iana—sonrió con las lágrimas aun resbalando por mi rostro —. La quimioterapia funcionó.
—Eso quiere decir...
—Sí, Iana venció la leucemia.
Se acerca a cargarme sin dejar de abrazarme y darme vueltas gritando de felicidad.
—Mi pequeña ratona es toda una guerrera.
Mis padres y Axel salieron hasta la parte trasera del jardín, seguramente por el grito de mi hermano, observándonos expectante hacia nosotros, esperando una respuesta del porqué de nuestra sonrisa.
—Familia Aina me dio la mejor noticia y estoy seguro de que darán un grito al cielo cuando se enteren.
Sonrió pasando la mirada en mis padres y una mirada rápida a Axel, quien me observa atento a cada movimiento que hago.
—Habla ya hija —sí, ese es mi padre, tan paciente como siempre.
—Vamos, Aina, que muero con la intriga.
Suelto una risa baja.
—Ay, no, no lo hagas larga joder —Cristian habla ansioso y gritando al mismo tiempo la noticia —¡Iana venció la leucemia!
Mis padres gritaron de felicidad y se abrazan al mismo tiempo, acordándose hacia mí, estrujándome hacia sus brazos.
—Nuestra nieta es muy fuerte, cariño.
Lo es mamá, lo es.
Me separo de mi madre, volviendo instintivamente mi mirada hacia el hombre que está parado con las manos en los bolsillos observándonos por la escena. Se acerca a pasos sigilosos dándonos una sonrisa.
—Felicidades —dice —. No conozco a tu hija, pero me alegro de que esté bien y haya vencido la leucemia.
«Nuestra» quise decir, pero las palabras se quedaron en la garganta.
—Si bien es muy pequeña para esta enfermedad, pero viendo en tu mirada puedo decir que lucharon juntas. Ojalá pronto pueda conocer a tu hija, claro con tu permiso
Si tan solo supiera y yo no fuera tan cobarde de decirle la verdad por solo proteger a mi niña, quizás él o quizás no, estaría presente en la vida de Iana.
—Yo...
—Está emocionada por la noticia de mi sobrina —me interrumpe mi hermano.
—Eso es una noticia alegre que hasta yo estaría con una sonrisa en la cara si un familiar mío me diera la noticia.
Quiero gritarle que es su hija.
Nuestra hija.
—Gracias por sus palabras —trato de hablar sin que se me rompa la voz —. Es una niña muy fuerte y agradezco a la vida por regalarme a un ser hermoso en mi vida.
Porque sí, Iana es mi regalo más hermoso que me regalo la vida.
Mi pequeño secreto, que guardo desde hace siete años.
—Yo me voy, iré a ver a Iana y a ordenar para el viaje —me limito a decir.
—Le das mis besos a mi ratona. —mi hermano me da un beso en la mejilla de despedida.
—Los daré.
—De nuestra parte también. —sonrió a mis padres.
Camino hacia dentro de la mansión dando pasos hacia la puerta de salida. Ya afuera me despido de los guardias y salgo de la mansión.
Hoy no traje mi auto porque no traje a Iana conmigo y además no iba a estar mucho tiempo en la empresa y decidí por esta vez andar en taxi. Camino a una cuadra saliendo de la calle por donde viven mis padres.
Escucho el sonido de un claxon y volteo la cabeza viendo el auto de mi hermano siendo ocupado por Axel. Nos observamos por no sé cuantos minutos y este me sonríe saliendo del auto.
—Pensé que no te iba a encontrar.
No digo nada. Así que él lo toma para seguir.
—Pero aquí estamos frente a frente y sin unos tragos de más.
—Recuerdas...
—Como no recordar de la mujer que al despertar me dejo solo en una habitación.
—No quise…
—Sabes —suelta una risa llevando las yemas de sus dedos a su boca —Me sentí usado.
Río.
—Todo paso muy rápido, solo sé que me levanté y encontré a un hombre al lado mío y no pensé con claridad y solo opté por irme.
—Por lo que vi, sí.
—Y hoy te encuentro después de siete años y me entero de que tienes una hija. Al parecer encontraste al hombre que forma parte de tu vida junto a la de tu hija.
Editado: 01.07.2024