Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 9

Aina

Lo veo salir cerrando de un portazo la puerta. Me quedo en mi lugar recapitulando toda la situación que en tan solos minutos se salió de control.

Me paso las manos poniendo en ambos lados de mi cabeza soltando un suspiro. Quise salir detrás de Axel, pero no puedo pararme delante de él y no saber qué decirle, necesitaba pensar.

Abren la puerta de mi oficina entrando una castañita con los ojos hinchados casi corriendo hacía abrazarse con fuerza en mi cintura.

—Vi a papi y me dijo que no era su hija, mami —me abraza con más fuerza.

—Amor perdóname—acaricio su cabeza —. Perdóname.

—Quiero a mi papi —solloza más fuerte —. Quiero a papi.

Cierro los ojos sintiendo como las lágrimas siguen resbalándose por mi rostro. Me agacho poniéndome de cuclillas limpiando las lágrimas que resbalan por su mejilla.

—Iré a buscarlo —dice Cristian saliendo.

—Llévame con papi, mami, por favor.

—Lo haré, amor.

Iana dejo de llorar al escucharme decir que lo verá de nuevo. Me abraza escondiendo su cabeza en mi cuello; la cargo paseándome por la oficina sin dejar de masajearle la nuca.

Pasaron algunos minutos sintiendo como la respiración de Iana se volvió lenta. No espero más y tomo mi bolsa saliendo de la oficina cargando en brazos a mi pequeña. Ya afuera observo como Cristian viene hacia mí con las manos en los bolsillos, dándome un beso en la frente sin decirme nada; carga a Iana y nos dirigimos hacia su auto, abro la puerta de la parte trasera del auto y subo. Cristian acomoda a Iana conmigo sin decir ni una palabra.

En el camino hacia su departamento, ninguno de los dos dice nada o hacemos el intento de hablar, sabiendo que las cosas ya se pusieron sobre la mesa y no poder ocultarlo más.

Salgo de mis pensamientos cuando veo el edificio y salgo con cuidado sin despertarla. Al igual que hace minutos atrás, Cristian la carga y nos dirigimos hacia el ascensor. Salimos de la caja de metal y veo como la figura de una persona se posa delante de nosotros.

Levanto la mirada y lo primero que veo son sus ojos azules.

—Llevaré a Iana a su habitación —dice Cristian adentrándose al departamento.

Axel pasa su mirada hacia los brazos de mi hermano y luego me mira.

—Primero, no quiero excusas, Aina.

Niego.

—Pasa —dije. Se pone de un lado de la puerta permitiéndome entrar primero.

No nos decimos nada por largos minutos. Así que decido romper el silencio hablando de forma nerviosa.

—Yo sé… Que la situación se salió de control y que esta no era la manera que te enteraras —no dejo de mirarlo —. Yo pensaba decírtelo, pero no encontraba el momento adecuado. Yo solo quería tener mi tiempo y darme el valor suficiente para decírtelo.

—¿Tiempo? ¿Durante estos siete años todavía pides tiempo?

—Es difícil.

—Difícil de que, Aina.

—Tener que decirte que tienes una hija…

—Tenemos —me quedo en silencio ante sus palabras.

—Tenemos —murmuro.

—No pienso juzgarte mucho menos hacerte recordar el mal rato que pasaste durante estos siete años. Pero lo que me duele es saber que mi mejor amigo sabía todo y que me estuvo mintiendo en la cara y yo jamás me diera cuenta —da un paso hacia mí —. Y enterarme de golpe que tengo una hija de la cual no sabía de su existencia.

—Él no tiene la culpa, yo pedí que se callara.

—Le hablé de ti muchas veces y el solo callo, ¿A qué tenías miedo, Aina? Porque esperar siete años.

Bajo la mirada.

—Tenía miedo que cuando te enteraras de que tenemos una hija me la quitaras.

Su semblante cambia.

—Jamás, jamás podría apartar a la madre de mi hija.

—Quiero olvidar todo esto y creer que solo es un mal sueño. Y que no sea esta manera de que enteraras.

—Pero no lo es.

—Exacto. No lo es. Pero eso no quita que Tamara sabia de la existencia de mi hija y mucho menos seguir sus pasos.

—Ya olvídalo.

—No, no me pidas que lo olvide y que no actúe. Sabía de ti y la de mi hija y se atrevió a seguirlas. Yo no me fiaría confiar en ella, sabiendo que lo puede hacer de nuevo.

—Aina, Axel tiene razón —interrumpe mi hermano.

Me paso las manos por el rostro.

—Está bien.

—Por mi parte no les faltará protección. Muchos menos que le pase algo a mi hija —se quedó en silencio como si pensara de lo que va a decir —. O a ti.

Sus palabras sí llegaron a removerme de nuevo.

—Te quedarás a pasar la noche aquí o iras a tu departamento —se dirige hacia Axel —. Sabes que no tengo problemas con que te quedes.

—Me iré, no te preocupes —su mirada vuelve a la mía —. Solo quiero pasar a despedirme de mi hija.

Sonrió al escucharlo llamarle hija.

—Claro.

Camino pasando, por un lado, de Cristian y abro la puerta donde se encuentra una Iana abrazando su oso de peluche durmiendo plácidamente.

Axel se acerca hacia la cama y pasa las yemas de sus dedos por su cabello haciendo que Iana se remueva. Deja un beso en su frente.

—Buenas noches, princesa. —se levanta arropándola con las sábanas que estaban, por un lado, de la cama.

Me acerco dejando un beso en su frente, donde su padre también le dio un beso. Salimos de la habitación en silencio y nos quedamos afuera mirándonos.

—Mañana vendré por Iana—me dice—. Quiero pasar tiempo con mi hija y recuperar el tiempo perdido.

Desvió la mirada asintiendo.

Sintiendo la culpa de haber hecho que se pierda el crecimiento de nuestra hija. Me toma de la barbilla suavemente, haciéndome mirarlo nuevamente.

—No sirve de nada recordar o echarte la culpa cuando ya las cosas sucedieron—no deja de acariciarme la barbilla —. Debemos de vivir el presente. Y aquí las dos son mi presente.

Me suelta despacio dándome un beso en la frente al igual como ha hecho con Iana.




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