Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 10

Aina

Salgo del departamento junto con una Iana impaciente que me jala de la mano para adentrarnos hacia el ascensor. Salimos—bueno jalada por la pequeña castaña—y nos encontramos con Axel quien está apoyado en el auto con las manos en los bolsillos.

Nos observa salir del edificio dándonos una sonrisa.

—¡Papi! —corre hacia su padre quien la carga rápidamente y le da un beso en la frente —Mami ven con nosotros.

La miro y paso mi mirada hacia el hombre quien me observa con una sonrisa. Me acerco dándole un beso en la mejilla y este me da un beso en la frente «Siempre que nos saludamos, es así» Sonrió sintiendo como Iana trata de abrazarnos, pero es en vano, ya que sus brazos no alcanzan para juntarnos.

—Hola, Aina.

—Hola, Axel.

Baja a Iana acomodándola en la parte trasera del auto y la asegura con el cinturón de seguridad. —no sin antes ponerle algún dibujo en su tablet —me abre la puerta y subo acomodándome: él hace lo mismo y pone el auto en marcha.

—¿Pensaste en la propuesta que te hice? —pregunta.

—Sí.

Hace prácticamente dos semanas que Axel me propuso quedarme aquí en New York, para estar cerca de nosotras. Pero no podía dejar mi hogar así por así, tampoco dejar los estudios de Iana, quien por el momento está de vacaciones. Axel me dio tiempo para pensar bien en mi respuesta y espero haber tomado una buena decisión.

—Y que decidiste.

—Si bien sabes, yo tengo una vida hecha en España junto a la de Iana y todo dio un giro de la noche a la mañana. Yo quiero lo mejor para nuestra hija y tampoco quiero ser egoísta de irme nuevamente y que Iana piense que la dejaste de nuevo. Idea que se creyó de mí al no decirle la verdad —me mira de reojo —. Y me gustaría que conozcas más a Iana, muy aparte de contarte de la enfermedad que tuvo.

—Eso quiere decir —duda en seguir.

—Me quedaré aquí en New York —suspiro —. Empezaré de cero.

El auto se detiene delante de la cafetería favorita de Iana quedándonos en silencio.

—No sabes la alegría que me da tu respuesta.

—Lo sé.

—Aina —me toma de las manos—, tú sabes cuál es mi intención contigo, pero no quiero dar ese paso porque hay documento donde dice y evidencia que soy casado. Nos conocimos y nos acercamos más por nuestra hija. Quiero formar una familia donde en ella estas tú, donde esté la mujer de la cual estoy interesado más allá de conocer.

Tomo su mano entrelazando nuestros dedos.

—Paso a paso.

Besa mi frente murmurando

—Paso a paso.

—Porque no avisaron que ya llegamos —cruza sus brazos en el pecho haciendo un gesto molesto. Río por ello —. No te rías mami, estoy molesta.

—Si la señorita está molesta no hay nada que hacer que volver a dejarlas al departamento —dice Axel acomodándose nuevamente el cinturón—. Yo quería invitarle un pastel de chocolate.

—Pero...

—¿No estabas molesta?

—La cosa cambia si hay pastel de chocolate, papi.

La miro asombrada por tales palabras.

—Definitivamente, tengo que evitar que te sigas juntando con tu tío Cristian.

—Exacto—concuerdo.

—¿Me comprarán pastel de chocolate? —cambia la conversación.

—Déjame pensarlo.

—¡Papi!

—Está bien, está bien —alza las manos en son de paz.

Niego con la cabeza con una sonrisa observando como padre e hija congeniaron tan rápido en tan solo semanas. No puedo evitar de sentirme feliz al ver como Iana tiene una sonrisa de oreja a oreja al escuchar, hablar, y abrazar a su papá. Que por seis años le he ocultado de su padre, y que todo haya vuelto un giro inesperado y ver como Axel hace de todo con tal de recuperar todos esos seis años perdidos.

Salgo de mis pensamientos al ver como Axel posa sus manos con las mías y me da una sonrisa reconfortante. Salimos del auto y nos adentramos a la cafetería, por lo cual hoy específicamente hay mucha gente —claro por este cambio de clima tan repentino —nos sentamos en la mesa donde se encuentra a un costado del ventanal donde se encuentra la calle siendo concurrida por personas con abrigos.

Pedimos nuestros pedidos a la chica quien nos atendió atentamente. Iana pidió como siempre pastel de chocolate—su postre favorito desde que llegamos a esta cafetería —Axel pidió capuchino y por mi tarde un café cargado y cupcakes.

—Ahora ya veo de donde saco Iana lo dulcera —dejo a medias el cupcakes —. Esta rica verdad.

—Por supuesto —acerco el cupcakes a su boca—Prueba —niega con una sonrisa —. Vamos, abre la boca.

—Que me das a cambio.

—Si mami que le das a cambio —observo a Iana —. Yo te doy de mi pastel, papi. —acerca su cuchara con un pedazo de chocolate a la boca de Axel —. Abre la boca para que lo puedas probar.

—¿Desde cuándo deje que hicieran conmigo lo que se da la gana?

—A mí no me puedes negar—hace probar el chocolate a Axel, que hace una mueca al probar el pastel.

—Está rico.

Miente.

—Ya vez todo lo que elijo son ricos. Ahora tu mami, dale de tú cupcakes.

—A ver, cariño.

—Abre la boca —llevo el postre hacia su boca haciéndolo chocar con sus labios. Da una mordida sin despegar nuestra mirada y lame la parte inferior de sus labios.

—No tiene punto de comparación, pero me encantaría probar otra cosa.

Carraspeo sintiéndome nerviosa.

—Voy a fingir que no vi que hiciste una mueca al probar el pastel de Iana —murmuro por lo bajo cambiando de conversación.

—Lo que un padre hace por ver a su princesa feliz.

—Tomar en cuenta que al magnate no le gusta el chocolate.

—No se niega, pero aquí entre los dos —se acerca tomándome de la barbilla —. Nadie se va a enterar porque solo tú y yo lo sabremos.

—Nadie se va a enterar.

Besa mi frente por lo cual se le ha hecho costumbre, pero tan poco me quejo por la muestra de cariño que me da. Nos volteamos al mismo tiempo al estuchar el grito proveniente de Iana, quien tiene las manos en la boca observándonos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.