Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 11

Axel

—Llévate a Iana contigo —la acomodo en los brazos de Cristian —. Despertaré a Aina.

—Madre e hija tenían que ser.

—Anda y acomódale en la cama a mi hija.

—Ya ni una broma se puede hacer.

Lo miro serio y este levanta los hombros caminando hacia el edificio cargando a Iana, quien se quedó dormida en pleno camino.

Me adentro a la parte trasera del auto poniendo mi rodilla en el asiento. Paso mi mano acariciando el cabello de la mujer que tengo a pocos centímetros.

—Cariño —paso las yemas de mis dedos por su labio —Cariño.

—Umm —se queja.

—Vamos levántate —la acomodo poniendo su cabeza en mi pecho —. Vamos cariño.

—Solo un poco —rio.

—Bien, si la señorita no quiere despertar, entonces no tengo otra manera.

—No entien...

Paso mis brazos por detrás de su cintura, apretándola más a mi lado y otro por detrás de sus rodillas, aferrándose de esa manera a mi cuello.

—No es necesario esto.

—Yo sé —cierro la puerta del auto encaminándome hacia el edificio.

—Entonces.

—Tenías sueño y que mejor que yo llevarte hacia tus aposentos.

—Igual no era necesario.

Esconde su cabeza en mi cuello pegando sus labios. Paso saliva sintiéndole tan cerca, poso mi mirada junto con la de Aina quien me mira. No puedo describir como me siento cada vez que estoy cerca de esta mujer, que lo único que hace es observarme con esos ojos color avellana lleno de un brillo que no sé diferenciar

—Ya me puedes bajar —dice —. Se me quito el sueño.

—Tan rápido se te quito el sueño.

—Así de rápida soy.

Alzo la ceja.

—Bien —la bajo despacio sujetándola la cintura sin separarme ni un solo centímetro de su lado.

Quedamos frente a frente observándonos el uno hacia el otro, mi mano seguía sujetándola de la cintura, pero esta vez la acerqué más a mí poniendo por inercia sus manos hacia mi pecho. No puedo dejar de contemplarla como lo hice el primer día que la conocí.

Mi mirada baja hacia sus labios de la cual relame sin notar que hace ese gesto diminuto. Alzo mi mirada encontrándome de que Aina hacía igual que yo contemplar nuestros labios. Acerco más mi rostro agachándome a su altura rozando nuestras narices.

Nuestras respiraciones aceleradas chocan juntos, alzo mi mano posando en su mejilla acariciándola. Aina entre abre sus labios en el momento que rozo nuestros labios poco a poco.

—Quiero hacer esto desde el momento que te vi por segunda vez —susurro en sus labios sin dejar de mirarla.

—Entonces porque no lo haces.

—Porque necesito de tu consentimiento si puedo besarte.

Asiente con la respiración agitada sin dejar de mirar mis labios. La levanto de la barbilla haciendo que me observe nuevamente.

—Quiero que me lo digas.

—Hazlo, solo hazlo.

Solo esa era la palabra clave que necesitaba oír. Junto a nuestros labios, mezclando nuestras respiraciones, besándonos con delicadeza, sintiendo el sabor a caramelo que impregna de sus labios. Bajo mi mano por su cuello, poniendo mi pulgar por debajo de su oreja.

Sonrió sobre sus labios sin dejar de moverlos, pero esta vez ya no era un beso delicado, ahora era más intenso. Sus brazos se aferran a mi cuello acercándose más, suelta un gemido en el momento que mi lengua busca la suya y lo recibe gustosa.

Emito un jadeo antes de separar nuestras bocas para poder respirar en el momento que nos faltaba oxígeno. Juntamos nuestras frentes con la respiración agitadas.

—Espere demasiado este momento.

—Creo que ya no es necesario esperar otros siete años.

Río

—Creo que ya no.

El ascensor se abrió y nos adentramos al departamento donde se está quedando.

—Vaya, ya iba a bajar a buscarlos —dice Cristian.

—Fueron minutos.

—¿Minutos? —mira su reloj que está en su muñeca —Veinte minutos. Solo tenías que despertarla y ya.

—Me parece o me estás controlando —le enarqué una ceja.

—Como cree usted jefecito —dice con sarcasmo —. Por cierto, Iana parece piedra, no se mueve cuando la muevo.

—Digna hija mía.

—Coincido con mi hermana.

—Y yo vuelvo a confirmarlo —la miro —¿Qué?

—Nada.

—Dime que pasa.

—Como haremos con los medios —problemas y más problemas —. Yo no tengo la menor idea de que hacer. Por años he estado en las sombras, ocultándome de todos, para no tener que rendir cuentas a nadie y tampoco lo haré. Pero en este medio está mi hija y sea como sea tengo que protegerla de estos medios.

—Justo hablé con Greco, la persona que difunde la información en los periódicos y con un buen dinero no hará nada. También hice lo mismo con los canales hablando con los directores, dándole una buena paga por su silencio.

—Axel —duda en preguntar —, yo... Te juro que no quiero crearme ideas. Pero no se me saca de la cabeza, que difundieron la información de nosotros estando en esa cafetería.

No era el único que pensaba igual.

—Axel, nosotros estamos como dos semanas saliendo junto con Iana de manera tranquila y un día para otro aparecen los reporteros. Y no de manera que te pregunten cosas a ti, si no, a mí.

—De quien piensas.

Necesitaba saber que no era el único que solo sospechaba de una persona.

—De tu esposa.

Escucharla mencionar por primera vez el sustantivo nombramiento de la palabra esposa me hace razonar lo imbécil que fui en el momento de hacer ese maldito contrato que solo hace cada día más estresante para mí.

—Quiero fingir y no pensar que fue ella, pero es que me da suficientes motivos para que ella sea la primera persona en desconfiar.

—Axel, tú más que nadie conoces a Tamara y convives con ella, pero lo que di...

—Entendí perfectamente Cristian —lo interrumpo —. Antes de seguir con esta conversación, cabe recalcar que no sigan mencionando a Tamara como mi esposa.




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