Axel
Me encamino a pasos apresurados hacia la puerta del hogar donde crecí y viví mi niñez y adolescencia. Vaya ironía de la vida, fueron las peores experiencias vividas.
Luego de recibir la llamada de mi hermana diciendo que estaba aquí en esta casa junto con mi madre en el mismo lugar donde está Isaac, no dude en venir rápidamente. Dejando la paternidad por un momento y dejando en manos de Cristian, diciéndole que tengo que arreglar un problema en casa. Porque no confió en Isaac y menos en sus acciones.
Camino dirigiéndome hacia la oficina de Isaac, mi padre. Agarró la manija de la puerta abriéndola sin tocar. Los cuatro pares de cabeza se voltean ante mi llegada. Mi mirada recae en las dos mujeres que tienen los ojos rojos de tanto llorar, me acerco a mi madre dejándole un beso en la frente al igual que a mi hermana. Aprieto con fuerza la mandíbula alzando mi mirada hacia quien se hacía llamar mi padre.
—Amor...
—Quédate en donde estás Tamara —siseo.
—Así tratas a tu mujer —habla Isaac con su típica voz de autoridad.
—Te equivocas Isaac. Nunca considere a Tamara como mi mujer. Y tú más que nadie lo sabe muy bien.
—Pero lo es —dice sin dejar de mirarme —. Así que trata con el debido respeto a tu mujer.
—¿Me lo dice la persona que maltrato por años a mi madre? —pregunto de manera neutra —No me digas como la debo tratar. Aunque sí. Como todas merecen respeto, ¿pero el respeto?, se gana —esta vez miro a la que dicen que es mi mujer quien me mira como siempre de forma altanera —. O me equivoco esposa mía.
—No sé qué hice para que me hables de esta forma, Axel—dice con una fingida voz de lástima —. Si solo trate de ser la mejor esposa. Y tu padre lo sabe bien, ya que siempre he tratado de estar siempre a tu lado.
—No seas hipócrita Tamara —dice mi hermana parándose en mí delante —. Tú no quieres a mi hermano. Solo estas por un contrato y su dinero. Más que eso...
—Tú qué sabes — la interrumpe —. No convives con nosotros y no puedes ver cómo es nuestra rutina matrimonial.
—Matrimonio arreglado —alza la voz —. Solo para salvar la empresa de tu padre por sus malas inversiones.
—Liliana —sisea Isaac —. Cállate.
—¿O qué papá? —lo encara parándose delante del escritorio que los separa —¿Me mandaras de nuevo a estudiar a Italia? Y razón tuviste para que no abriera la boca y me mantuviera distante ante la situación.
—¿De qué hablas, Liliana? —pregunto sin saber qué ocurre.
—Pasa —la voz se le agudiza volteándose a mirarme —, que nuestro magnífico padre...
—Cállate la maldita boca Liliana —sale de su lugar queriendo acercarse a mi hermana.
—No te atrevas a acercártela —me planto delante de él —. Porque no respondo. Y no me importa que seas mi padre.
—Hijo —habla mi madre que hasta el momento se mantuvo callada observando la escena. Me toma del brazo haciéndome mirarla —. No vale la pena. Ya no lo vale.
Asiento.
—Hija, habla por favor.
—Tú te atreves a abrir la maldita boca y te olvidas de todas las comodidades que tienes hasta el momento.
—Te equivocas papá. Todas esas comodidades que según dices tú me diste. No fue a gracias a ti. Fue por mi hermano, por Axel —sus lágrimas empezaron a caer —. Estas dos personas que ves aquí —señala a Tamara y a Isaac —. Fueron los únicos de alejarme de ustedes mandándome a Italia. Amenazándome con que si yo hablara te iban a destruir la vida o de la de mamá.
» —Hace seis años, en una mañana me fui a tu departamento para entregarte los documentos que dejaste en casa: pensando que estarías ahí. Al momento de salir del ascensor me encontré con una chica castaña escuchando de lo que decía la madre de Tamara.
» No se dieron cuenta de mi llegada y opte por esconderme en un rincón. Solo observé como aquella mujer se iba y ver como Amanda empezó a hablar con Tamara por el móvil. Lo sé porque mencionaba su nombre.
No me gustaba por donde iba la conversación. En estos momentos mi cabeza empezó a hacerse miles de teorías, intentando comprender toda la información.
—No dije nada porque pensé que era una mujer más con la que pasas la noche. Pero después de un mes en una conversación que escuche de nuestro padre y esta mujer en este mismo lugar. Fue mencionar que serias padre. Y que Tamara mandara a seguirles los pasos a aquella mujer —me tomo de la mano desesperada. Yo no podía articular ninguna palabra —. Perdón, Axel te juro que quise hablar un montón de veces, pero mi error fue dejarme manipular. Y no me estoy justificando.
No sabía qué responder. Porque todas las personas que aprecio y están en mi vida me ocultan y me mienten en mi propia cara.
—¿Tú lo sabías mamá? —quería que me digiera que no. Pero lo único que me dio su respuesta era su silencio —. Si lo sabías.
—Me enteré hace unos días —respondió rápidamente.
—Que hice para que todos me mientan —dije por lo bajo soltando mis manos de Liliana, quien me mira con dolor ante mi inesperada acción.
—Axel... hermano, por favor. No me trates así... Tú no.
—Ahora no Liliana. Ahora no.
No quería hacerle sentirle mal. Pero quien me comprendía de lo traicionado que me sentía en estos momentos. Primero fue mi mejor amigo, luego mi hermana y para mi lástima mi propio padre, pero de que me quejo si por cubrir su apellido hace de todo con tal que no seamos chismes de revistas.
—No sé de qué me sorprende con tal de que tu apellido no salga en revistas—lo observo —. Pero hacer que mi propia hermana me mintiera en la cara amenazándola de hacerme la vida imposible junto a la de mi madre. Caes muy bajo, Isaac.
—A mí —se señala —, no me faltes a respeto Axel. Que soy tu padre y merezco respeto.
—¿Respeto? Tú solo te ganaste mi odio, Isaac.
—Modula tu maldita voz o...
—No trates de amenazarme que ya no soy aquel adolescente que manipulabas con tal de hacer lo que a ti te apetecía —me giro para encarar a Tamara quien se quedó callada ante la discusión —. Y a ti. No me sorprende de hacer lo que sea por obtener lo que quieres.
Editado: 01.07.2024