Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 14

Axel

Salgo de la casa junto a mi madre y hermana que están muy ansiosas de poder conocer a Iana. Ayer cuando nos estamos dirigiendo hacia el hospital nos encontramos con Aina en el pasillo sentada abrazada junto con Cristian quien al instante de observarnos sonrió dándole palmadas en el hombro a su hermana que volteo la cabeza para darse cuenta de nuestra recién llegada.

Me sentía nervioso por primera vez en presentar a Aina de manera formal a mi madre y hermana, quien no dudaron ningún segundo en poder abrazarla tomándole por sorpresa: correspondió el abrazo después de algunos segundos. Tuve que intervenir, ya que Liliana le empezó hacer un montón de preguntas y conociéndola como es, no dudé en separar a la castaña llevándola conmigo a unos pasos de las mujeres que sonríen y me miran de una manera extraña.

Vaya familia de mujeres tengo.

Le comenté a la castaña que si sería el momento adecuado de que puedan conocer a Iana y no dudo en asentir diciéndome que tenía todo el derecho de conocer a su familia paterna. Solo que sería al día siguiente, ya que Iana se encontraba dormida por el cansancio y que aún tenía los analgésicos en su cuerpo.

—¿Tendrá tus ojos? —pregunta Liliana que hasta el momento no ha parado de parlotear un montón de cosas que ni yo entendí.

—Azules —dije recordando esos hermosos ojitos—. Unos hermosos azules.

—¡Es que tiene nuestros ojos! — grita haciendo que mamá y yo giremos observándola con una mueca — Que miras, Axel. Ándale y apúrate que quiero conocer a mi sobrina.

—Liliana, hija calma que yo también ando con los nervios de punta.

—Perdón mamá, pero no puedo dejar de estar emocionada.

—Ya me ando arrepintiendo —dije por lo bajo.

—Te escuché Axel Daniel —me reprende mamá.

—Mamá, por favor. Te amo, pero me puedes explicar de donde salió ese gusto de nombrarme Daniel.

—Ya te dije. Es el nombre de tu abuelo.

—Ahora tengo el nombre del difunto.

No más eso faltaba.

No es que no quiera llevar el nombre de mi abuelo materno, pero me hubiera gustado conocerlo. Al menos.

—Axel —reprende.

—Qué feo hermanito —la voz divertida de Liliana me hace voltear a mirarla —. Al menos ten respeto con el difunto de nuestro abuelo. Que en paz descanse —lleva la cabeza hacia atrás mirando el techo del auto —. Amén.

—Mamá, ¿estás segura de que esta mujer que está sentada en mi auto es mi hermana?

—Obvio —dice Liliana mirándose las uñas —, si no, de quien hijo serás —quise hablar, pero me interrumpió —. Mamá también me hago esa pregunta —esta vez se acomoda en el asiento volteándose —¿Estás segura de que somos hermanos?

Miro por el retrovisor del auto y observo como el rostro de mi madre se entorna sería.

Bien, estoy ya no me gusta.

—Chicos —dice pausadamente —. Creo que ya es momento de que sepan la verdad.

—Mamá no me jodas —dice Liliana mirándome de reojo.

Está bien que como hermanos hacíamos bromas, pero esto ya no me estaba gustando para nada. Nos quedamos en un silencio sin decir nada mirando a nuestra madre quien nos observa detalladamente a los dos.

—La verdad es que ni yo sé por qué salieron irracionales. Primero Axel que cree a cualquiera y luego está Liliana con lo chiflada —siento que respiro nuevamente.

No respondimos a su repuesta y solo escuchamos su risa inundar en todo el auto.

—¡Mamá!, casi me da un infarto — exclama —. Desde cuando nos hace esos tipos de bromas.

—De las tantas que me hacen ustedes porque yo no lo puedo hacer.

—Por poco me haces dudar de nuestra existencia —dije aun recuperándome del shock broma.

—Puede...

—¡Mamá ya para! —exclame.

—Si mamá para. Por favor.

—Entonces concéntrense en hablar de otra cosa sin decir bobadas.

Y así lo hacemos, me concentré en las frías calles de New York cambiando de conversación para no recapitular lo ocurrido con la broma de mamá. Está bien que la hacíamos bromas, pero que ella nos haga esto, por poco casi hago detener el coche de la bomba que nos soltó.

Llegamos al hospital y nos encontramos con Cristian, quien conversa con la Doctora que atiende a Iana.

—Buenos días, señor Davies — saluda —. Su esposa me comento que tenían pensado hacerle un traslado a España: ya que ahí tienen a la doctora de cabecera de Iana.

Me quedé con las palabras de la doctora — esposa —. Sonrió sintiendo esa palabra calar por todo mi cuerpo, sintiendo esa sensación de querer que solo esa palabra sea real y no solo palabras.

—Por lo visto aún no tienen fecha de traslado para su hija.

Presto de nuevo mi atención a la doctora.

—Aún no hemos coincido en una fecha exacta —explico —. Pero será lo más pronto posible para el mejoramiento de nuestra hija.

—Entiendo, señor Davies. Mandaré a sacar por mientras los papeles y sus últimos resultados para cuando hagan el traslado sea de una manera rápida. Que tenga un buen día. Pueden pasar ver a su niña.

—Propio.

Se va y veo como Cristian me observa antes de entrar a la habitación de Iana. Ayer en el momento de presentar a los miembros de mi familia a Aina, hemos conversado de que la mejor manera sería irse a España a seguir con el tratamiento de Iana: ya que su doctora tiene y conoce más a fondo sobre la enfermedad de nuestra hija. Así que opte que era la mejor decisión e irme después a acompañar en las quimioterapias de Iana. Pero primero debería solucionar junto a mi abogado con los trámites del divorcio para poder estar libre nuevamente.

Les dirijo una mirada a las dos mujeres que están impacientes por conocer a Iana y caminamos hacia la puerta de la habitación abriéndola despacio dando algunos toques. Aina voltea y me sonríe correspondiéndole de la misma manera y nos adentramos hacia la habitación viendo como mi pequeña castaña nos observa con curiosidad. Me sonríe cuando llego a su costado dándole un beso en la frente y hago lo mismo con Aina bajo los ojos de las personas que están aquí presente.




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