Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 16

Axel

Cuando me despedí de mis dos preciosidades de mujeres me encamine hacia mi auto despidiéndome de Cristian en el camino diciéndole que iría a ver a mi abogado con el fin de hablar y solucionar el problema de mi divorcio. Ya es hora de ponerle un punto final a todo este problema que no llevo a nada bueno.

Estaciono el auto y salgo abotonando el botón de mi saco, saludo a la recepcionista que me dirige hacia el piso de Rodrigo Martínez, mi abogado de confianza. La recepcionista saluda a la secretaria de mi abogado dándome una sonrisa amable antes de decirme que le acompañe, toca la puerta y escucho la voz del hombre y esta abre la puerta dándome paso para adentrarme hacia la oficina moderna.

—Axel Davies —saluda dándome un apretón de manos —, toma asiento.

—Qué novedades me tienes.

—Como siempre tan directo.

—Unas de mis cualidades.

—Ya está listo la demanda de los trámites del divorcio —me entrega unos documentos bien ordenados —. Como podrás ver, ya están listos los sellos y solo faltarían las firmas correspondientes.

—Por mí firmo ahora mismo —contestó con la vista aún clavada en los documentos.

—Claro, me olvidaba que eres el primero en no saber nada más de ella.

—Tú lo has dicho, Martínez —alzó la mirada —. Quiero estar libre y sin ataduras lo más antes posible de ella.

Asiente con la cabeza entregándome un lapicero de color azul, lo tomo entre mis manos, no espero más y empiezo a firmar los documentos.

—Muy bien, en estos momentos a la señora Morrison le estaría llegando la notificación para que se acerque a mi oficina, para la firma de su ahora divorcio.

—Solo espero que sea inteligente —dije recostándome en la silla —. No le conviene hacer una pataleta cuando claramente saldrá perdiendo.

—Fue muy bueno de tu parte grabar la conversación que tuvieron con tu padre —me dijo recostándose en su silla y hago caso omiso a la última referencia de Isaac —. Tenlo por seguro que no se negara a firmar. Tienes puntos a tu favor. Y si no acepta, lo veremos en la corte con las pruebas que tienes como grabación de aquella conversación que tuviste con ellos.

Recuerdo aquella mañana, cuando Liliana me llamó preocupada, pidiéndome que vaya hacia nuestra antigua casa donde ahora vive Isaac y no dude en ir hacia ellas, pensando en todo el camino que tarde o temprano estaríamos cara a cara frente a ellos a afrontarlos: después de ocho años. Así que solo decidí grabar con mi móvil la conversación que tuvimos, si por algún motivo Tamara se niegue a firmar los papeles del divorcio.

A las finales saldría perdiendo.

—Buen trabajo, Martínez —me levanto.

—Lo mismo digo, Axel —hace lo mismo —. Y sobre el otro tema —indica—. Averigüe e hice los debidos trámites y aceptaron tu petición.

—¿Tan rápido?

—Lo que hacen cuando se enteran de que eres, Axel Davies —levanta los brazos exageradamente —. El magnate de New York y padre de una hermosa niña castaña. No te cabe la sonrisa en el rostro cuando hablas de esa pequeña que te tiene tan embobado.

Sonrió sin poder evitarlo.

—Bien. Iré a verlo lo más rápido posible antes de viajar a Barcelona.

—Suerte.

—Nos vemos.

—Hasta que se digne a venir tu esposa —dice ocultando una risa —. Ex-esposa —se corrige ante mi mirada.

—Una pésima broma del mal gusto, Martínez —ríe. Salgo de su oficina dirigiéndome hacia el ascensor. Sonrió sin poder evitarlo al escucharlo decir que aceptaron mi petición.

Siempre quise hacer esto desde el primer momento que me enteré de que era padre y Aina no dudo en aceptar y me convenció de que hiciera los trámites rápido. No puedo evitar sentirme alegre conmigo mismo. Mi vida dio un giro y hoy en día solo me preocupa estar junto a mi hija, sin despegarme ningún segundo de su lado. Se volvió mi motor y mi motivo junto con su madre; esa castaña de ojos avellanas que no dejo de pensar ni un solo día.

♡☆♡

11:00 horas New York

Me sigo removiendo en la cama viendo la oscuridad que se impregna en mi habitación a excepción de la ventana abierta del balcón. Me siento frustrado, ya que no puedo conciliar el sueño, miro el reloj de la mesita de noche dando las 11:00 de la noche, removiendo nuevamente en la cama sin lograr conciliar el sueño.

Antes de que me acostara me sentí extraño como si algo estuviera mal, las reacciones eran constantes, una sensación sumamente nueva en mí. Paso ambas manos con frustración por mi rostro, sintiendo nuevamente ese dolor en el pecho, impregnarse, la ansiedad empieza a hacer estragos en mi cuerpo; la rigidez, la tensión en un solo momento hace que me levante de la cama hacia el baño y abrir el grifo pasando mis manos por debajo de ello refrescándome el rostro y aun así no logró calmar ni la mitad de lo que estoy sintiendo.

Mi cabeza empezó a trabajar mecánicamente en una sola persona viniendo de golpe la lucidez: mi hija.

Salgo del baño hacia la cómoda donde se encuentra mi móvil registrando que no tengo ni una llamada de parte de la castaña. Trato de seguir llamando, pero no hay un solo intento de responder a mis llamadas y eso solo hace que mi preocupación aumente. Hago otro intento llamando, pero al igual que hace minutos atrás no recibo respuestas «Tal vez ella está bien y solo debe ser algo paranoico de mi parte» Pero, ¿por qué siento que no es así?, esta sensación de que no está bien seguía latente.

Sigo llamando con insistencia, pero no tengo respuesta alguna. Suelto un suspiro de frustración dejándome caer en la cama y antes de dejar el móvil en la cómoda el sonido del ascensor de mi departamento notifico la llegada de alguien. Hago el intento de levantarme, pero un grito conocido inunda todo el lugar.

—¡Axel! —salgo hacia la sala encontrándome a Cristian con la respiración agitada.




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