Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 21

Axel

 

Estar en cama todo el día nos es demasiado divertido y menos recibiendo la llamada de mi abogado diciéndome que Tamara no aceptó y no quiso firmar los papeles de divorcio. «Claramente, arruinó mi mañana» Si no quiso aceptar por las buenas serán por las malas, pero de qué me divorcio, eso está claro.

Estiró el brazo dejando el móvil en la mesa de noche dejando salir un bostezo. Me acomodo mejor en la cama, observando como mi hija está dormida con el rostro entre medio de mi cuello, con la respiración pausada y tranquila. Definitivamente, estos momentos quiero que sean inolvidables.

—Buenos días—saludó la castaña apoyada en el umbral de la puerta de la habitación—, ¿cómo amanecieron? —Se fija en nuestra hija —. Bueno, como amaneciste porque está pequeño tormento aún sigue en su quinto sueño.

—Buenos días —devuelvo el saludo. Delineo con las yemas de mis dedos en el  rostro de mi princesa —. Claramente, esta pequeña princesa se parece a su madre que ningún movimiento la hace despertar.

Sonríe acercándose dejando un beso en mi mejilla.

—Sí, así me das los buenos días… No me quejaría —dije con una sonrisa —. Pero sería más bonito si me…

—Axel, no empieces porque tú y yo sabemos que no terminará para nada bueno.

—Sí, sí, claro —quiero reír internamente, pero la sonrisa me delata ganándome la  mirada de la castaña.

—Vamos amor despierta —Deja besos alrededor del rostro de nuestra princesa.

—No quiero —Responde soñolienta.

—Princesa, ya es hora —la muevo despacio dejando un beso en su frente —. No puedes pasar todo el día en la cama.

—Si puedo.

—No.

—Que si —Se aferra a mi cuello rodeándolo con su brazo —. Tío Cristian me dejaba dormir todo el día y traía mi desayuno a la cama —dice en un murmuro. Su cuerpo poco a poco se vuelve liviano dándome a entender que está cayendo en sueño de nuevo.

Bien astuta me salió.

—¿Cómo que Cristian te dejaba dormir todo el día? —La castaña pregunta indignada. La cabeza de mi hija se esconde entre mi cuello —. Iana, responde.

—¿No te enojas, verdad, mami?

Como no amarla.

—Responde a mami, princesa, que te está haciendo una pregunta.

—No quiero que se enoje.

Tan solo escucharla susurrar por lo bajo hace que mi pecho se comprima haciendo que mi yo de diez años se sienta de la misma manera.

—Mírame, princesa —Me levanto pegando mi espalda hacia la cabecera de la cama, dejando a Iana encima de mis piernas. La castaña se acomoda a mi lado dándole un beso en la mejilla a nuestra hija. Esos azules se encuentran con los míos perdiéndome en ello.

—No me voy a enojar, amor —dice Aina con voz dulce.

—Princesa, no quiero que tengas miedo —dije, tratando de que los recuerdos no me abrumen —. Eres una niña muy inteligente y sabe lo que haces, pero también, quiero que las mentiras no haya entre nosotros. Eres libre de expresarte, eres libre de ser tú misma. 

»Somos tus padres y te amamos con todo nuestro ser. Si nos enojamos, te hablamos. Si nos enojamos, te pediremos explicaciones. Si nos enojamos, trataremos de poder comprenderte —Sus ojos azules siguen el movimiento de mis palabras, acariciando mis mejillas —. Pero jamás, oirás de nuestra parte un regaño sin antes saber tu explicación. 

—Te amo mucho, papi.

—Te amo mucho, princesa.

Se abalanza enrollando sus brazos a mi cuello, suelto una risa que hace que Iana suelte una melodiosa risa.

—Me siento excluida —la voz de la castaña nos hace soltar de nuestro abrazo.

—Te amo mucho, mami —Trata de acercarnos hacia su madre, pero la castaña nos rodea.

—Te amo mucho, mi vida.

Me siento completo. Por primera vez puedo decir que encontré mi felicidad, que encontré mi complemento.

 —No se me va a olvidar que me debes una respuesta, Iana.

—Pero, tío Cristian no hizo nada malo —juguetea con sus manos —. Solo me consentía. 

—Lo sé, mi niña, solo quiero saldar cuentas con tu tío.

Conozco esa mirada, quiero vengarme.

—Yo quiero mucho a mi tío —empieza —, pero no me trajo ayer mi postre favorito. Entonces, sí, tío Cristian me dejaba dormir todo el día en la cama y me traía el desayuno.   

Digna hija mía.

—Me estás diciendo que si venía Cristian, ¿no lo ibas a delatar? 

—Ujum.

Cruzó una mirada con la castaña tratando de no soltar una risotada.

—Quien soy yo para que me castiguen sola —Se indigna todavía —. Tío Cris también tiene que pagar los regaños. 

—Cada día se parece a mí —dije orgulloso.

—Axel —Aina me regaña.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.