Aina
Me detengo cuando la voz de Iana se escucha en el pasillo de la sala del departamento. Me levanté del regazo de Axel que se puso de pie alcanzando el polo que se cayó al piso poniéndose rápidamente y hago lo mismo acomodando las tiras de la blusa de mi pijama.
—Mami, papi, ¿dónde están?
—Ya vamos princesa —. Responde el hombre a mi lado.
—¿Por qué todo está oscuro?.
«Porque justo ahora»
Axel es el primero en salir al encuentro de nuestra hija quien se dignó a despertar interrumpiendo nuestro momento a solas, me encamino hacia la sala donde Iana nos mira a ambos con los brazos cruzados.
—¿Qué pasó? —preguntó imitando sus gestos.
—¿Por qué me dejaron sola en la cama? —nos regaña—. Tenía frío y ustedes estaban aquí.
—¿Me parece o nos estás rezongando? —interfiere Axel dándome una mirada.
—Sí.
Abro la boca indignada.
—Podemos comer algo…es que mi barriguita suena —mueve en círculos con su mano haciendo el gesto.
—¿Justo ahora? —Axel camina indignado a la cocina con el paso seguido de Iana que no deja de murmurar la mucha hambre que tiene. ¡Pero si acaba de comer hace algunas horas!.
—Es que tengo hambre —La pequeña castaña mira a su padre con los ojos de cachorro «Mismo gesto que me hacía cuando quiere que le cumpla el capricho» —. No puedo decirle que no a mi barriguita.
—Manipuladora —le susurra Axel.
—No, no soy manipuladora, solo hago caso a lo que mi hambre me dice. Es decir…que soy una pequeña niña que necesita alimentarse bien porque si no, no creceré muy bien.
El pelinegro y yo le damos una mirada incrédula.
—Yo me pregunto si tendremos un momento a solas —susurra por lo bajo.
—Quizás.
—Eso no ayuda mucho que digamos—toma de la repisa una taza de mala gana.
—¿Qué cenaremos? —pregunta Iana con calma.
—¿Disculpa?, encima nos manda.
—Soy tu hija.
—Sí, pero no somos tus marionetas.
—Tú siempre haces lo que mami y yo te decimos —se defiende.
Creo que esto se está saliendo de control.
—En qué momento te volviste una niña tan intensa — Axel reposa sus brazos en el mesón donde se encuentran los ingredientes para preparar la cena sin dejar de mirar a nuestra hija que hace lo mismo.
—Lo aprendí de ti.
Golpe bajo.
—Bien, creo que mejor me ayudan a preparar la cena.
—Si —la pequeña rebelde se va al grifo de la cocina y seca sus manos con el paño.
Bien, eso lo aprendió de mí.
Intentó lavar los tomates, pero Axel me ganó tomándolo y llevándolo hacia el grifo con la ayuda de su hija. Pongo en la hornilla la olla con la mitad de agua para hacerla hervir. No es que sea buena cocinando pasta, pero es mi mejor plato. Muy aparte de lo pegajoso que según dice que son mi hermano.
Nos concentramos en preparar el aderezo con una Iana muy parlanchina que no deja de hablar hasta por los codos de cómo fue su mañana junto con nosotros y que quiere pasarla así todos los días. «Como una verdadera familia» pienso sonriendo como boba.
Siento pequeños besos por mi cuello en el momento de sentir sus manos en mi cintura.
—¿Por qué sonríes? —pregunta con sus labios en mi cuello.
—Por nada.
—¿Segura? —sus besos descienden por mis hombros —Porque no sabes que esa sonrisa quiero ver cuando estés de bajo mis brazos.
—La niña nos puede ver —me remuevo sintiendo su erección en mi trasero.
—Se fue al baño, y si estuviera aquí, no haría esto en estos momentos.
Sus manos bajan a mis caderas manteniéndome de espalda a su pecho. Es tan difícil poder controlarme sabiendo que no estamos solos.
Pero es que no coopera.
—Y creo que esa no fue la manera de salirse de mis brazos —se apega más haciendo que sienta el bulto entre sus piernas.
—Axel, por favor.
Me voltea de forma rápida haciendo que sus manos pasen alrededor de mi cintura no sin antes darme un pequeño beso.
—Te invito a una cita —me dice directamente.
—¿Una cita?
—Si —responde calmado —, una cita. Donde solo seamos tú y yo.
—El magnate, Axel Davies, ¿me está proponiendo una cita?
—Si lo quieres repetir cada segundo por mí no hay problema. Pero me debes una respuesta de tu parte.
Egocéntrico.
—Acepto —sonríe —, acepto, pero con una condición.
—¿Condiciones?
Editado: 01.07.2024