Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 24

Aina

Sus manos se aferran a mis caderas haciendo que su pelvis choque en mi vientre. Sus labios se unen con los míos en un movimiento brusco y desesperado, haciéndonos retroceder hasta que mi espalda choca con el frío metal del ascensor.

«Dios no quiera que aparezcan mis vecinos del edificio» Sus labios descienden por mi mandíbula hasta llegar a mi cuello, dejando castos besos y haciéndome soltar un gemido. 

El pitido del sonido del ascensor nos hace separar con las respiraciones entrecortadas cuando, de manera rápida Axel, me tomó de la cintura impulsándome a llevar mis piernas hacia sus caderas sosteniéndome. Nos adentramos hacia el departamento que se encuentra a oscuras tropezando en el camino hacia mi habitación. Mi espalda cae con la suavidad de la cama, sintiendo el ritmo desenfrenado de mi corazón. 

Axel queda encima de mi cuerpo besando cada parte de mi cuerpo. Sus manos sujetan la mía entrelazando los dedos, dejando a ambos lados de mi cabeza, dejándome sin hacer ningún movimiento.

—No sabes cuanto tiempo, esperé tenerte de esta manera, cariño —. Susurra por lo bajo a centímetros de mis labios.

Su mirada se encuentra con la mía, observando esos azules oscuros, ¿mis ojos se encontrarán igual? Qué más da. Sus manos se dirigen hacia las tiras de mi vestido, bajándolas y quedarme desnuda de la cintura para arriba. Su boca se va a mis senos impregnándose de ellos, lamiendo y mordiendo, haciéndome soltar gemidos de excitación. Su mano viaja por mis muslos, haciéndome abrir más las piernas que aún se encuentran aferradas en su cadera,

El hombre que tengo encima de mí no tiene problemas en sacarme el vestido que aún está húmedo. Su mano deja de emerger fuerza y siento como unas de su mano bajan de una manera sorprendente el encaje que traía puesto, quedando desnuda bajo sus brazos completamente.  

Mis manos no se quedan quietas y empiezo a desabotonar los botones de la camisa que se pega en su torso. Tiro de la camisa a un lado y mis manos bajan hacia el botón de su pantalón quedando en bóxer. Axel me ayuda a bajarlo por completo quedando nuevamente encima de mí con mis pechos en su dorso.

Arqueo la espalda sintiendo como su entrepierna roza con mi sexo, me sostengo de sus brazos clavando mis uñas.

—¿Aún recuerdas de aquella noche? —muerde el lóbulo de mi oreja que me hace soltar un jadeo a centímetros de su oreja — O aún, ¿seguías en las nubes con las copas de más o por los orgasmos dados?

Trato de pasar saliva para responder sintiendo el cosquilleo por todo mi cuerpo recordando aquella noche.

—Lo recuerdo perfectamente señor, Davies.

—Me fascina saber que lo recuerdas perfectamente, cariño —balancea su cadera creando una fricción placentera entre nuestros sexos —. Porque hoy volverás a recordarlo y vivirlo.

Tiro mi cabeza hacia atrás curvando mi espalda cuando acaricia mi clítoris con las yemas de sus dedos empapándose de mis fluidos. Vuelve a hacer círculos con sus dedos creando una placentera fricción. Mis piernas se tensan cuando introduce unos de sus dedos haciendo un vaivén de entrada y salida empapándome por completo ante su atenta y penetrante mirada.

Mi vientre se contrae sintiendo como estoy a punto de venirme, pero Axel se detiene de golpe llevando sus dedos con mis fluidos a su boca. Besa mi boca sintiendo mi propio sabor impregnado. El pelinegro tomó de mis caderas con fuerza sintiendo como su miembro se adentra de forma lenta y tortuosa en mi interior, haciéndome soltar gemidos que son callados por su boca cuando se adentra por completo en mí.

Deja caer sus codos a ambos lados de mi cabeza quedando a centímetros de mi rostro con los labios entreabiertos. Se queda quieto por algunos segundos para acostumbrarme. Muevo mis caderas en señal para que siga. Sus caderas empiezan a golpear lentamente haciendo que me contraiga clavando mis uñas en su espalda, sus arremetidas van subiendo de intensidad soltando gemidos y mordiendo sus hombros.

Siento el cosquilleo recorrer por mi cuerpo cuando siento ese nudo lleno de excitación formarse en mi vientre. Sus movimientos cada vez son más fuertes en el momento que el ojiazul se da cuenta de que estoy a punto de correrme.

Mi vientre se contrae sintiendo como el orgasmo explota sintiendo cada espasmo recorrer por todo mi cuerpo. Axel da dos arremetidas más sintiendo como el caliente líquido preseminal llena mi interior soltando una maldición.

«Tarde»

Nos quedamos en la misma posición con nuestras respiraciones entrecortadas. Axel se reincorpora saliendo lentamente de mí, tomándome de la cintura y llevándome a su lado acomodándonos en la cama.

—¿Te cuidas? —pregunta con la voz ronca entremedio de mi cuello dejando un beso.

—No crees que ya es muy tarde para preguntar.

—Si —dice —, pero creo que no queremos darle más hermanitos a Iana.

Río.

—Ven, vamos a ducharnos.

Me tomó de la cintura poniéndonos de pies.

—Solo a ducharnos —le digo.

—Si gustas repetir lo hacemos nuevamente en la ducha. Por mí, no hay problema.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.