Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 24

Axel

El frío clima de New York no recibe apenas pongo un pie en la pista de aterrizaje. Recibo la mano de mi hija entrelazando nuestros dedos cuando baja con cuidado de la escalera del jet. Detrás de la pequeña castaña sale Aina junto con Cristian, que vino junto con nosotros hacia nuestro regreso. Tomó la mano de la castaña dejando un beso en la coronilla de la cabeza.

—Para mí no habrá beso —ruedo los ojos antes la voz molesta de mi amigo.

—Ponte a trabajar, Williams.

—Aina está bien que seas mi hermana —me ignora —. Pero desde que llegaste a la vida de este ser sin corazón —me mira —, ya no me haces caso y me dejaste en el olvido.

La castaña le miró divertida.

—Cristian, deja de joder y apresúrate que tenemos una reunión con los de informática —hablo.

—Bueno, ya no quiero a tu hombre — Dice antes de caminar hacia su auto —. Te lo regalo. Nos vemos pequeña ratona.

—Nos vemos tío Cristian —se despide con un abrazo —. No te olvides de mi pastel de chocolate.

—No lo olvido —dice subiendo a su auto.

Volteo hacia la dirección de Iana que con la mano se soba los ojos y tomo eso como señal para cargarla entre mis brazos, mientras acomoda su cabeza entre medio de mi cuello. 

—Vamos —tomó nuevamente la mano de la castaña caminando hacia el auto donde me esperaba el chofer de confianza de mi familia. 

El camino hacia mi departamento no fue tan largo. Iana seguía dormida en mis brazos y la castaña reposaba su cabeza en mi hombro. Paso con sumo cuidado mi brazo por encima de sus hombros y la apego hacia mí.

Cuando llegamos al departamento acomodo en mi cama a la pequeña castaña que sigue plácidamente dormida; acomodo las sábanas cubriendo el cuerpo que hace que se remueva dejando su boca pegada en la almohada. «Igualita a su madre» Dejo un beso en su frente y me voy directo al baño a darme una ducha rápida para ponerme de nuevo los trajes típicos para ir a la empresa.

 Salgo de la habitación encaminándome hacia la cocina.

—¿No se despertó? —la castaña pregunta disolviendo el café en la taza.

—¿Preguntas por esa niña que parece piedra cuando duerme?

Una sonrisa tira de sus labios.

—Me recuerda a alguien que no despierta cuando la mueven —la molesto un poco.

—¿Quién? —me sigue el juego.

—Una castaña con los ojos color avellanas.

—Por como la describes, algo me dice que la conoces muy bien.

Rodeo el mesón que nos separa poniéndome detrás de ella dejando mis manos apoyadas en el mármol.

—¿Qué haces? —ríe nerviosa.

—¿Aina Williams, se sigue poniendo nerviosa, aún?

—Déjate de bobadas.

—¿Entonces por qué no sigues endulzando el café? —susurro a centímetros de su oído.

—Porque ya está en su punto —responde.

—Pruébalo — Pasa saliva.

—No puedo si estás así de cerca.

—Entonces reconoces que te pongo nerviosa.

—No…bueno…— tartamudea—.Que si me pones nerviosa. ¿Estás contento? —admite.

—Por supuesto —la tomó de la cintura dejándola frente a frente conmigo.

—Se te hará tarde —me recuerda de la bendita reunión. 

—Qué más si me demoro unos cuantos minutos. Estoy con la madre de mi hija.

—Egocéntrico.

—Pero no te quejas de este egocéntrico. 

Mi mirada baja a sus labios y poco a poco nuestros rostros se van acercando. Nuestras bocas se encuentran fundiéndose en la suavidad de nuestros besos, donde poco a poco el beso se funde en una intensidad. Dejó un casto beso en sus labios logrando separarnos y dejar mi frente con la suya.

—Me tengo que ir.

—Nos vemos en la noche —dice con los ojos cerrados.

—Por mí, vengo antes, cariño.

—Ve.

Me despido con un beso en la frente de la castaña y emprendo camino fuera del departamento, ubicando mi auto fuera del edificio.

El camino hacia la empresa “Davies Connection” me dio tiempo para contactarme con mi abogado para dar una última solución a mi divorcio de una buena vez.  La reunión apenas comienza cuando piso la sala de juntas donde se encuentra cada uno de los hombres que conforman la empresa como socios y algunos otros inversionistas. Divisó a Cristian, quien saluda a Rodríguez, mi abogado, dando comienzo de esa manera la reunión.

♡☆♡

La reunión culminó con los aplausos de cada hombre sentado en la mesa que formaron parte de este nuevo proyecto. Agradezco de forma cordial despidiéndome y, con una mirada hacia mi abogado emprendemos caminos fuera de la empresa, pero antes de salir por completo de la sala de junta Cristian dice:

—¿Ya te vas? —pregunta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.