Mi pequeño secreto

CAPÍTULO 27

Aina

Ver a Iana jugando feliz solo hace que se me hinche el corazón de felicidad. Su sonrisa es la única calma que me recibe cada día y cada mañana. Verla de esa manera alegre y la forma como suelta una sonrisa a cualquiera dejando en cada persona su esencia. Axel y Iana desde que se conocieron se acoplaron muy bien: no se separan, duermen raras veces juntos acomodándose cada noche en nuestra cama, juegan y ríen de cada ocurrencia que suelta nuestra hija. Mirándola con adoración cada vez que habla. 

La mirada de Axel se encuentra con la mía cargando a la pequeña castaña que se retuerce de risa entre sus brazos dándome una sonrisa y concentrarse de nuevo en nuestra hija.

Una mano se posa en mi hombro haciendo que le mire de reojo posando su mirada en mí.

—¿Alguna vez pensaste estar así?

¿Si lo pensé? Cada maldita noche imaginé estar algún día así. «Cómo una verdadera familia» esto siempre ha querido, Iana, siempre quiso estar así.

—Sí —no hay un ápice de duda en mi voz.

Mi mirada sigue en las dos personas que están empapados con el agua de la manguera que tiene Iana en sus manos.

—¿Eres feliz? —Su pregunta no me tomó por sorpresa, porque siempre ha sido así. Siempre velando por nuestra felicidad.

—Lo soy —digo con una sonrisa — .Soy felizmente feliz. 

—Realmente te lo mereces —su mirada se dirige a Iana que está colgada del cuello de su padre y este la toma de la cintura llevándola al suelo, haciéndole cosquillas—. Ella es feliz. Y tú también lo eres.

—Y tú ¿Eres feliz? —me volteo a mirarlo, pero su atención está en las dos personas que ríen —. ¿Qué fue lo que realmente pasó con Julieta?

Se tensa, pero cambia su semblante al mirarme nuevamente.

No hay que sernos de la vista gorda cuando realmente pasó algo entre mi hermano y mi mejor amiga. Después de esa última llamada que tuve con Julieta, no se me quita de la cabeza las palabras dichas por Cristian, la mujer que me importa fueron sus palabras que no dejaron de rondar en mi cabeza.

—Cris…

—Simplemente, me enamoré de una persona que no corresponde a mis sentimientos.

Cristian siempre ha sido reservado a la hora de hablar de sus sentimientos, pero ahora solo veo en él, la asfixia por querer soltar todo lo que le retiene. El matiz de su mirada solo hay rabia contenida ¿dolor? O solo quiere dejar de sentirse vulnerable. Como lo está ahora conmigo.

—Me enamoré de la persona que realmente creí que tendría una vida con ella.

—Te enamoraste —susurro.

—¿Cómo hago? —lo miro sin entender —. ¿Cómo hago para dejar de pensar en ella? ¿Cómo hago para arrancarme de la cabeza y dejar de torturarme todas las noches?

Su semblante cae dejando sus manos en mis hombros.

—Quiero dejar de pensar que algún día ella pueda…

Se interrumpe cuando se da cuenta de sus palabras dándose la vuelta, dándome la espalda.

—¿Qué algún día pueda amanecer muerta? —las palabras salen con un nudo en la garganta. 

—No puedo estar detrás de una persona que no quiere ser ayudada —sus hombros caen dejándome ver al hombre vulnerable ante mis ojos. Dejando de ser el hombre feliz que nos muestra a todos.

—Julieta, ella…

—Julieta no es la misma —me interrumpe —. Aina, ni siquiera permite que me acerque a ella. Es como si olvidara mis toques. Y tampoco la voy a forzar a querer algo que no quiere.

—¿Y tú estás bien con esto?

—Como te explico que estoy a punto de rendirme por ella —susurra dejándome ver las lágrimas acumuladas en sus ojos —. Y tengo miedo de que sea demasiado tarde cuando sé que podría haber hecho mucho para salvarla.

—No —le tomo del rostro —. Escúchame, estás haciendo mucho por ella. Estás ahí junto con ella luchando.

Niega.

—Nunca va a estar a salvo cuando se sigue culpando por algo que…por algo que no fue su culpa.

Los ojos se me nublan.

—Está muy lastimada —la voz se me agudiza —. Julieta saldrá de todo esto. Ella lo hará. Necesito saber que está bien —intento que las lágrimas no jueguen en mi contra —.Quiero que mi mejor amiga esté bien.

Mi amistad con Julieta ha perdurado desde que somos pequeñas y, se convirtió en mi hermana en el momento que decidimos que sus problemas son mis problemas y viceversa. Nuestra amistad se fue forzando a medida que íbamos creciendo, siendo mi cómplice en todo y la forma como era esa chica risueña que tenía metas y proyectos por surgir. Julieta, siempre ha sido así, siendo ella misma, brillando como siempre lo ha hecho.

—Iré a mi departamento—deja un beso en mi frente —. Dile a Agnes y a Liliana que gracias por todo. Estoy cansado.

Le tomó de la mano deteniéndose, fijando su mirada en mí.

—Me voy contigo. No te voy a dejar solo.

—Aina, agradezco tu preocupación por mí — Acaricia mi mano —. Pero necesito estar solo. Necesito espacio para pensar.




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