Axel
Jamás pensé hacer esto. Todo cambio con los días, semanas y meses.
La risa de la pequeña castaña que me acompaña hace que la mire de reojo.
—A mi mami le encantará la sorpresa.
Ya lo creo.
—Recuerda que esto es un secreto entre nosotros dos —recuerdo.
—Lo sé, papi —Le enarcó una ceja —. Soy muda en guardar secretos.
Niego con una sonrisa tirando de mis labios observando cómo está quedando el lugar. La ráfaga del viento choca en mi rostro haciendo que entrecierre un poco los ojos. El oleaje del mar llega a mis oídos viendo como mi hija tira de sus sandalias a la arena y, mete sus pies dentro de la orilla del mar.
—Tu nombre no deja de ser noticias en estas últimas semanas —Cristian se acerca entregándome una caja negra en mis manos —. Bueno, también la de mi hermana y la de mi sobrina.
—Se cansarán y dejarán de hacer noticia —me limito a responder.
Hace aproximadamente dos meses que salí junto con mi familia a hacer público mi relación con Aina junto con la de mi hija. Ya tenía en mente exponer al ojo público la relación con mi familia, junto con la madre de mi hija hablamos para evitar más adelante que los periodistas estén detrás de nosotros al hacerse rotar algunas imágenes al medio público donde estoy junto con Aina y Iana en la pastelería que inauguró mi madre hace casi un mes.
—Ya lo creo —dice.
—¿Cómo estás? —pregunto sin dejar de observar a la pequeña castaña que juguetea con los pies en la orilla.
—Bien.
—Eso dices tú, pero sabes exactamente que no lo estás.
—¿A qué viene todo esto, Axel? —su voz sale en un dejo de molestia —. Estoy bien o trato de estarlo.
—Entiendo que no quiera hablar y quieras guardar para ti mismo todo lo que estás sintiendo en estos momentos. Me tienes a mí, Cristian, y recuerda que estoy aquí contigo.
—Enamorarse es jodido —suelta una áspera risa—. Me estoy rindiendo y aferrando a alguien que no siente lo mismo o tan solo no quiere aceptarlo.
La voz de mi mejor amigo decae, su mirada se pierde entre las mareas del mar. Por lo poco que sé o quiero creer que Julieta se encuentra incrustada con sus sentimientos y, para Cristian, hablar de ella es como si fuera a romperse.
—Salir de una relación tóxica no es nada fácil —Desvió la mirada observando a mi mejor amigo —. Y es muy difícil salir de ahí cuando esa persona no lo acepta.
—Menos aceptar que la persona que elegiste en tu vida te maltrate.
Esa es la razón por la cual Cristian trata de aferrarse a salvar a la mujer que lo tiene enganchado. Salir de una relación tóxica lleva fuerza y voluntad de sí misma donde tanto te destruye como: física, psicológicamente o verbalmente y admiro a todas esas personas que se dieron cuenta de que esa relación no era para nada sana. Lo presencié en la forma como mi padre maltrataba a mi madre y, yo no podía hacer nada «Solo era un niño escondido bajo el miedo»
—Dejemos de lado mis problemas sentimentales y preocupémonos de que Liliana haya cumplido su objetivo.
Mi móvil resuena en el bolsillo de mi pantalón viendo como el mensaje de mi hermana se ilumina en la pantalla.
Lili
Objetivo completado.
Aina, no tiene idea a donde la estoy llevando.
Espero que tengan ya listo todo.
Estamos en camino.
—Ya están en camino —avisó al hombre que se acercó a chismosear en mi móvil —Pero, para qué te aviso si ya lo leíste.
—Las mañas no se quitan de la noche a la mañana —sentencia serio.
—Ya sabes qué hacer cuando Aina ponga un pie aquí.
—Me llevo a Iana conmigo —rueda los ojos repitiendo lo mismo.
—Qué inteligente me saliste, Cristian.
Me mira con mala cara.
—Hasta ahora me pregunto cómo así te volviste mi mejor amigo.
—Acéptalo — tiró de una sonrisa. —Me valoras.
—No sé cómo te aguanta mi hermana —dice negando.
Si supiera como le saco de sus casillas cuando me rehusó a hacer lo que me dice con tal de hacerla enojar.
—Bien, te desearía suerte, pero la tienes —me palmea la espalda —. Nos vamos pequeña ratona que nosotros tenemos planes.
—La mochila de Iana está en el carro.
—Me ofendes muchísimo. Claramente, no salimos sin la ropa de cambio de mi sobrina —se ofende.
—Última cosa —. Miro como la pequeña que es mi hija se acomoda las sandalias —. Iana debe dormir en sus horas.
—Lo sé.
—Te aviso, porque no querrás ver a la mujer que tengo como la madre de mi hija sermonear sobre las horas de sueño de nuestra hija.
Editado: 01.07.2024