Fue sencillo dar con la casa de la persona que buscaban, el pueblo era grande, pero todos se conocían, o todas ya que la mayoría eran mujeres, los hombres eran escasos pero muy valorados por lo mismo, así que muchas miradas se posaban sobre Valkyon, tan solo habían recorrido un par de calles y ya había llamado la atención de por lo menos diez mujeres. Una de las residentes les indicó que tenían que ir justo al fondo del pueblo, por suerte solo un par de metros bastaban. Los nervios tenían invadida a la joven humana, esperaba que encontraran respuestas concisas esta vez, además no pasaba desapercibido que Ezarel también estaba atemorizado, todo esto le afectaba más.
—¿tienes miedo?
—no sé...creo que si...cada vez me es más difícil manejar mis emociones con esta apariencia, sé que tengo que guardar la calma, pero no puedo.
Erika tomó la pequeña mano y le dio un leve apretón sin decir nada ya que ella estaba de igual manera, Ezarel no replicó tampoco, realmente necesitaba el apoyo. Al estar delante de la vivienda Valkyon se acercó al pórtico rustico de la vivienda y tocó la puerta, alrededor había varios árboles que refrescaban el lugar, perfecto para los cuatro viajeros ya que el día se había tornado caluroso por el abrazador sol, Ezarel apretó con su pequeña mano la de su compañera sin mirarla y ella lo observó de reojo, un nudo se le formó en la garganta.
Por fin alguien abrió, era una mujer cabello rubio trenzado alrededor de la cabeza y ojos tan azules como el mismo océano, su piel blanca dejaba ver unas cobrizas pecas en los pómulos que se movieron formando una sonrisa de bienvenida a pesar de no conocerlos. Valkyon presentó al grupo y entraron a la casa por indicaciones de la mujer valkiria, se había dado cuenta que el tema que querían tratar era de cierta delicadeza.
Ya adentro salieron los detalles, Ezarel se presentó, el pequeño trató de mantener una postura serena, más por dentro sentía un nudo en el estómago, la mujer no decía nada, solo escuchaba.
—realmente me apena su circunstancia señor elfo, mi familia pasó por lo mismo y fue ....
La mujer callo mientras sus orbes se llenaron de lágrimas, aquellas que dieron paso a narrar la historia de Eir la valkiria.
Una mujer de carácter fuerte, guerrera por naturaleza y fiel a su pueblo, su orgullo era más grande que su cabeza, era lo que todo aquel que la conocía decía, pero amaba a su familia, era su prioridad. Un día mientras cabalgaba de regreso al pueblo en un sendero abierto vio a una anciana que parecía necesitar ayuda, tirada en el suelo con las ropas desgarradas mientras su cabello negro y sucio tapaba su rostro. Eir se bajó de su familiar de montura para ayudarle, la llevó a un pueblo aledaño que ella no había visto a pesar de ya haber pasado por esos rumbos unas cuantas veces, no le dio importancia a aquello pensando que a lo mejor recién se había formado, la anciana le agradeció.
—como recompensa te concederé tu más grande deseo
Dijo la mujer estropajosa lo que hizo reír a la valkiria de manera irónica, pensó que la vejez ya la había hecho senil y había perdido un poco el sentido común.
—no tienes para comer y me quieres conceder mi mayor deseo, guárdate tu caridad para ti anciana.
—no todo es lo que parece.
—entonces quiero mucho oro—fueron las últimas palabras de Eir antes de darse la media vuelta y dejar atrás a la mujer mayor, esta última sonrió.
—el oro de la vida es saber perdonar—la anciana de ropas sucias chasqueó los dedos y ese pueblo desapareció junto con ella, Eir cayó al suelo inconsciente.
La noche estaba a punto de caer, en la bitácora de misiones se tenía programado que de Eir llegara al medio día si no había inconvenientes. Compañeras de la valkiria al ver que era tarde y no tenían noticias de ella ni por su familiar decidieron ir en su búsqueda, de camino no muy lejos una de ellas vio a una pequeña niña tirada en un sendero, era valkiria, pues el tatuaje en su mano lo indicaba, también llamó su atención que a unos cuantos metros se encontraba el familiar de montura de Eir, pero lo más asombroso fue cuando una de ellas, amiga de la infancia de la desaparecida, al descubrir el rostro de la pequeña pudo reconocer a su más allegada confidente.
—en ese tiempo yo tenía 10 años, mi madre llegó en brazos de su mejor amiga con la apariencia de una pequeña niña, lo que ocasionó estragos en toda la familia, mi padre estaba en shock,
—no quiero parecer apresurado, pero ¿qué paso con su madre señora Helga? —Ezarel no pudo esconder su impaciencia, quería saber que había sido de aquella persona.
En ese momento una pequeña entro corriendo a la casa y se hecho a los brazos de Helga.
—¡mamá! me regalaron unos panes para la comida!
—Eir compórtate que tenemos visitas
El nombre de la niña congeló a los cuatro miembros de la guardia y Helga observó con compasión al elfo, asi confirmó lo evidente, aquella niña era su madre. Pronto contó que buscaron por todos lugares a aquella mujer con la que había hecho contacto la valkiria, su madre todavía tenía razón de si y proporcionó detalles del encuentro, pero no dieron con aquella anciana ni con aquel supuesto pueblo que habían llegado, poco después Eir comentaba que tenía sueños donde esa mujer se aparecía, le decía una y otra vez la misma frase con la que se despidió de ella y después le dijo una más "la inocencia de un niño es la clave para el perdón" pero pasaron los días, que pronto se convirtieron en meses y Eir no supo que significado tenían aquellas dos frases.