Al llegar a la enfermería fue inevitable que Ezarel se encontrara con Ewe, esta evidentemente incómoda, desvió la mirada. Como esto desolaba al alquimista, decidió encararla comentando que no le gustaba este distanciamiento entre ellos, aunque sabía que era su culpa. La contraria en un principio mantuvo silencio, pero después de unos segundos de analizar, lo miró a los ojos y le dio la razón, ella tampoco estaba conforme, porque ante todo eran amigos, este sintió alivio al verla sonreírle de nuevo.
—cambiando de tema ¿dónde está esa holgazana que huye de su trabajo? —preguntó puesto que la razón de que él estuviera ahí, era porque le habían dicho que Erika había ido a parar con la elfo.
—no digas eso, ella de verdad está mal
Ewe hizo a un lado una cortina dejando ver a Erika acostada en la camilla, explicándole lo sucedido al elfo menor. Este por contrario pensó que solo quería esquivar el trabajo ya que ella parecía estar bien momentos antes, entonces la removió para que despertara.
—deja de fingir y vuelve al trabajo
La chica lentamente abrió los ojos y al ver que era su jefe, hizo por alcanzarlo, con desespero quiso hablarle, más de su boca no salían palabras, finalmente al los pocos segundos terminó desmayada causando preocupación en el pequeño líder, no comprendía que había pasado con ella.
Después de aquello pasaron cuatro días, la joven humana no había despertado desde el encuentro con el duende, Miko dictaminó gracias a sus poderes místicos, que era víctima de una especie de hechizo, esto conmocionó a todos y más a Ezarel el cual se sintió responsable. Ykhar revisó el libro que la faelinne había estado hojeando, encontrando que una página había sido arrancada de la sección de Irlandés, esto se lo comunicó a la kitsune, dándole otra cosa más en que pensar.
La búsqueda de la libreta pasó a segundo término, e inclusive Ez no se quejaba por su aspecto, en lo único que se concentraba era en hacer pociones junto con Ewe para tratar de despertar a Erika y cuando no trabajaba se la pasaba en la recamara de esta, haciéndole compañía. Todos estaban preocupados por el estado de la chica, provocando que su habitación nunca estuviera sola, siempre había alguien con ella, inclusive Miko mando una carta a Huang Hua informándole sobre lo que estaba sucediendo, pues consideraba que era hora de pedir apoyo.
Al llegar el quinto día Eweleïn fue a la habitación de la joven durmiente, viendo que Ezarel estaba a su lado sujetando la mano derecha de esta, era como si cargara una gran culpa; su mirada era dolorosa. Le habló, pero este no contestó así que se acercó al pequeño. De cerca notó que sus ojos se veían acuosos.
—Ella va estar bien—dijo con dulzura más el menor negó con una marcada tristeza en su rostro.
Recordó que le habían comentado que el conjuro modificaba su comportamiento y emociones, aun así, esto la perturbaba, era la primera vez que lo veía en ese estado.
—Ezarel, ¿sabes quién soy yo? —quiso analizar qué tan avanzado estaba el sortilegio.
Este negó con la cabeza mirándola con cierta desconfianza. Dolida guardó silencio pues se consideró tan poca cosa para que rápidamente su recuerdo fuera borrado de la memoria de la persona que más quería, pero algo llamó su atención y era que el pequeño no soltaba la mano de la humana.
—¿Sabes quién es ella? —esta vez el elfo asintió volteando su mirada hacia la faelinne.
—no quiero que le pase nada a Erika—dijo con voz quebrada, aguda, infantil, más inocente.
—ella pronto despertará, ya lo verás—trató de animarlo, pero el niño seguía igual, entonces se acercó más a este— te gusta... ¿verdad? —agregó aprensiva.
—sí, ella me gusta
Eweleïn soltó lagrimas al escucharlo, sabía al fin quien era la verdadera dueña del corazón del chico que le gustaba, después juntó fuerzas y lo terminó llevando ante Miko, mostrándole que el sortilegio de Ezarel avanzaba cada vez más rápido.
Pasaron dos días más y las cosas iban peores, Erika seguía sin reaccionar, el diario no aparecía y Ezarel seguía comportándose como un niño sin reconocer a nadie del cuartel a excepción de la castaña. La elfo terminó convirtiéndose en su niñera ganándose un poco su confianza y el nombre cariñoso de hermana Ewe, cosa que nunca se imaginó escuchar del elfo antipático que solía ser.
Miko se veía desesperada, todo se había acumulado, Nevra y Valkyon también se sentían impotentes pues ni sus mejores habilidades servían en ese caso.
Eweleïn llegó con Ez de la mano a la sala de cristal, este parecía estar distraído mirando a la nada. La kitsune frunció el ceño al verlo, pues percibía un cambio cada vez más notorio en su esencia.
—¡Ezarel! ¿Aun no recuerdas nada? —dijo autoritaria con el afán de hacerlo volver en sí, esto por contrario logró que el otro se escondiera detrás de Ewe.