Todos vieron la abertura cerrarse detrás de la caída de Ezarel y Erika, mientras la mujer permanecía de pie frente a ellos con una sonrisa socarrona.
—¡¡ERIKA!!—gritó Leiftan al momento de que volvía a levantarse lleno de rabia.
Este se aproximó a la hechicera con el propósito de obligarla a que trajera de vuelta a la castaña, pero, ella cayó inconsciente al suelo ante su asombro y el de los demás; el chico hizo una mueca de frustración.
Huang Hua al notar que Leif estaba muy perturbado, se acercó para tratar de calmarlo, nunca lo había visto tan fuera de sí y los demás también estaban desconcertados; el rubio al ver que había llamado la atención de los presentes calmó su ira.
—no te preocupes Leiftan, haremos que regresen los dos a salvo—también Miko trató de tranquilizar a su supuesto amigo y mano derecha.
Este solo asintió, pero su rostro permanecía serio.
Enseguida Eweleïn tomó los signos vitales de la mujer desfallecida, informando que estaba débil, su magia se había esfumado.
—al parecer solo le quedaba energía para abrir ese portal—diagnosticó la elfo.
Había muchos enigmas alrededor de la hechicera, que impedían comprender la naturaleza de sus actos. Por ello Miko ordenó llevar a la bruja a la enfermería, pues ante todo no querían que muriera sin que regresara a Ezarel y a Erika de donde los había mandado, ahí Ewe logró estabilizarla, pero su condición actual no le permitía recobrar la conciencia.
Mas tarde, Chrome se apareció en la enfermería para entregar ingredientes que había solicitado la elfo, en cuanto ella los tuvo en su poder, se puso manos a la obra en una mesa de trabajo; al verse ignorado el lobo, se acercó de manera discreta a la camilla donde reposaba la azabache.
—no te preocupes, confía en ambos, yo también sé lo que tengo que hacer—susurró tocando una mano de la hechicera, enseguida se retiró del lugar.
—0—
—¿porque regresaría? Esta es una oportunidad para que yo vuelva a casa sin pedirles que sacrifiquen uno de sus portales, lo único que siento es que no me pude despedir de todos.
Esto lo dejó de piedra.
—a pesar de que nadie me recuerde, quiero ver a mi familia, intentar acercarme a mis seres queridos y amigos, no importa que sea como una extraña y tenga que empezar de cero... trataré de recuperar, un poco de todo lo que perdí—agregó con somnolencia en su rostro.
A Erika se le había dado la poción del olvido, el encargado de aquello había sido el vampiro. El elfo agachó la mirada, pasó por alto considerar que la castaña quisiera regresar a su hogar, tomando en cuenta lo sucedido esa vez, pero no fue capaz de refutarle, apoyaba en que tenía derecho intentar recuperar lo que ellos le habían arrebatado de mala manera.
Al ver a su todavía jefe con aspecto distante, la castaña pensó que le preocupaba como regresar a Eldarya.
—pero te voy a ayudar a volver, el bosque donde está el círculo de setas que me trasportó no está muy lejos, mañana te llevaré— trató de animarlo.
El chico volteó de nuevo adelante y siguió caminando en silencio, esto le pareció extraño a la joven, pero lo dejó pasar, eran los últimos momentos que estaba al lado del líder y quería disfrutar de poder abrazarlo como despedida. Se había resignado y estaba decidida a dejar ir lo que sentía por él.
Sin duda eres lo que más voy a extrañar de Eldarya.
Miró al frente dándose cuenta que a unos cuantos metros estaba su antigua casa, su reacción fue señalarla con impaciencia y Ezarel avanzó a donde ella le había indicado sin réplica.
Erika abrió la puerta con una llave que sacó de una maceta, entrando seguida por su jefe. El duende lucía distraído, mas no le impidió notar el lugar donde se habían metido, no tenía luz y parecía descuidado, al fin y al cabo, la humana había estado ausente durante medio año
Parcialmente a ciegas, con la poca luz que se filtraba por las ventanas, la castaña se dirigió cojeando a lo que parecía ser la cocina, allí se estiró con la intención de alcanzar un estante.
—¿quieres esto? —Ezarel bajó un botiquín de primeros auxilios que estaba dentro del mueble,
El chico se encontraba detrás de ella y esta respingó por la sorpresa.
—sí, gracias—dijo inquieta tomando la caja.
Este fue el momento en que la joven entró en razón de que se encontraban en su casa, a solas, entre penumbra y en paños menores prácticamente. Los nervios se hicieron presentes ocasionando que se tambaleara al intentar caminar de nuevo.
—que tonta eres—logró sujetarla de un brazo para que no cayera
Sin pedir opinión, la alzó entre sus brazos como a una princesa y caminó a la estancia, ella enmudeció pues no creía lo que el elfo estaba haciendo; en la sala la bajó en uno de los sofás polvosos cerca de una ventana para alumbrarse con la luz lunar.