Ela:
La vendedora se limpió las manos en su delantal grasoso y se acercó a nosotros.
—¿Qué van a pedir mis amores?
—Bueno doña, yo quiero cuatro empanadas de carne mechada y tres de queso y mortadela, ¿y tú cuartito de gente qué vas a querer?
"Cuartico de gente", eso era lo que me decía Charles por ser bajita.
—No te voy a decir nada porque estamos aquí con la señora y todo eso, pero te puedo mandar a que te chupes un...
—¡Ey! Dijiste que estábamos con la señora, deja de ser tan altanera, que después vas con la señora Daniela a decir "Ay, Charles me hizo esto y lo otro", borra tu beta, que no te luce.
—¡Ya deja de hablar así! ¿Ni que fueras de la calle con quién te estás juntando para hablar así?
Ya estaba agarrando la gran arrechera del año.
—Pide lo que vas a pedir, la señora no se va a quedar ahí toda la vida esperando por ti.
La vendedora solo se reía mientras freía las empanadas.
—Yo quiero un tequeño, grande.
—¿Y ya? Tanto que tragas tú y te vas a comer un tequeño. Pide dos por lo menos.
—Bueno, dos, pero los vas a pagar tú porque eres el que está insistiendo.
—Sí, yo lo pago, cálmate. Para eso te quite la cartera con dibujitos esa mongólica que tenías.
Charles sacó su billetera, que como billetera de todo hombre, estaba toda arrugada, vieja y fea como las nalgas de la vecina y no compraba otra.
(Y de paso se queja de mi cartera de dibujos)
—Voy a tener que regalarte una nueva porque ya eso no da para más.
—Solo tiene tres años, hay algunas que duran hasta diez, ¿no viste la de tu papá?
—Ese es otro que gana y gana plata y nunca compra cartera nueva.
—Déjanos ser, vale, tú estate pendiente de tu maquillaje, yo qué sé, bueno, tú casi ni te maquillas, pero esto no te importa.
—Mamita, ¿de qué quieres tus tequeños por fin?
Me preguntó la vendedora entregándole las empanadas a Charles.
—Yo voy a querer dos tequeños de queso y un poco de guasacaca, que no puede faltar nunca.
—Eso lo ponen en la mesa, Ela, no tienes que decirle a la señora que te la pase.
Dijo Charles con la boca llena y yo le apreté los cachetes haciendo que expulsara la comida y sonreí con malicia y diversión. Son pocas las veces cuando puedo joderle la paciencia a Charles.
—Mira, está bien que lo hagas estando en la casa de tu mamá y toda la verga, pero... ¿aquí?
—Bueno, ¿quién te manda? Tú estás desde hace rato burlándote de mí, ahora no te quejes. Y díselo a mi mamá si quieres.
Charles se levantó y metió las empanadas en una servilleta.
—Gracias, señora...
Sacó un billete de su bolsillo y pagó la comida de los dos. Molesto y todo, pero pagó.
—Cuando esté tu comida lista, ya sabes que está paga.
Fue lo último que dijo antes de irse con su cara de molestia. Charles era una de esas personas que no se molestaban, pero cuando lo hacían, para volverlos a poner contentos era difícil.
—¿Se molestó mucho tu hermano?
Me preguntó la señora sacando los tequeños del gran sartén, dejándolos en el aire un momento para que escurrieran el aceite que acumulaban. Igual no es como que fueran más saludables así. Están todos llenos de aceite, pero las cosas con grasa, por alguna razón, me gustan más así.
—No es mi hermano, bueno es mi mejor amigo, pero para volver a hacer que me hable, tengo que decirle a mi mamá que me ayude.
Dije con cara que uno pone cuando no sabe qué hacer. Los ojos abiertos y la boca toda amuñuñada.
—JAJAJAJA, bueno hija, pero ese a lo mejor te habla. Sólo debes dejarlo drenar su ira.
—Sí, sí, ese está loco.
La señora me puso los tequeños en una bolsa blanca como la de los panes.
—Gracias.
Ahora a ver qué le pasa a molestin.
¡Hola! (Tenía como 4 meses sin actualizar este libro) JAJAJAJA, los personajes son venezolanos, por eso (como la autora) ... ¿Qué palabras no entienden? Así puedo explicar y entender mejor lo que hablaron.