Mi Perfecto Caos

CAPITULO 4: En mis Tacones

Lena había resultado tener un gusto pésimo para la decoración. No solo era una hortera a la hora de elegir los colores sino que además discutía a las clientas si le llevaban la contrario. Me avergüenza admitir que me escondí en el armario de mi despecho cuando escuché a una clienta pedir a gritos hablar con la encargada. En mi defensa os diré que no había nada que yo pudiera decir para excusar aquella escena.

  • No digo que tenga usted mal gusto, pero debería replanteárselo- la escuché decir.
  • ¿Cómo dice? – preguntó sorprendida la clienta.
  • En fin, creo que salta a la vista que el rosa y lila es demasiado empalagoso. Por no hablar de que está sucumbiendo a unos estereotipos machistas que las mujeres deberíamos defender a muerte. Sin embargo, el amarillo y negro denota fuerza y poder. Es cómo decir aquí estoy yo hermanas.

A Lena se le había ido la olla con tanta meditación y tontería. Pero como le dices a tu mejor amiga que es una puta loca y que te va a buscar la ruina. No hay forma humana.

  • Oiga señorita, me parece fuera de lugar lo que me está usted diciendo- vociferó la clienta indignada- Aún más cuando yo soy la que paga. Si quiero globos rosas y lilas tendré globos rosas y lilas y usted se puede meter sus discursos feministas por donde le quepa.

La mujer, que claramente había perdido la paciencia y la compostura, salió de la tienda con un intento fallido de portazo de despedida. Dios bendiga al fuelle que había puesto en la puerta de cristal.

  • ¡Sera posible! Mujeres como usted nos hacen parecer débiles- dijo Lena.

Salí de la trastienda como alma que lleva el demonio. Miré a mi amiga como si fuera el mismísimo demonio y alcé las palmas de las manos en señal de interrogación.

  • ¿HAS VISTO LAURA? - protestó con dos ovarios- ESA MUJER ESTÁ FATAL DE LA CABEZA.
  • ¿En serio Lena? ¿En serio? - pregunté cansada- ¿Me vas a decir que no te has dado cuenta del problema?

Mi amiga me miró confundida. Realmente pensaba que la culpa de todo había sido de aquella clienta cursi. Bendita paciencia.

  • ¿Qué he hecho yo? - protestó
  • ¿Y que no has hecho alma de cántaro? – Agradecía tener a alguien con quien hablas en castellano para poder usar esas expresiones tan mías que lo solucionaban todo. No podía evitar echarlas de menos cuando discutía en inglés y a veces me quedaban expresiones tan ridículas que lo tenía que arreglar todo con un “joder” o “me cago en todo”- Le has llevado la contraria a una clienta, le has gritado en su cara, le has insultado… ¡No se le dice ordinaria a una clienta!
  • La sinceridad ante todo Laura. Ese era el lema de nuestro bufé.
  • Y será mi lema cuando pueda pagar mis facturas, pero mientras tanto mi lema es “Le comes el culo a los clientes”.

Mi amiga se quedó mirándome con ojo clínico, como si procesase la información, finalmente suspiro y me dijo:

  • Francamente, no sé si podré hacerlo.
  • ¡ME CAGO EN.…!

Justo cuando gritaba cómo una posesa mi clienta estrella atravesó la puerta del despacho. Quise disimular espantando moscas, aunque estaba segura de que había podido ver toda la escena desde el otro lado del cristal. Cuando había decidido forrar todas las paredes de cristales para que todo el que paseara frente a mi local pudiera verlo no había pensado en preservar mi intimidad. Claro que tampoco imaginaba que tendría que lidiar con alguien como Lena que cada día me parecía más una extraña. Toda lo segura e implacable que parecía en el bufete de abogados había desaparecido por completo y en su lugar había resultado una neurótica que pasaba el día hablando de chacras y de rituales que no había escuchado jamás.

  • Buenos días, señora. ¿puedo ayudarla en algo? - la escuché decir.
  • No Elena. Ya me encargo yo, gracias- contesté haciendo un gesto con la cabeza para que nos dejase solas.

Al menos fue capaz de entender eso y desapareció rumbo a la trastienda.  la señora, impolutamente vestida, me contemplaba con aire de suficiencia desde la puerta. Le hice un gesto para que tomase asiento junto a mí en la mesa que hacía las veces de lugar de reuniones. Saqué la carpeta que contenía su nombre y recaté los bocetos que había estado haciendo hasta las tantas la noche anterior.

  • Estos son algunos diseños que he preparado siguiendo las instrucciones que me hizo llegar por mail- dije mostrándole las cartulinas- espero que sean de su agrado.

La mujer las revisó con ojo clínico sin hacer ni un solo comentario al respecto. Empecé a ponerme nerviosa, lo hacía con su sola presencia, y noté como el sudor me resbalaba por la nuca. ¿Era mi impresión o hacía demasiado calor? Puse instintivamente el aire acondicionado, a pesar de que fuera estábamos a quince grados y no pasé por alto la mirada que me dedico la mujer. Esos ojos fríos me atravesaban el cuerpo. Los cinco minutos que tardó en decir algo se me hicieron eternos, pero no me atreví a importunarla.

  • Me parecen correctos- se limitó a decir sin mucho entusiasmo ni emoción alguna- Le haré llegar algunas correcciones. ¿Me mandará estos bocetos?
  • Por supuesto.
  • Bien. Por cierto querida la novia insiste en que quiere tulipanes en la ceremonia. A mi me parece algo totalmente fuera de lugar teniendo en cuenta el tipo de ceremonia que se va a realizar, pero no se le puede negar el capricho a una novia, ¿verdad?
  • Verdad…

La mujer me miraba con una sonrisa en los labios, satisfecha por la reacción que causaba en mí, contra más nerviosa me veía más disfrutaba ella.

  • Le haré llegar el pago esta misma mañana. - dijo por fin.
  • De acuerdo, contesté buscando el libro de facturas- Tiene que pagar el cinc7uenta por ciento.
  • Bobadas. Le mandaré el presupuesto integro, ¿para qué esperar? - contestó con un gesto que decía me sobra el dinero y te lo quiero recordar- Cualquier gasto extra que vaya surgiendo me lo va cargando a esta cuenta- añadió teniéndome su tarjeta.



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En el texto hay: rencor, celos, amor

Editado: 11.10.2021

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