Mi Perfecto Caos

CAPITULO 20:  El día de las noticias.


Los fines de semana son sagrados en casa. Prohibido usar el ordenador, prohibido consultar los email en el móvil, y nada de cocinar. Puede que esto ultimo lo extendamos a más de un día a la semana pero los sábados es inamovible .
Por eso pedimos una pizza familiar, de tres especialidades distintas porque somos incapaces de ponernos de acuerdo ni en eso, y la acompañamos de una buena botella de vino que nos acabamos enterita. Si hay ganas , acabamos en el café para la sobremesa pero si no nos zampamos un helado de esos que se guardan durante meses en el congelador para ocasiones especiales.
Para coronar la tarde una buena película de Netflix. Acabamos seleccionándola al azar porque se vuelve a hacer misión imposible. Para cenar un chino, un tailandés o cualquiera que sirva arroz. Nos chifla el arroz pero. , obviamente, preparado de distintas maneras.

Pero ese día, ese sábado a la una de la tarde, mi estomago empezaba a crujir y aun no habíamos discutido sobre la pizza.

-    Tengo hambre- protesté desde mi sillón espatarrara- ¿Por qué no hemos pedido ya?
-    Ginebra no está- contestó Elena desde el otro sillón con el portátil en sus manos tecleando como una loca.
-    ¡Eh! ¿Qué haces infringiendo las normas? No puedes trabajar en sábado.
-    No estoy trabajando.
-    Estás aporreando el ordenador. Estás trabajando.
-    Arreglo documentación de mis padres. Es ineludible- añade para excusarse.

El sonido de la puerta cerrándose me dice que alguien acaba de llegar. El portazo y el vibrar de mi estantería me confirma que es Ginebra. Ginebra y su increíble delicadeza inexistente.
-    ¿Crees que el día que te decidas a marcharte seguiré conservando mis paredes intactas?
Ginebra tiene dinero para comprarse tres pisos como el mío. De hecho, su madre es propietaria de varios inmuebles repartidos por Manhattan, es raro que alguien de su zona no lo sea, pero se ha empeñado en quedarse en mi mini casa como ocupa. No me da ni un duro. 
-    Probablemente no- contesta mi amiga sin vergüenza.
Eso de amiga es mucho suponer. La chica que tengo delante parece una nueva reencarnación de la Ginebra que se fue anoche a la cama. Una coleta alta bien engominada hacia detrás. Unos pendientes enormes verdes neon que podrían servir de reflectaste para ciclistas. Unos pantalones de cuero tan ceñidos que no dejan nada a la imaginación. No, esta no puede ser mi amiga.
-    ¿Quién eres tú?- preguntó con sorna.
Elena se ha vuelto a mirar y se queda tan sorprendida como yo misma . Aunque en su cara percibo mucha más sorpresa que en la mía propia. Ginebra ha sufrido un cambio evidente en las ultimas horas pero lo que veo no es nada nuevo. Es la pura esencia que Ginebra había perdido aun por causas insospechadas.
-    Chicas, os traigo una super noticia. Sentaos que vienen curvas.
-    Así no se dice- llevo meses intentado enseñar a Ginebra los refranes españoles pero no hay manera- Y ya estamos sentadas.
Imita un redoble de tambores. Nunca había visto a Ginebra tan ilusionada con nada.
-    He comprado un bar.
-    ¿Qué has hecho qué?- preguntamos Elena y yo al unísono.
Gin sigue mostrándonos su reluciente dentadura como si acabara de relevar alguna verdad universal. Sin embargo yo no siento la misma ilusión que ella. Yo siento pavor. Porque conozco a mi amiga, y conozco algo sus prontos, y comprarse un bar es la típica locura que cometería una noche de borrachera para abandonarlo a la semana aburrida.
Porque Ginebra es así, se aburre con facilidad. 
-    A ver Ginebra- pregunto poniéndome en pie por inercia- Puedes explicarme qué es eso de que te has comprado un bar.
-    Pues nada chica, he firmado un contrato, he soltado un buen pico y ahora soy dueña de un bar. Y no de uno cualquiera sino del CO2.
-    ¿Has comprado el CO2?- Pregunta Elena sin dar crédito.
-    PERO SI LO CERRARON POR CONTRABANDO GINEBRA- Protestó sin dar crédito a lo que escucho.
Ginebra sigue tan feliz como al principio. Ni una sola de mis palabras ni la cara de espanto de Elena, la han hecho recapacitar lo más mínimo. Tan típico.
-    Eso es pasado. Pienso reinventarlo y organizar una reapertura de la hostia. ¿Me ayudaréis no?
Recuerdos. Ginebra y yo librando. Gabriel de los matones del bar. Una proposición indecente en la mesa de una cafetería. El principio de mi caos. Mi perdición. No, no, no Laura. Mente en blanco ya. No pienses , no caigas.
-    NO- contesto sin ser consciente mientras muevo la cabeza como si así fuera a conseguir que los recuerdos se esfumaran- No podemos ayudarte con semejante barbaridad Ginebra. No te has comprado un vestido, ni unos zapatos nuevos como la gente normal cuando está deprimida. Te has comprado un puto bar.
-    ¿Qué quieres decir con deprimida?
Miró a Laura buscando algo de apoyo pero esta mira hacia otro lado. No esta dispuesta a tomar parte en la conversación. Muy típico también. 
-    Es evidente que desde que te paso <<eso que no debe ser nombrado>> no has sido la misma. Pase lo de meterte en mi casa, pase lo de no ducharte y lo de vaciar la nevera sin dignarte si quiera a hacer la compra pero lo de comprarte un bar … Te has pasado.
Ginebra me mira muy fijamente con los ojos cargados de ira. Elena se ha quedado más muda que antes y los ojos abiertos como platos. A lo mejor esta ha sido una de esas veces en las que pierdo la compostura.

-    No sabía que te molestara tanto que estuviera en tu casa. Pero si ese es todo el problema no te preocupes que mañana mismo me voy.- Dice muy digna antes de volverse hacía Elena- Supongo que tú si me ayudarás así que te estaré esperando allí.
Y sin mirarme si quiera a la cara se marcha del salón dejándome compuesta y sin replica. Miró a Elena con cara de circunstancias mientras subo mis hombros en señal interrogativa. Creo que sobran las palabras. 
-    Te has pasado Laura- dice muy seria.
-    Pero ella se ha pasado más- protesto sin entender por qué la toma conmigo- Se ha comprado un bar Lena. Un puto bar.
-    Ella con su dinero puede hacer lo que quiera pero tú no deberías meterte en eso.
-    Soy su amiga, debo aconsejarla y ser sincera cuando se equivoca.
-    Pues yo soy la tuya y te digo que te has equivocado. ¿Y lo de decirle que se aya de casa?
-    Anda ya, yo no he dicho eso. 
-    Tampoco lo has negado.
Me dejo caer en el sillón libre resoplando. Odio que me den la chapa cuando estoy segura de que tengo toda la razón. Elena siempre me ha tratado como a la hermana pequeña. Diciéndome lo que debía y no debía hacer. Lo que estaba bien o lo que estaba mal. Siempre bajo su criterio, claro. Sin embargo con Ginebra yo había adoptado ese rol. Era yo la voz de la conciencia y eso me gustaba. Me gustaba no ser la reprendida por una vez y ser la responsable. Pero quizás si que me había pasado, después de todo.
-    No le ayudarás con esta locura, ¿verdad? 
-    Pues creo que sí. Que le ayudaré. Es nuestra amiga, no voy a dejarla sola.
Elena se marcha a su habitación dejándome sola con una sensación de fastidio que me corroe por dentro. Todavía no entiendo como han girado anti las tornas para convertirme yo en la mala de la película. Abría jurado que Elena desaprobaba la compra del bar tanto como yo pero, como de costumbre, no se había pronunciado. Encima estaba muerta de hambre y nadie se había pronunciado sobre la pizza de los sábados. Si, a mi no hay problema que me quite el hambre. 
Estaba a punto de asaltar la nevera cuando mi móvil sonó. Se me había olvidado por completo hacerle caso en toda la mañana por lo que no me sorprendió ver varios mensajes , algún email, unos whatsapp… El último era de Martin. Un mensaje en cadena de esos graciosos que van de móvil en móvil. No creí oportuno contestarle. Mejor hacerse n poco la interesante.
El segundo whatsap era de un numero desconocido. No lo envía en mi teléfono móvil. Pero lo abrí y lo habían eliminado. Solo pude leer <<mensaje borrado>>
-    Me cagó en todo…- protesté.
Odiaba quedarme con la intriga de las cosas. Pensé en escribirle. Algún signo d e interrogación o un icono de esos que se quedan pensando. Cualquier tontería para forzar una conversación, saber quién es y salir de dudas.
A punto estaba cuando me fijé en el nombre de usuario que aparecía junto al número de teléfono. Una sítiales que coincidían sorprendentemente con las de Gabriel. Pero eso era imposible.
Gabriel no me había escrito en un año y medio y no iba a hacerlo ahora. Ni si quiera lo había hecho al descubrir que yo organizaría su vida y, estaréis de acuerdo conmigo , eso era para haberlo hablado.
Abrí la foto de perfil para verla mejor. Era una foto de su biblioteca. Esa que me había robado el corazón. Que suerte tenía el cabrón. Y sobre la mesa un libro y una rosa.  Un íbero que yo conocía muy bien. ¿A caso era algún tipo de mensaje?
 



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En el texto hay: rencor, celos, amor

Editado: 11.10.2021

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