Mi Perfecto Caos

CAPITULO 31 : Un Declaración Inoportuna

Cuando las cosas comienzan a ir bien tú estás bien. Me explico, eres feliz. Sonríes por nada. Una corriente eléctrica de buenas vibraciones te recorre por dentro. Sensaciones de felicidad te sorprenden de buenas a primeras sin venir a cuento. Por ejemplo, cuando me siento feliz,  estoy sentada en la taza del water y, de repente, me da por sonreír. O suelto un chillido de esos de felicidad extrema. Sin explicación ninguna. Las cosas van bien y tú estás bien. Punto.

Por eso, contemplando las vistas que se ven desde mi ventana con el biquini puesto y el pareo a la cintura no puedo preocuparme absolutamente pro nada. El cambio de habitación ha sido el punto decisivo para disfrutar de estas super vacaciones. Porque si, ahora por fin las veo como tal. Todo está organizado para la gran noche. Catering encargado;  vestidos en tintorería listos para recoger, Elena debería encargarse de eso; banda de música avisada; buqué de la novia listo y a salvo en la habitación que nos han cedido para nuestras cosas; arreglo floral del novio también preparado. ¿Qué podía salir mal? 

Llevábamos semanas organizándolo todo como si nada más en el mundo importará. De hecho, así es justo como la madre de Gabriel nos hacía sentir. Nada importaba más allá de la boda de su hijo. Y , lo cierto , era que pagaba a la altura de lo que pedía. Pero tanto Gabriel por aquí y por allá empezaba a crearme ardores de estómago. Las chicas decían que lo que me provocaba los ardores era la panzada de pizza barbacoa que me metía últimamente. Pero yo erre que erre con que eso no tenia nada que ver. Siempre que paso malas temporadas me da por atiborrarme de algo, lo admito. Cuando Tom me engañó me dio por comer magdalenas, o como las llaman aquí, para ser más sofisticados, muffins de chocolate. Tuve problemas para entrar en mis vaqueros por aquella época pero lo digo con la cabeza bien alta. Y ahora, por lo visto, me ha dado por comer pizza barbacoa a todas horas. Pero cuando quiera lo dejo, ojo. 

Deshice la maleta porque tengo esa mala costumbre, o buena, según se mire, de guardar la ropa en el armario aunque sea por una noche. Mi madre insistía mucho con el tema cuando era pequeña y viajaba a mis campeonatos friquis. Y cuanta razón tenía mi bendita madre porque nunca le hacía caso y siempre parecía un papel arrugado allá por donde iba.

 Y en eso estaba, en guardara mi ropa en el armario, cuando me di cuenta de dos cosas. De que me había traído demasiada ropa,  que no iba a utilizar,  y en que estaban llamando a la puerta.

  • Pues sí que llegan pronto estas dos- protesté mientras iba a la puerta- ¿Os quemaba la habitación putas?
  • No se si ofenderme por llamarme puta o sorprenderme porque me abras en ropa interior.

Martin sonreía desde la puerta divertido pero yo noté como los grados de mi cuerpo subían peligrosamente haciendo que mis mejillas, y otras partes , ardieran sin remedio.No supe qué decir. De hecho, creo que me olvidé de hablar. Mis cuerdas vocales lánguidas e inservibles en mi garganta. Martin miraba disimuladamente hacía mis piernas desnudas. Disimulaba bastante mal, también te digo. Yo sentía el impulso de taparme mis partes vulnerables pero tan petrificada estaba que no lo hice. Tenía la sensación de que si me movía, lo más mínimo, causaría el efecto contrario al deseado. Es decir, que haría que se fijara más en lo que no quería. Me pasaron tantas ideas por la cabeza que no sabría por donde empezar. Hasta dudé de si estaba depilada o no. Imaginé mi ingle a rebosar de pelamen. La realidad era que podía haberme dejado algún pelo que asomara tímidamente. Me hago la cera. Y todas sabemos que los pelos no se van con anta facilidad por lo que , de vez en cuando, alguno me da la lata y vuelve a aparecer. Pero en mi mente la imagen era la de una selva amazónicas asomando por los pliegues de mi bañador y yo con ganas de vomitar los tres donut que me había metido entre pecho y espalda durante el viaje. 

 

  • ¿Te ha comido la lengua el gato?- preguntó Martin confundido por mi boto de silencio repentino- ¿Te ha incomodado mi visita? Le pregunté a Ginebra por tu habitación, no creí que te molestaría.

Negué con la cabeza como una idiota y si, seguí sin hablar. Era su jefa , por el amor De Dios. Era su jefa y perdía las bragas cada vez que me miraba. Al principio, había comenzado como un juego. Una tontería. Era un chico mono, que coño mono tremendamente atractivo, que había aparecido en mi vida y filtreé un poco por diversión. Por sentir esa cosilla que se siente por dentro. Esa ilusión indefinida que te hace sonreír por las mañanas.  Pero con el tiempo, me mosqueaba no obtener la respuesta que esperaba or su parte. A veces, parecía que yo le gustaba. Me mandaba mensajes, pero mensajes contradictorios porque en otras ocasiones me ignoraba por completo. Nos tirábamos una semana hablando por WhatsApp y , de repente, dejábamos de escribirnos. Y siempre era él. Vale, vale sí, yo tampoco escribía si el no lo hacia pero es un principio de dignidad. Aquí una ya ha pasado por mucho y ahora me estoy haciendo valer. Mi gurú de YouTube dice que el primer paso para ello es hacerse de rogar, porque de esa manera hacemos crecer sus ganas pero también nuestro autoestima. En fin.

  • Bueno…de acuerdo, no hables si no quieres pero al menos escucha lo que tengo que decirte antes de que arrepienta- siguió Martin- Las horas de vuelo me han servido para pensar bastante, y para marearme un poco la verdad, pero sobre todo para pensar. Te he lanzado señales contradictorias y soy consciente de ello. Pero  lo cierto es que me gustaste desde el primer día que te vi. Eres especial y eso no se puede negar. Hay muchas cosas que me echaban para atrás , que me retenían, pero no quiero seguir reprimiéndome. 

Se me quedó mirando fijamente y entendí que era mi turno de palabra. 

  • ¿Te estás declarando?- pregunté boquiabierta. 



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En el texto hay: rencor, celos, amor

Editado: 11.10.2021

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