Mi Perfecto Caos

CAPITULO 41: No hay más ciego que el ingenuo que no quiere mirar.

Descubrir que mis mejores amigas habían estado retozando como conejas en celo durante meses sin que yo me enterara de nada en absoluto me había hecho sentir bastante mal, lo reconozco. Al principio, me patético afán de protagonismo me hizo sentir traicionada. ¿Por qué no me lo habían contado? ¿Por qué me habían mantenido al margen? Pero qué esperaba, ¿qué me dejaran un sitio entre las dos? La asimilación fue un continuo vaivén entre la frustración y la comprensión. Una montaña rusa de emociones. Pasé horas recreando en mi cabeza cada una de las historias que Elena me había contado, debo reconocer que la tía no se guardo ningún detalle para la intimidad, y contra más pensaba en ello menos entendía por qué no me había enterado de nada. Era una amiga lamentable. Un desperdicio de persona. No había captado ninguna de las señales. Mis amigas habían vivido algo maravilloso, muy necesitado para ambas, y yo estaba demasiado ocupada en mis propias historias pasadas de moda como para darme cuenta. Empezaba a plantearme que había sido demasiado cansina con mis problemas. Ellas estaban viviendo una historia y yo les estaba arruinando el momento. Qué estúpida había sido.

Esa tarde, después de cerrar la oficina, Martin y yo fuimos a por mi preciado capuchino. Últimamente se había convertido en algo habitual que el fuera mi único compañero en algo que antes era tan nuestro. Tan de las tres.  Pero una brecha inquebrantable se había abierto entre nosotras y a veces pienso que quizás eso fue lo que me unió aun más a Martin.

Yo no podólogo evitar que mi mente se diera un paseo por el baúl de los recuerdos. Recuerdos que en muchas ocasiones me hubiera gustado dejar al margen pero quién soy yo para mandar sobre mi poderosa mente. Martin se inquietaba bastante con estos episodios de letargo. Se ponía nervioso y en ocasiones bastante tirante. Yo intentaba ser comprensiva, todo lo comprensiva que el no era conmigo, porque entendía lo que significaba sentir algo por alguien y creer que su mente y su corazón siguen ocupados por otra persona. Una sensación asquerosamente infernal.

Esa tarde, sentada en mi mesa favorita de D’Marco, con una taza humeante de café entre las manos , y la mirada perdida en las personas que caminaban hacía todas direcciones a través del cristal mi menté volvió a perderse. Recordé aquel trágico día, o afortunado según se mire, en el que vi a Tom entrando en un hotel Coliseo. Yo pensaba que ese había sido el principio de mi caos aunque después averigüé que en realidad todo empezaba y terminaba con Gabriel. Como había cambiado en dos años. Poco quedaba de aquel joven sin vergüenza que llegó a mi redacción para ponerla patas arriba. Cuando le miraba a los ojos me costaba encontrarle. Era como si todo de lo que me quejaba hubiera desaparecido y, en contradicción, el hubiera dejado de interesarme. No podía dejar de pensar en él. Pero en Gabriel de antes, de hacía dos años, no en el de ahora. Y de ese Gabriel, ¿qué quedaba?

Noté los ojos impasibles de Martin taladrándome con la mirada. Me hice un poco la tonta, hasta que ya no pude estirarlo más. Entonces le dediqué la mejor de mis sonrisas. Esa que todas utilizamos cuando queremos hacer ver que no ocurre nada. Pero Martin es demasiado cabezón. Demasiado insistente. Nunca suele dejar las cosas estar. Mi madre, a la que tuve que hablarle de él porque me espía el Instagram, dice que eso es porque es Géminis pero yo no he contrastado esa información.

  • ¿Eres Géminis?- le pregunto por sorpresa.
  • ¿Géminis?- mi pregunta le resulta tan extraña como divertida a juzgar por la sonrisa que se le refleja en la cara- Si, ¿por qué lo preguntas?

Increíble. Mi madre tenía razón. Siempre he pensado que era algo bruja porque nunca se equivoca hasta el punto de helarte la sangre. A veces, solo con ver a un vecino salir de casa ya intuye que engaña a su mujer. Yo la tomo por loca y le digo que deje sus novelas mentales pero siempre acaba siendo cierto. Ella le mira de arriba a bajo, echa un vistazo a la hora, pone cara de inteligente y juzga si echa horas extras en la oficina o en la habitación de algún hotel. Es un hacha. Quizás si le hubiera presentado a Tom me hubiera ahorrado mucho tiempo perdido. Pero lo hecho hecho está.

No quería hablarle a Martin sobre la historia de mi madre, y sus conjeturas astrales, porque hubiera sido una vergüenza así que decidí atribuirme el don. 

  • Se ve de lejos que eres un Géminis. Eres indeciso, inteligente, super creativo y analizas todo lo que ocurre a tu alrededor. Eres un Géminis, sin duda.
  • Nunca pensé que te fuera eso de los horóscopos. 
  • Una vez me dediqué a escribir horóscopos durante mis estudios universitarios— y era verdad. 
  • ¿De dónde sacabas la información? Pensaba que había que ser astrólogo o algo así.
  • Me lo inventaba todo- declaré- Y por lo visto solía acertar. 

Recordaba con añoranza aquella época en la que solo debí preocuparme del mis estudios y de una columna que , según algunos incrédulos, nadie leía. Aunque con el tiempo tuve muchísimo éxito e incluso me encargaba de mi propia sección online en la pagina web de la editorial con la que colaboraba. No cobraba demasiado pero me daba para mis gastaos, los pocos que mis padres no me cubrían, y me sirvió para hacerme casi famosa en cierto mundillo. Con el tiempo, algunas lectoras en plena adolescencia llegaban a pedirme consejos y yo me animé a contestarles con la mayor sinceridad posible. Reconozco que lo hecho de menos. En mi caso se puede aplicar ese dicho que tiene mi madre que dice <<consejos vendo que para mí no tengo>>.

  • Te noto demasiado distraída hoy- me dice Martin con ese tono que presagia tormenta.
  • Lo siento, estoy un poco preocupada por el asunto de las chicas- que no es la realidad pero que se acerca mucho.
  • ¿Qué ocurre con ellas? ¿Les ha ocurrido algo?



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En el texto hay: rencor, celos, amor

Editado: 11.10.2021

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