Mi Perfecto Caos

CAPITULO 46: La doctora Rita?

 

Cuando Elena me mandó un WhatsApp pidiéndome que nos viéramos en la cafetería de siempre me acojoné. Su mensaje parecía más propio de una oficina de recobros que de una amiga con la que había retozado en la trastienda. Pero cojones, también se me aceleró el corazón de una manera desenfrenada. No sabía si me estaba petando la patata, por los excesos de los últimos días, o si es que me estaba poniendo nerviosa. ¿Nerviosa yo? Desde que Mariem había entrado en mi vida había cambiado tanto que no me reconocía a mí misma. Sufrir me había roto todos los esquemas de mi vida.  La psicóloga a la que estuve visitando durante ocho años, se compró un descapotable a mi costa, me solía decir que el dolor es inevitable, pero sufrir es opcional. Me decepcioné muchísimo cuando me enteré de que esa frase pertenecía a Buda y no a ella. Lo sentí como una traición personal hasta el punto de que dejé de asistir a terapia. Jamás debería haberlo hecho. 
 

Está claro que solo buscaba una excusa ridícula para alejarme y esconderme en mi guarida. Por suerte me dio tiempo a aprender algunas cosas. Aprendí que el ser humano quiere olvidar todo lo que ya no le hace feliz. Sin entender, que todo forma parte de nuestra vida. Que las etapas se terminan pero no tienen por que  olvidarse. Rita, que así se llamaba la psicóloga de casi ochocientos dólares la hora, siempre me repetía la misma pregunta.

  • Ginebra, ¿Por qué quieres olvidar?

Yo me encogía de hombros, me mordía el labio inferior como siempre que estaba nerviosa y soltaba lo primero que se me venía a la cabeza. Hasta que una de tantas veces creo que, por fin , dije la verdad.

  • Para pasar página.
  • ¿Y por qué quieres pasar página? - insistía con toda la tranquilidad del mundo mientras yo perdía la mía poco apoco.
  • Para no sufrir, para qué va a ser si no.
  • Debes saber, Ginebra, que el sufrimiento tiene muchos condicionantes.

La tía soltaba esa bomba y se quedaba tan pancha. Indiferencia. Mientras a mí, el corazón empezaba a golpearme duro. Me avisaba de que mi ansiedad iba a darme la lata. Pero debía controlarme y permanecer en aquella sala escuchando a aquella mujer sin sentimientos que quería controlar los míos. O eso era lo que quería creer.

  • Hay factores externos que influyen en la intensidad de nuestros sentimientos al igual que, del mismo modo, la sobreprotección influye en nuestra reacción a la hora de afrontar un trauma. Imagínate a esos padres sobreprotectores que quieren evitar, a toda costa, que sus hijos sufran. Los escondemos en una burbuja, los convertimos en flores de invernadero. Estos niños, cuando se hacen adultos, suelen recurrir a sustancias que les ayuden a superar las adversidades.
  • ¿está diciendo que soy una yonki por culpa de mi madre?

Estaba esperando que confirmase mi teoría. Había querido a culpar a mi madre de todos mis males siempre. No comprendía que yo era mi peor enemigo. No en ese momento al menos. Rita se limitó a sonreír.

  • A parte de recurrir a pastillas varias para evadirnos de ese sufrimiento también está la opción de engañarnos. Al final, todo lo que buscamos es eso. Engañarnos a nosotros mismos. Te voy a poner otro ejemplo. Imagínate que estás enamorada- solté una risa irónica ante la ocurrencia- Pero tu familia y amigos lo desaprueban. No acepan a la persona de la que te has enamorado. Te lo dicen. Te exponen sus razones. ¿Qué solemos hacer? No escuchamos. No razonamos. Es imposible. Somos incapaces porque una persona enamorada se alimenta de sentimientos y emociones y ahí no hay cabida para la razón. La razón no puede aspirar a otro oficio que al de servirlas y obedecerlas.

Tengo sendas sospechas sobre si esta última frase era de la doctora Rita o no. Seguramente no lo fuera. La tía era una plagiadora nata, pero olé por ella y su buena memoria. Yo soy incapaz de recordar lo que me has dicho cinco minutos después, sobre todo si no me interesa lo más mínimo, aunque todo lo que sucedía en mis tardes de terapia me caló bien hondo. Para mi suerte.

  • Es hora de empezar a preguntarse si estos sufrimientos nos hacen madurar como seres humanos. Si debemos convertirlos en recuerdos y atesorarlos como algo que nos empujó a ser quienes somos o a llegar a donde hemos llegado. Y si la ausencia de sufrimientos nos haría más niños. Más vulnerables. Más ignorantes.

Lo que la buena doctora Rita quería decir es que debemos guardar en forma de recuerdo los buenos y malos momentos de los que somos testigos. Los primeros, nos harán sonreír cuando nos ronden la memoria. Los segundos, nos harán aprender. La ginebra de entonces, una chica que jamás había conocido el amor, no lo entendía. Lo primero que había hecho, siempre, era recurrir a los malos hábitos para evitar el sufrimiento. Grave error. Pero la Ginebra de hoy, esa ha querido y ha perdido. Ha comprendido que es mejor recordar sobre todo para no cometer los mismos errores porque al final esa es la única manera de evitar volver a sufrir por el mismo motivo.

Yo quería hacer las cosas bien con Elena, pero había sido incapaz de mover ficha por el mero y simple hecho de que no sabía lo que sentía por ella. No podía poner nombre a lo que había surgido. Ella me importaba mucho antes de lo que hubo entre nosotras, era Elena, lo que lo hacía todo mucho más difícil.  Así que cuando sonó mi teléfono y vi su nombre en la pantalla temblé. Lo primero que se me pasó por la mente fue beberme tres cervezas. El numero perfecto para empezar a reírme de todo. Pero no lo hice. Había perdido a Mariam, y a lo que quisiera que hubiera entre nosotras, por mis desfases y no quería volver a hacerlo. Iba a plantarle cara a la conversación que teníamos pendiente.

Por eso cuando comenzó a hablar, me rompió todos los esquemas.

  • Tenemos un problema con Laura.

Arqueé las cejas y estoy segura de que puse cara de idiota. Al menos me sentía así. No esperaba que me hablara de Laura después de todo. ¿A caso para ella ya no había una historia entre nosotras?

  • Está totalmente hundida y no sé por qué. Dice que esta noche se va para España. No quiere ni hablar de la boda. Y algo me dice que nos hemos perdido un capítulo en su historia con Gabriel.
  • Pero qué cojones me estás contando- fue todo lo que salió por mi boca.
  • Ginebra, necesito tu ayuda. No sé cómo actuar. Quizás tú podrías hablar con Gabriel y…
  • Para para, para. ¿Hemos venido aquí a hablar de Laura?
  • ¿De qué si no?



#34028 en Novela romántica
#5595 en Chick lit

En el texto hay: rencor, celos, amor

Editado: 11.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.