Lo intenté.
Intenté contactarte.
A ti, lector.
Quería explicarte que yo no soy un personaje secundario.
Yo soy el autor.
Y todo esto... es una locura.
Pero cada vez que abría la boca, vomitaba palabras. Literalmente.
Caían al suelo y se derretían antes de que pudieras leerlas.
El protagonista se dio cuenta. Y escribió un guion dentro del guion donde yo creía estar soñando todo.
Después, por si fuera poco, metió una escena de acción con un pato gigante armado con preguntas existenciales.
—¿Quién soy? —me preguntaba mientras me azotaba con un diccionario.
Y cuando creí que todo había terminado, me degradaron a personaje de relleno.