Un día, todos los personajes se dieron cuenta de que querían ser protagonistas.
Todos exigieron sus propios arcos.
Y la historia... colapsó.
Los diálogos se gritaban entre sí. Las escenas peleaban por aparecer primero. Una elipsis temporal se declaró en huelga. Un secundario se atrincheró en la sinopsis. Un extra prendió fuego el índice temático exigiendo un spin-off.
—Ahora todos tienen desarrollo —dijo el protagonista, feliz—. Incluso el árbol del fondo está pasando por una crisis de identidad.
El árbol lloraba savia mientras exigía leer una historia original de hombres lobo.
—Esto va a estallar —le advertí—. Ningún sistema narrativo resiste tanto desarrollo simultáneo sin colapsar. Los personajes se volverán inconsistentes y narrativamente inoperantes.
Él parpadeó una vez, como si no hubiera procesado ni una sola palabra.
—Sí, sí, lo que tú digas... pero esto sucederá ¡en el próximo capítulo!