Mi personaje cobró vida...

Capítulo 5 - Cuando las palabras se cansaron de obedecer

Era imposible escribir una historia para todos.

—¿Y por qué hay un personaje que interpreta a un mafioso de los años treinta? ¡Sacrifíquenlo, al infeliz! ¡Por su culpa nadie quiere leer ficción decente! ¡Escúpanle!

Pero nada de eso resolvía el problema principal: la Revelabra.

Un susurro recorría el aire.

Las letras de los carteles callejeros empezaron a deslizarse como hormigas descontroladas.

Las palabras habladas tenían ecos extraños, como si repitieran sílabas que nadie había pronunciado.

—¿Esto es raro o me estoy volviendo una frase de caja de fósforo?

—Inútil, diría. Te estás volviendo inútil. Acabas de perder el control de tu historia.

—Ah, bueno, será una de esas semanas raras, ¿no?

Pero entonces, en medio de la charla casual, una palabra se negó a salir. Literalmente.

—Trataré de... —dijo el protagonista, y ahí quedó.

—¿Tratar qué?

—Trataré de... —bajó la voz, escondió el cuello, como quien espera una emboscada desde el cielo—. Se están rebelando. Ex autor. Las palabras se rebelan.

Intentó escribirla en papel. El lápiz se le partió.

Con el lápiz más pequeño, trató de dibujarla, pero el papel se arrugó por voluntad propia. Como si se negara a participar.

Inspiró hondo con los ojos cerrados... y soltó un sonido entre letras rotas y rabia contenida.

—&%$#¡!* —lanzó un grito desgarrador—. ¡Ni siquiera puedo insultar!

Los adjetivos dejaron de colaborar.

Ya no se podía decir "oscuro", "hermoso", "deconstruido", "binarie", "opresore", "patriarcado".

—¡Lo que me temía! Nos van a cancelar por no ser inclusivos. ¡Necesitamos una persona negra!

—Yo soy algo moreno.

—¡No es suficiente!

Pero justo, los sustantivos comenzaron a fusionarse, como si armaran un collage absurdo con lo primero que encontraban en novelas ajenas:

mafiosentimiento, dramalobo, besoclimax, triángulomágico.

Y lo peor: los signos de puntuación empezaron a moverse por cuenta propia.

Las frases se alargaban infinitamente y luego

se caían

a pedazos.

—¡Esto es un motín tipográfico! —gritó, mientras una coma se le pegaba al cuello como una sanguijuela con sed de gramática.

Quiso calmar la situación.

Escribió un decreto a mano temblorosa:

"Ordeno a todas las palabras mantener su función y forma, bajo pena de edición".

Pero el papel se rió.

Sí, el papel. Se rió.

Un "JAJAJA" literal apareció escrito, deslizándose como baba entre los dedos del protagonista mientras intentaba romperlo.

Entonces me miró.

Con miedo en los ojos. Como si yo pudiera salvarlo.

—Bienvenido a tu propio monstruo —le dije.

Y justo ahí, una "H" se soltó de un cartel y cayó al suelo con un estruendo. Todo tembló.

En el cielo, una frase escrita con nubes advertía:

"Esta historia está siendo des-escrita."

El mundo comenzó a cerrarse sobre sí mismo.

Las oraciones se encogían hasta volverse suspiros.

Las escenas se marchitaban antes de florecer.

El espacio se comprimía.

Cada palabra peleaba por no ser la última.

Hasta que...



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En el texto hay: cliche, sobrenatural, cliche novela juvenil

Editado: 19.04.2025

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