Mi Peso en Autoestima

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Me encuentro en medio de un cruce entre dos calles.

La más llamativa es una gran avenida con mucha luz y color proveniente de los adornos puestos en las casas y los destellos procedentes de los diversos escaparates de las tiendas que logro divisar; ahí la gente parece transitar de ida y vuelta como si el tiempo fuese una estrella fugaz.

Aquella gran avenida la cruza una calle más angosta que, contrario a la primera parece muy lúgubre y solitaria, con una fachada de tonos sobrios y apagados, donde la luz parece estar presente únicamente lo necesario, no parecen transitar vehículos por la vía, en la vereda tan solo un par de personas la transitan y con una lentitud que a momentos me parece abrumadora.

Me resulta extraño que todas aquellas personas me parecen conocidas, aún cuando nunca antes las había visto.

Sobre un escaparate, justo en la esquina de la luminosa avenida se encuentra una hermosa muñeca.

La muñeca de piel clara y mejillas sonrosadas muestra una gran sonrisa mientras se encuentra en posición de lo que parece ser una postura de bailarina, lleva un hermoso vestido en tonos pastel y zapatillas similares a las del ballet, con cintas hasta por debajo de las rodillas, lleva el pelo café tomado en una coleta y un gran moño de tono rosa lo adorna.

Me encuentro fascinada por la muñeca, sobre todo porque lo que más resalta es que en lugar de lo común en los juguetes, lleva botones negros en lugar de los ojos.

No puedo dejar de observar aquella muñeca, como si algo me atrajera hacia ella.

El semáforo comienza a sonar anunciando el tiempo que está por terminar.

Aún en medio de la calle y teniendo que tomar una dirección decido ir hacia aquel escaparate donde está la muñeca, sin embargo, al dar el primer paso algo llama mi atención y me detiene.

El sonido comienza a hacerse más perceptible, se trata de una risa, una alegre como nunca había escuchado. Ante aquel sonido mi cuerpo tiembla y yo me giro a buscar, para descubrir que proviene de la calle más apagada.

La risa se detiene y al no ver nada vuelvo mi vista hacia la tienda, sin embargo, nuevamente otro sonido proveniente del mismo lado me detiene.

Una voz, la voz de una mujer tarareando una canción, no es una canción que parezca alegre, tampoco algo triste, sin embargo, me resulta nostálgica, como si algo en esa canción me llamase a ir hacia ese lugar.

Estoy temblando, por alguna razón aquella dirección me asusta, tal vez por la oscuridad de sus calles o la poca afluencia de gente; sin embargo, también puedo sentir una enorme necesidad de ir hacia allí.

Vuelvo en mis pasos y cuando me dispongo a ir hacia la voz, otra vez algo me detiene.

Desde el escaparate donde se encuentra la muñeca comienza a sonar la melodía de una caja de música que me resulta suave y agradable, puedo reconocer la canción y es esto mismo lo que me guía hacia la muñeca que parece tener más luz a su alrededor y que para mi sorpresa con sus ojos de botones me hace sentir como si me observara.

Quiero ir hacia la muñeca, pero aquella voz aún me detiene, la nostalgia que me provoca me resulta aún más fuerte.

Quiero ir hacia la voz, pero algo me detiene y me asusta, no puedo ignorarla y otra vez las dulces notas de la caja de música parecen llamarme.

El semáforo vuelve a sonar y ahora está por cambiar.

Debo decidir y no sé que hacer, mi cuerpo esta temblando, como si expresara físicamente mi miedo e indecisión.

Sé que debo moverme, sé que debo salir hacia una dirección, pero no sé hacia donde.

El semáforo deja de sonar y la luz cambia de color.

Debo correr, quiero correr pero no puedo.

Mi cuerpo aún estando estático tiembla y yo sin poder moverme a ningún lado, tan solo observo ambas direcciones perpleja, mientras a mis espaldas escucho el avance de los coches acercándose.

 

* * * * *

 

Abro mis ojos de golpe, tomando aire y botando con fuerza, llevo una mano a mi pecho, mi corazón late con pesadez, como si cada latido fuese un gran esfuerzo, siento un sudor frío y todo mi cuerpo duele y tiembla.

¿Qué habrá sido eso?

Con esfuerzo me levanto de la cama y me encamino hasta el baño, me quedo frente al espejo y me observo, agradeciendo que no es día de clases pues las ojeras que tengo no me las podría quitar con nada.

Nunca fui una persona de sueños, o al menos no que yo recuerde. Tenía sueños fantásticos si, pero eran tan a lo lejos que ya probablemente no recuerdo la mayoría de ellos, sin embargo, este no resulta tan fantasioso, si bien fue mientras dormía, no se trataba del tipo de sueño donde vuelas, haces magia, tienes habilidades extraordinarias o presencias desastres naturales; era más bien una situación bastante normal, sólo que nunca en mi vida he visto una muñeca como esa y la voz que escuché aún ronda en mi mente.

Si bien aún es temprano, se que ya no podré seguir durmiendo y recostarme en la cama solo significaría entrar en una espiral de dudas y un millón de posibilidades para explicar un sueño que tal vez ni siquiera tiene una explicación lógica, porque si bien dicen que los sueños en muchas ocasiones son un reflejo de lo que ocurre con nosotros, eso no significa que deba preocuparme y sugestionarme sobre ello ¿no?

Después de todo, no es como que mi subconsciente me este avisando que moriré atropellada…

Decido que ya es suficiente divagación al respecto, así que voy en busca de mi atuendo para hoy, tomo con ello mis zapatillas y con todo lo necesario me dirijo hasta el baño para ver si con una ducha logro disminuir los dolores en mi cuerpo debido a la tensión.



#21475 en Otros

En el texto hay: amor, aprendizaje, superacionpersonal

Editado: 28.09.2020

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