Mi Piel DÁmara

De maldiciones y parches

A la mañana siguiente tengo que echarme dos capas de anti ojeras, pero para compensar mi pelo negro está de lo más brillante. Me pongo un jersey blanco de cuello alto, y me pregunto si Evans se imaginaba mis curvas antes de verlas anoche, o si le tomé por sorpresa.

Cas está en la puerta de la escuela cuando llego y parece agitada.

—No hay clase a primera hora —me informa y me detengo en seco.

—¡Joder! me podía haber quedado durmiendo —estoy de mal humor y esa noticia me irrita de sobremanera.

Cas entrelaza su brazo con el mío y tira de mi hacia el edificio. Es de las pocas personas que me tocan. Lo demás se van apartando a nuestro paso como si fueran el mar rojo y yo Moises. Es algo que ya no noto, pero esa mañana vuelvo a fijarme. Quizá porque Evans ayer me cogió del brazo varias veces. Tengo un moratón que lo confirma.

—Yadra está aquí —me informa.

Suelto un bufido largo y tedioso. Lo último que quiero es asistir a un Parlamento. Son tremendamente aburridos y me quedaré dormida.

Doy un giro de ciento ochenta grados.

—Me voy a dormir.

Cas me suelta pero no me lo pone fácil.

—Es obligatorio.

Me detengo fastidiada, pero no me queda otra que darme la vuelta e ir con Cas. Tenía que haber adivinado que Yadra nos haría una visita tras el ataque del día anterior.

El Parlamento está ya abarrotado cuando entramos y tomamos asiento. Veo que Evans está sentado en la primera fila del palco y tiene las muñecas apoyadas sobre la barandilla. Noteacerquesaél está sentado a su lado.

Doy un par de toques con mi dedo en la espalda del muchacho que tengo en diagonal. Cuando se da la vuelta y ve que se trata de mi, me mira la mano horrorizado.

Le dedico mi sonrisa más seductora. Si no fuera por mi maldición estaría babeando tras mi culo, pero se atreve a mirarme con repugnancia.

—Dame el número de Evans —le ordeno, a sabiendas de que es uno de los élites que se relacionan con el rey de la escuela.

—Ni de coña —me responde con la nariz arrugada, como si yo fuera lo más repugnante que se ha encontrado en su vida.

Sonrio y me saco un guante.

El chico se levanta de un salto de su asiento pegándose al de delante todo lo posible. No tengo que decir nada más, y empieza a cantar un número.

—Gracias —le respondo con inocencia como si no acabara de amenazarlo.

Cas se ha encargado de apuntarlo por mí, pero ahora me mira con la ceja alzada.

—¿Para qué lo quieres? —está muerta de la curiosidad.

—Para escribirle... —respondo como si fuera lo más normal del mundo y lo copio de su teléfono. Entonces le envío el enlace del artículo sobre la violación que perpetró Tim Lewis.

Lo veo sacar su teléfono y leer un tramo antes de alzar la cabeza y buscarme entre el público. Cuando me encuentra, niega con la cabeza de forma casi imperceptible.

—¿De qué habláis? —me pregunta Cas con voz chillona, está fuera de sí de pura curiosidad.

—Le he preguntado si quiere echarme un polvo luego —respondo más para los idiotas que están curioseando a nuestro alrededor. Me encojo de un hombro—. Se ve que no.

Cas se ríe, pero está confusa.

—Vale, no me digas a qué viene eso —susurra más bajo—, pero pregúntale quién es el rubio.

—Ah, ese es Noteacerquesaél —le respondo. Aunque está acostumbrada a mis ironías, no entiende esta referencia—. No te molestes, E no va a responderme.

La sala se suma progresivamente en el silencio y así es como sé que ha llegado Yadra. La niña sube por las escaleras con parsimonia y se deja caer en la silla presidencial. La cual está en su tope de alto para que alguien de la estatura de Yadra no quede oculto tras el atril.

No es que Yadra sea una niña. Tiene más siglos de los que consigo recordar, pero tiene el aspecto de una niña de diez. Al igual que yo vive con su propia maldición, la de no envejecer en su caso, y todos sabemos que la odia.

La contemplo con atención. Tiene el pelo de un castaño claro muy bonito y lo lleva por el culo de largo. Sus ojos azules son grandes y bonitos y sus labios los de una muñeca. Hubiera sido una mujer guapísima de haber envejecido. Pero no, tendrá siempre el aspecto de una niña, y verá como todos envejecen y mueren, y esa es la razón por la que sé que es la única persona que entiende mi soledad.

—Buenos días —dice con su voz angelical, y es en sus ojos donde no queda ni pizca de inocencia—. No me voy a alargar...sabéis que estoy aquí por lo que ocurrió ayer, y sabéis que murieron dos dámaros por culpa de ese ataque inesperado. Aun no entendemos que ha llevado a los despojados a osar atacar la escuela, pero lo que sí puedo aseguraros es que no va a volver a pasar. Declaro la cuarentena y todo estudiante debe quedarse en el recinto

A no ser que te llames Evans

— Tampoco quiero que os deprimáis, así que la cúpula se alzará solo cuando anochezca y el resto del tiempo habrá guardias apostados en las inmediaciones para poder avisar a la escuela y a la ciudad cuánto antes de cualquier presencia sospechosa. Por supuesto hay una investigación abierta y os iré informando de cualquier novedad—. Yadra hace un gesto con la mano, dando a entender que da la sesión por concluida. Debe de ser su record.




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