Mi Piel DÁmara

Esclava o rebelde

Adoro tumbarme de espaldas en mi cama patas arriba en la pared. Desde que empecé la pubertad y se me ensancharon las cadera mis piernas no han vuelto a ser las mismas, y a menudo las noto pesadas y doloridas. Esta posición además de proporcionarme un gran alivio, me da cierta paz mental, como si todo el estrés del días se me escurriera por el pelo hasta salir de mi cuerpo. Una vez leí que dos minutos así equivalían a dos horas de sueño para nuestro sistema nervioso, pero probablemente el artículo exageraba.

Cas está a mi lado, a más de dos palmos de mí, en la misma posición que yo.

—¿Vas enserio con lo del diseño gráfico? —me pregunta. Lo único bueno de quedarnos en la escuela es que podemos pasar la tarde charlando en mi habitación hasta la hora de la cena. Cas se lleva fatal con su compañera de dormitorio y yo...bueno yo lo tengo para mí sola.

—De algo tengo que vivir —respondo, fijándome en una mancha de mi techo que parece un barco de vela. Otros días, veo una mariposa deforme—. Mis padres no pueden mantenerme para siempre.

No pienso confesarle que tengo otras ideas de cómo servir al mundo con mi peculiar habilidad. Aún es pronto para hablarle a nadie de eso. A penas me estoy acostumbrando yo a la idea. Pero debo admitir que estoy encantada con la perspectiva de poder usar mi poder para servir al mundo, para hacer de él un lugar mejor. Antes de salir a cazar violadores me sentía como si existencia fuera una aberración hacia la cultura dámara. Quizá se deba a los años de lavados cerebrales sobra la idea de que los dámaros existimos con el solo propósito de servir a los humanos. Todo dámaro vive del servicio que presta a los humanos con su poder particular poder, y ese es nuestro honor más grande, nuestra motivación en la vida.

—¿A qué venía lo que ha dicho Yadra del padre de Evans? —me pregunta Cas, interrumpiendo mis pensamientos.

Sacudo la cabeza.

—No le hagas caso, Yadra los odia.

—¿Por qué?

—Odia a casi todos los miembros del parlamento —explico, encogiéndome de un hombro—. Porque vetan sus sugerencias y a ella le gustaría tener todo el control.

Cas agita los dedos de sus pies pensativa.

—Pero es que alguna de sus ideas —. Suelta un risa bufido—. Como lo de que los humanos nos paguen sueldos.

Yergo la cabeza del colchón, apoyándome en mis codos para poder mirarla mejor.

—¿Tan mala idea crees que es?

Cas me mira ceñuda.

—Como vamos a cobrarles por cumplir con nuestro deber.

—...cobrarles por hacer nuestro trabajo —la corrijo marcando la palabra trabajo—. Vale, nos dan de comer, y nos pagan este bonito gueto del que no podemos salir hasta que necesitan nuestros servicios, ¿a qué te recuerda eso, Cas?

Mi amiga arruga la nariz confusa.

—¿Esclavitud ? —digo al fin, y la veo sopesar nuestra situación con nuevos ojos—. Si cobraramos por nuestros servicios tendríamos independencia, libertad para ir y venir o decidir qué queremos hacer.

—Pero yo no querría hacer otra cosa que ayudar al que lo necesite —protesta ella renuente ante una idea tan nueva.

Suspiro, y dejo caer mi cabeza de nuevo en el colchón.

—Yadra es más vieja que ningún otro Dámaro, pero es la más moderna —analizo en alto. Quizá aun no estemos preparados para una idea tan revolucionaria.

—¿Entonces el padre de Evans...

—El padre de Evans es un poco excéntrico, y bastante estricto, pero no creo que esté loco —intercedo.

El teléfono de Cas interrumpe nuestra conversación y ella baja las piernas hacia un lado para volver a la posición de sentado.

—Auch, ya me hormigueaban las piernas —se queja, mientras alcanza su teléfono y lee el mensaje que acaba de llegarle.

La veo esbozar una sonrisa de boca abierta.

—Nooo —corea incrédula, y se pone de rodillas en la cama. Parece alterada pero feliz—¿Es que a las ranas les ha salido pelo?

—¿Tu hermano mandándote spoilers otra vez? —.Me doy la vuelta también y me siento sobre mi cama, notando cierto mareo por el cambio de posición. Cas me mira con una sonrisa anonadada.

—Drake acaba de invitarme a una fiesta en la piscina.

La contemplo con todo el rostro arrugado.

—¿Tienes fiebre o algo?

—Lo digo enserio —me responde y sitúa la pantalla de su móvil frente a mi cara. Pestañeo adaptándome a la cercanía de las letras que corroboran lo que acaba de decirme.

—¿Tiene fiebre o algo? —repito, refiriéndome a su hermano. Drake es del grupo de élite, pero ni se le ocurriría invitarnos a una fiesta.

Cas parece confusa también, pero de pronto abre la boca en forma de "se me acaba de ocurrir una teoría maravillosa" y sus ojos brillan.

—Esto es cosa de Evans.

Me río de ella, literalmente me carcajeo.

—Hay algo que no te he contado, Tori —empieza con tono de intriga—. Hoy he visto a Evans discutir con Di.

Trago saliva, pero acabo por esbozar una mueca de indiferencia.




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