Mi Piel DÁmara

Capítulo 2: Lo imposible

Tan solo hay una cosa que puedes hacer cuando ves a un despojado:

Correr.

Los músculos de tus piernas son la única arma que puede, con suerte, salvarte de un encontronazo con una de esas criaturas malditas.

Tienen forma humana, pues una vez fueron de los nuestros, pero su piel ha sido arrancada y lo que queda en su lugar es músculo sangriento, que nunca cicatriza pero que tampoco los mata del todo. Están demasiado llenos de energía como para morir, pues portan la fuerza de cada una de sus víctimas dámaras o humanas.

—¡Tori! —el grito de Cas me recuerda que me he quedado paralizada, viendo cómo se desplazan por la grama, hacia nosotros. Son tan horrendos con sus rostros en carne viva y su velocidad inhumana que me he quedado petrificada.

Uno de los profesores me agarra de los hombros y me empuja hacia el edificio, nos chocamos con otros cuerpos en las puertas demasiado estrechas para que quepamos todos a la vez. Me propinan un codazo en las costillas que me hace ver las estrellas, pero al menos no estoy a merced de un despojada. Eso debe doler mucho más.

Cierran las puertas tras nosotros y escucho gritos y golpes al otro lado de esta, y no puedo creer queTrotten, el profesor que me ha empujado hacia el interior, titubee si abrir o no.

Queda gente ahí fuera.

Escuchamos unos chillidos inhumanos y tan profundos que se te meten en el tímpano hasta ponerte la piel de gallina.

—¡Subid!

Nos grita, ignorando los alaridos de los que le piden que abra la puerta.

Corremos hacia la planta de arriba, y nos abalanzamos sobre uno de los ventanales con vistas al jardín de la entrada.

Los despojados tienen a una chica tirada en el suelo cerca de la valla que circunda la escuela, le han levantado la camiseta y entre dos le lamen la piel del estómago arrancándosela con su lengua de lija mientras la joven aúlla de dolor.  Setrata de Sofie Tucker, a la que reconozco de mi clase de francés.

Otros tres han llegado a la puerta y cogen al muchacho que la golpeaba desde fuera rogando que le abrieran. Uno lo empujan contra el acero y le levantan la camisa para lamerle la espalda, arrancándole la piel lamida por lamida. Los otros dos empiezan a golpear la puerta con las piernas y puños, e incluso con la cabeza, a sabiendas del banquete que les aguarda dentro.

Se me revuelve el estómago y noto un sabor a bilis en la boca…voy a vomitar. Las puertas son de acero y están más blindadas que la cámara de un banco, pero los despojados parecen fuertes y da la impresión de que todo el edificio de sacude con cada golpe.

—Vamos a morir —susurra Cas a mi lado.

—Tenemos que llegar al búnker —dice Harold a nuestro lado, pero petrificada no puedo apartarme de la ventana.

—Han cerrado la escotilla del búnker con nosotros fuera —nos informa Drake, a nuestra espalda. Está sin resuello porque acaba de llegar corriendo del sótano donde está situada la habitación de pánico de la que nos han dejado fuera.

—Voy a invisibilizaros a todos —anuncia, y salta los escalones de dos en dos hacia el grupito que gimotea junto al profesor tras la puerta.

—Drake —lo llama, Cas. Debe estar preocupada por su hermano. Drake es el único élite entre los presentes y su poder le da ciertas responsabilidades, que pueden incluir sacrificar su vida para enfrentarse a los monstruos.

En ese momento veo unamancha azul a través del patio y de pronto Evans aparece justo en el centro. Lleva una camisa azul de cuadros con rayas negras que explica el destello que vimos en video de la cafetería.

Otea el perímetro con tranquilidad, como si el frontal de la escuela no estuviera tomado por cinco despojados.

—¿Qué coño haces, Evans?—musito más para mí misma.

Cas, que ya estaba tirando de mí, para ir hacia los demás, se detiene al verlo a través de la ventana. Al contrario que yo, reacciona enseguida y se asoma por encima de la barandilla de la escalera para gritar a la planta baja.

—Evans está fuera, tenéis que abrirle.

Pero yo me he quedado pegada al cristal incapaz de apartar mi mirada del suicido del rey dela escuela de Dámara.

Evans está parado sobre el césped a la misma distancia de los tres despojados de la puerta que de los dos que guardan la muralla, y vuelve su cabeza de un grupo al otro. Nunca pensé que fuera a verle morir de esa forma…

Se saca el teléfono móvil del bolsillo de los vaqueros como si nada, y me pregunto que le habrá ocurrido en ese año que ha estado fuera de Dámara, para que haya perdido totalmente la cabeza. Se lo pega a la oreja y le veo mover la boca mientras habla con alguien.

Quizá se esté despidiendo de su familia, pero no lo entiendo. Ninguno de los despojados le ha visto aun, podría desaparecer de allí en un segundo con su habilidad para moverse más rápido de lo que ojo es capaz de registrar. ¿Por qué quiere morir de la forma más dolorosa que existe? ¿Acaso no escucha los gritos de las dos víctimas? ¿Acaso no entiende que en cuanto lo vean ese será el dolor que sienta hasta su muerte?  y aun peor, ¿qué se convertiráen uno de esos monstruos?

Me dan escalofríos de pensarlo.

Entonces Evans tira su teléfono al césped y alza ambos brazos, uno hacia la puerta y el otro hacia la valla, con las manos en forma de garras. Tensa tanto los músculos que le da un tembleque.




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